LA HABANA, Cuba. – Fidel Ortiz Gutiérrez vive en las calles de La Habana. En días de lucidez duerme en lugares públicos para evitar que le roben. Las otras veces deambula y, con suerte, reposa en el portal de alguna vivienda. Como muchos indigentes en Cuba, es viejo, viste con harapos, huele mal y tiene problemas de salud mental.
Fidel fue presidente de Evangelismo en la Iglesia Pentecostal de Infanta y Santa Martha, perteneciente a las Asambleas de Dios. Al mismo tiempo pastoreaba una misión que asentó en casa de su madre, en la calle Tamarindo de la barriada de Santos Suárez. Como religioso se consagró a la prédica del Evangelio en lugares públicos, lo que el ganó el apodo de “pastor de las calles”.
Bocina y micrófono en mano se le podía ver en la cascada de 23 y Malecón, la Piragua, el Parque El Curita, el Parque de la Fraternidad, hospitales y sanatorios. En su misión evangélica, asegura, rescató a muchas personas del alcoholismo, las drogas, la violencia y otras conductas nocivas.
Pero hace años que su rutina se resume en pedir limosnas para alimentarse. También recoge latas y otros tiestos que ocasionalmente vende a la Empresa de Recuperación de Materias Primas por unos pocos pesos. En la calle, la mayoría de transeúntes lo esquivan con desprecio.
El Gobierno también lo evade. Según el discurso oficial cubano, en la Isla no existen indigentes sino “personas con conductas deambulantes”.
Fidel no recibe asistencia médica y carece de los medicamentos que necesita para controlar su presión arterial, la ansiedad, las pérdidas temporales de memoria y otros problemas psiquiátricos. Aunque antiguos vecinos y amigos han realizado gestiones para que lo atienda un trabajador social, su caso no ha interesado a las autoridades, dicen.
Entre las personas que han intentado ayudarle se encuentra Alfredo Vera, un hermano de fe en cuya casa, de manera eventual, Fidel puede bañarse, alimentarse y pernoctar.
“Se intentó con el trabajador social del policlínico Raúl Gómez García, sobre todo por el tema de las medicinas, pero nunca vinieron a visitarnos. Luego fui con los Trabajadores Sociales del municipio Diez de Octubre y de nuevo todo quedó en palabras. Pedían sus certificados médicos para atenderle y ni él mismo sabe dónde están esos papeles. Ellos son quienes debían gestionar para que lo viera un médico y lo diagnosticara de nuevo”, explica Vera.
Algunos certificados y documentos médicos que se pudieron recuperar y consultar durante la redacción de este reportaje, muestran que Fidel padece trastorno psiquiátrico, enfermedad cerebrovascular, epilepsia parcial, pérdida de la memoria y traumatismo craneoencefálico, entre otras dolencias.
¿Pastor en la calle y maltratador en casa?
En la historia de Fidel es difícil precisar fechas. Los datos sobre cuándo, dónde y cómo ocurrieron los hechos más relevantes de su vida, los anota en una agenda improvisada que utiliza como bitácora para no perder su identidad en los momentos de olvido más crítico. Aun así, en medio de ciertas lagunas incluso olvida que guarda ese registro.
Según comenta, el fin de su segundo matrimonio fue lo que desencadenó la serie de eventos trágicos que lo dejaron en la calle. En 2010 ―intenta recordar―, su exesposa lo echó de la casa de ambos, en el Vedado, y le prohibió visitar a sus hijas que, por entonces, eran menores de edad. Por razones que dice desconocer, la Policía emitió una orden de alejamiento en su contra.
Sin embargo, Raimundo Rodríguez, otro hermano de fe cercano a Fidel, explica a CubaNet que la exesposa había denunciado con antelación presuntos episodios de violencia sufridos en el matrimonio.
“Uno de los policías de la estación de Línea y Malecón ―donde se tramitó la denuncia― es un hermano nuestro; y fue quien averiguó qué estaba pasando. La esposa de Fidel había visitado la Unidad, llorando, porque tenía miedo de llegar a la casa y que él intentase algo contra ella”, contó Rodríguez.
En estos casos, según explicó el agente del orden, la Policía toma por oficio medidas de protección sobre los demandantes. “A veces se hacen cartas de advertencia y, otras, lo que hicieron con Fidel: una orden de restricción”, acotó el entrevistado.
Leydi Beatriz de la Peña Matos, la exesposa de Fidel, reside actualmente en Estados Unidos. CubaNet intentó contactarla, pero las gestiones fueron en vano. A través de Facebook sí se pudo localizar a Elani Ortiz de la Peña, una de las hijas de Leydi y Fidel, quien rechazó ofrecer información sobre su familia.
Según el propio Fidel, la ruptura de su matrimonio afectó considerablemente su salud mental. Sus primeras lagunas mentales llegaron poco tiempo después, como consecuencia de un ayuno prolongado de 40 días. Dejó de reconocer a las personas y los sitios, olvidaba hacia dónde se dirigía o lo que hacía, explica ahora.
De cierta forma, su vida “aún no era tan terrible”, pues su madre lo atendía y sus tías le enviaban medicinas desde Estados Unidos. Lamentablemente, murieron sus tías y luego su progenitora, en 2013, según apunta.
Tras el fallecimiento de su madre, heredó la vivienda de la calle Tamarindo, en Santos Suárez, donde había tenido su iglesia. En pleno proceso de duelo, según cuenta Fidel y confirman varios vecinos suyos, algunas personas aprovecharon su estado para robar las pertenencias de la casa: refrigerador, lavadora moderna, utensilios de cocina, lámparas, equipos de audio, instrumentos musicales, reproductores de video, cámaras, muebles y otros artículos.
La casa se esfuma
Fidel asegura que su hija Yenisleydis Ortiz Valdés ―fruto de su primer matrimonio―, quedó a su cargo, cerró la casa de la calle Tamarindo, en Santos Suárez, y lo llevó a vivir con ella.
No pasó mucho tiempo y su hija “negoció” la casa de Tamarindo, dice Fidel. Sin embargo, Yenisleydis dijo a CubaNet que su abuela, en el lecho de muerte, le había pedido que se apropiara de la vivienda dada la incapacidad mental de Fidel, a quien le pidió que cuidara.
Pero antes de agenciarse legalmente y permutar la casa de su difunta abuela, ya Yenisleydis la había empeñado a un prestamista. El trato establecía que, en el cambio, el nuevo apartamento adquirido por la joven cubriría la totalidad de la deuda. “En conclusiones, perdí el apartamento, por eso no se lo pude dar [a Fidel] tampoco”, dice ahora.
Cuando Fidel quedó en las calles, su hija Yenisleydis tenía cuatro hijos. Ahora tiene cinco y asegura que en tales circunstancias no puede hacerse cargo de su padre: “Antes yo le garantizaba almuerzo, comida y hasta le daba algún dinerito. Él se fue porque quiso y ya no puedo tenerlo conmigo, es mucha la carga”, precisa.
Aun en ese punto, se supone que Fidel pudiera ir a uno de los “centros de deambulantes” creados por el régimen cubano. Ileana Rodríguez, trabajadora Social del municipio Diez de Octubre, explica a CubaNet que en el país existen centros de internamiento que ofrecen asistencia médica y alimentación gratuita a “personas como Fidel”.
Al Centro de Protección Social de La Habana, una antigua unidad militar ubicada en las afueras del poblado Las Guásimas, municipio Arroyo Naranjo, cada jornada arriban decenas de mendigos que son “atrapados” en la ciudad. Sin embargo, la mayoría termina huyendo del hacinamiento, el hambre y los maltratos del personal que trabaja en el lugar.
“Los jefes se lo roban todo y a los internos le dan sopa de caracol, cualquier invento. Esto viene siendo como un centro de concentración. Los locos ya no protestan porque les cogieron miedo a los golpes”, dice uno de los custodios del Centro de Protección Social de Las Guásimas, quien pidió mantener su identidad en anonimato por temor a represalias.
Cavilando en todos sus pesares, el antiguo “pastor de las calles” cuenta que incluso ha pensado en el suicidio. Fue un hombre bendecido ―dice―, y ahora no entiende qué pasó con su vida. Como última opción guarda la esperanza de que algunos de sus familiares residentes en Estados Unidos, incluyendo sus dos hijas menores, puedan encontrarlo y atenderle.
“Quiera Dios que alguien me los muestre en Facebook, por internet, para poder hablarles y contarles lo que estoy pasando. Necesito que me ayuden”, terminó.
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