LA HABANA, Cuba.- Durante más de medio siglo el gobierno cubano ha divulgado en sus medios de prensa, a su manera y conveniencia, cómo fue la historia de la guerra que se libró en Cuba a partir de 1952, tras el golpe de estado de Fulgencio Batista.
Las primeras fotos que existen prueban que todo comenzó cuando un grupo de estudiantes de la Universidad de La Habana, opuestos a que se violara la Constitución del 40 y los preparativos para las elecciones generales, organizaron manifestaciones en la calle San Lázaro de la capital, vociferando y agrediendo con piedras a la Policía que los observaba, hasta terminar en enfrentamientos con armas de fuego.
Vale la pena analizar la trayectoria fotográfica de aquellos cinco años de guerra, sobre todo a partir del ataque al Cuartel Moncada, hasta el último disparo que hizo Fidel Castro desde lo alto de una loma oriental de la isla, para darnos cuenta de que esta guerra está mal contada: Si Batista es responsable de 659 asesinatos y 105 fusilamientos, no se dice que a partir de 1959, Fidel Castro es responsable de 5050 en el paredón.
Para los dos años de guerra de guerrillas -1957 y 1958-dirigida por Fidel Castro, existe un álbum con cientos de fotografías, donde en ninguna parte aparecen los nombres de los soldados muertos de Batista muertos y mucho menos sus fotos.
Tampoco las fotos del álbum reflejan las escaramuzas o los momentos culminantes de los dos o tres combates que ocurrieron por sorpresa, donde cayeron 445 guerrilleros y 487 soldados del Ejército.
A lo largo de más de medio siglo, ese álbum de fotos se ha podido conocer, gracias sobre todo a la cámara de Ernesto Che Guevara, amante de la fotografía y de aventuras por América Latina. Fotos donde se ven a los hombres de la guerrilla, junto a dos o tres mujeres, siempre posando muy relajados, mirando sonrientes a la cámara, como si en vez de estar arriesgando sus vidas frente a un ejército compuesto por miles, bien armado y entrenado, estuvieran disfrutando de unas vacaciones campestres.
No faltan esas otras donde puede verse a un Fidel en actitudes prepotentes, exhibiendo su fusil de mirilla telescópica y algunas que tomaron a los guerrilleros campesinos que desertaron o traicionaron, en los momentos en que eran fusilados: 105 en total -40 en 1956, 14 en 1957 y 51en 1958-.
Fidel Castro, mucho más apasionado por la fotografía que el Che, se hizo retratar hasta en los momentos más ridículos e inapropiados: cuando Celia Sánchez le ponía una ¨curita¨ en la punta de un dedo de su mano izquierda. Así queda para la historia la única lesión que sufrió en los cinco años al frente de su guerra.
Como a Narciso, aquel personaje griego de la antigüedad que vivía obsesionado ante la “belleza” de su imagen reflejada en una fuente, al difunto dictador cubano le ocurría lo mismo. Durante más de medio siglo se vio reflejado en la fuente de una dictadura, seca, pero que le satisfizo plenamente su ego, hasta proporcionarle un millón de fotos, las que hoy su hermano utiliza para un reciclaje inútil.
Alex, uno de los hijos del Comandante en Jefe, quien conoció bien la debilidad de su padre por fotografiarse, se convirtió en su fotógrafo particular. Como homenaje póstumo, monta exposiciones públicas con las últimas fotos que le hizo muy cerca de la muerte.