GUANTÁNAMO, Cuba.- Este 15 de octubre se cumplen 115 años del nacimiento de Eugenio Florit, uno de los poetas más significativos de nuestra etapa democrática republicana.
Nació en Madrid y vivió en Barcelona y Port Beau hasta que se trasladó a La Habana cuando tenía quince años. En la capital cubana terminó sus estudios hasta graduarse como doctor en leyes y derecho público.
Formó parte del gobierno de Gerardo Machado al ingresar en 1927 en la Secretaría de Estado, una época en la que tuvo una activa participación en la vida política y cultural habanera pues se unió al Grupo de la Revista de Avance, publicación de vanguardia que existió entre 1927 y 1930 y agrupó a importantes intelectuales como Alejo Carpentier, Francisco Ichaso, Jorge Mañach, Juan Marinello, Félix Lizazo, José Zacarías Tallet, Agustín Acosta, Regino Boti, Mariano Brull y Lino Novás Calvo, entre otros muchos igualmente significativos para nuestra cultura.
En ese período ofreció conferencias, trabajó como actor de radio y en grupos de teatro de aficionados. A partir de 1940 trabajó en el Consulado General de Cuba en Nueva York y ese mismo año fue homenajeado por el Instituto Hispánico de esa ciudad. Posteriormente estuvo muy vinculado a la actividad docente aunque también colaboró con importantes publicaciones como la revista Social, Lyceum, La Gaceta Literaria de Madrid, Repertorio Americano (de San José de Costa Rica) y la Revista Hispánica Moderna de Nueva York, que codirigió junto con Federico de Onís y Ángel del Río hasta que en 1962 asumió totalmente la dirección.
Según el Diccionario de Literatura Cubana también realizó traducciones y recopiló y tradujo la Antología de la poesía norteamericana contemporánea.
Otra obra limitada por la política
Eugenio Florit es otro poeta desconocido por muchos cubanos y sin dudas el hecho tiene relación con la postura política que asumió con respecto al castrismo. Esencialmente demócrata, Florit no podía mirar con buenos ojos el advenimiento de otro régimen totalitario y así lo expresó públicamente. Quizás esa sea la causa por la cual sus poemas hayan estado ausentes del panorama poético nacional a partir de 1959. Un ejemplo del ostracismo al que ha sido sometida su obra lo tenemos en la antología “Poesía cubana de amor del siglo XX”, publicada por la Editorial Letras Cubanas en 1983 y que estuvo a cargo de Luís Rogelio Nogueras, donde Florit fue excluido a pesar de haber escrito excelentes poemas de amor.
Cintio Vitier afirmó en su extraordinario ensayo “Lo cubano en la poesía”, que desde “Trópico”, su primer libro importante, Florit se ligó a formas y temas cubanos, siendo un excelente cultivador de la décima. Un ejemplo de la finura y cubanía de sus versos es esta décima donde el poeta se refiere a los cocuyos:
Brillan luces voladoras
tan sueltas sobre la casa,
como luminosa masa
partida en tenues auroras.
Entre las brisas sonoras
son átomos de diamante.
Alza un brazo el caminante
al cruzar por la arboleda
y presa en la mano queda
una chispa titilante.
Quienes han estudiado su poesía coinciden en que Florit está en el grupo de los renovadores que aportaron no sólo novedad en el lenguaje sino también en el reflejo poético de la cubanía. Entre sus libros más significativos están “Trópico”, “Doble acento”, “Reino”, “La estrella”, “Asonante final” y “Antología poética”. “Conversación a mi padre”, publicado en 1949, está considerado por la crítica especializada como uno de los exponentes más altos de la poesía conversacional entre 1923 y 1959.
Salvador Bueno apunta en la obra citada que el ejercicio poético de Florit va conquistando aquella quietud y armonía de lo ceñido (…) donde lo barroco gongorista por una parte y la huella de Juan Ramón Jiménez por otra, se conjugan en un ejemplar verso pulcro y luminoso.
Junto con Mariano Brull y Emilio Ballagas, Florit fue durante años un excelso representante de la poesía pura. Es para quienes aman la poesía, un poeta imprescindible, una voz que se alza sobre la rutina y el silencio para apartarnos de la sordidez y lanzarnos hacia la luz más plena.