LA HABANA, Cuba -La cifra de personas obesas o con sobrepeso está aumentando en Cuba de forma preocupante, según el Instituto de Nutrición e Higiene de los Alimentos (INHA). Es una tendencia que habíamos notado únicamente entre los dirigentes del régimen y que, salvo excepciones, resultaría muy difícil constatar en los barrios marginales o en alguna de las 46 nuevas villas miseria de La Habana. Pero, en fin, si lo afirma la ciencia, quizá sea verdad.
Y según la ciencia de este instituto, la causa de que hayamos engordado tanto (durante los últimos veinte años, nada menos) radica en nuestro excesivo consumo de grasas, azúcares y carbohidratos. Por cierto, tales ingredientes nutricionales son también los de mayor presencia en el sancocho para engordar puercos, pero tal vez se trata de una casualidad traviesa.
Recordamos que hace unos pocos años, un grupo de funcionarios estatales se presentaba en cierto programa de la televisión capitalina para informar cómo se iba comportando la distribución de víveres (dicen que subvencionados) por las bodegas y otros establecimientos comerciales. Eran los responsables de mover los hilos del condumio. Y a la gente del pueblo les llamó la atención el detalle de que todos estaban pasados de peso, o al menos todos eran barrigones. Entonces rebautizamos aquel espacio como El programa de los gordos. La joda fue tan del dominio y del retozo popular que tuvieron que suspender el espacio.
Pero antes de irse del aire, los gordos en cuestión dejaron un mensaje nada subliminal: Quienes están gordos y con salud dentro de un conglomerado de flacos y desnutridos, al menos en esta parte del mundo, es porque comen mucho más y porque viven mejor que aquellos que dependen de las flacas cuotas asignadas por los gordos encargados de repartir la comida.
Hoy, a la luz de los cambios sufridos por nuestra economía, habría que hacer extensiva esta máxima a los nuevos ricos, quienes ya no dependen de las flacas cuotas de los gordos repartidores, sino más bien son sus cómplices en tanto engordan (ellos y sus bolsillos) gracias a las flacas cuotas.
Como creo haber dicho antes, la única diferencia hoy entre un nuevo rico y un dirigente del régimen radica en que estos últimos llevan guayabera, mientras que los otros visten con bermudas y gorras de los Yankees. Pero si los desnudas, no son sino dos grandes barrigas como yemas del mismo óvulo.
Claro que alimentarse bien no tiene que ser un requisito indispensable para el sobrepeso. Esto lo descubrió el régimen cuando se propuso promocionar ante el mundo nuestra gordura como un indicador más de lo mucho que nos hemos acercado a los estándares del primer mundo. Hasta qué punto pudieron ayudarle los científicos del INHA para la puesta en práctica de tal descubrimiento, es algo que no está a nuestro alcance discernir.
El caso es que fue entonces cuando les encomendaron la histórica tarea a los carbohidratos y a los azúcares y a las peores grasas, que si bien ocuparon siempre un lugar de fila en nuestra dieta, nunca antes se habían impuesto de un modo tan irremediable como en las últimas décadas, a través de las muy grasientas frituras y pizzas callejeras, o de dulces de harina de séptima categoría, entre otros salvadores de la patria.
Aun así, no a todos les fue concedida la gracia de engrosar las estadísticas de gordos comparables con los del primer mundo. Pues, hay muchos, millones, que ni siquiera tienen acceso frecuente a esa metralla que venden en cafeterías y kioskos. Y deben atenerse exclusivamente a las 20 onzas de frijoles, 7 libras de arroz, media libra de aceite y media libra de pollo que reparten una vez al mes por la libreta de racionamiento, más el diminuto pan de tosca harina que nos toca a diario. Y la verdad es que resulta difícil engordar dependiendo sólo de esas raciones para pajaritos.
De modo que ahora tenemos cuatro tipos de gordos o barrigones integrando las estadísticas primermundistas: a) los dirigentes (cuando un dirigente no es aquí barrigón, debe resultar sospechoso para los otros dirigentes, a la vez que resulta demasiado poco creíble para la gente de a pie); b), los nuevos ricos; c), los comedores de frituras y pizzas y torticas de morón, que más que gordos, parecen estar inflados como sapos al sol; d), los muy pobres, que son la mayoría y que sólo engordan por enfermedad, ya que aunque el INHA no lo precise, existen los gordos anémicos.
Claro, siempre habrá quien objete que para ver auténticos gordos cubanos hay que ir a Miami. Pero nadie podría discutir que no es lo mismo engordar con los inigualables panes con bistec o con lechón, las suculentas hamburguesas de McDonalds, o los súper batidos de guanábana del Versalles, que con las fritas refritas en manteca recontra-reciclada o los churros de gruesa harina (pues la yuca está muy cara) que venden en las calles habaneras.
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