LA HABANA, Cuba.- No creo en lo extraordinario del parto de Catana si antes ella no fue protagonista de muchos embarazos, de numerosos partos; por eso cambié esa frase tan común, tan socorrida e irónica, que advierte que “éramos pocos y parió Catana”. Sin dudas no resulta eficaz esa advertencia de un nuevo alumbramiento, en una Cuba tan envejecida, lo que sería recibido con cierto entusiasmo por las autoridades, por esos mandos que hasta se deciden por ciertas campañas para estimular los embarazos y los partos en un país con una población tremendamente envejecida, en todos los órdenes.
Advierto entonces que no dedicaré tiempo alguno a demostrar cuan pocos somos los cubanos, y mucho menos a los poquísimos que serán en un futuro próximo, más señalado aún por la escasez de preñeces, por la abundancia de mujeres que decidan a favor del uso de anticonceptivos y en contra del embarazo. Sin dudas el uso de condones y todo tipo de abortivos podría resultar un buen tema para el debate, y de paso para visibilizar mucho más el envejecimiento poblacional en la isla, pero la “ironía” del título intenta, “únicamente”, poner el ojo en otros asuntos, quizás más graves, y que tengo la certeza de que podrían guardar relación con el ínfimo número de gestaciones.
Lo que me importa ahora es el crecimiento de otros “partos” en la isla, esos que traen un sinfín de desgracias. Éramos, somos todavía y también seremos, el Dengue, el Sika; éramos, somos, chikungunya sin antiinflamatorios y analgésicos; éramos, somos, la conjuntivitis hemorrágica y las neuropatías; éramos, somos, la mala alimentación, la ausencia de medicamentos; somos los dientes sucios y la halitosis cada vez que desparecen las cremas dentales nacionales para dar paso a las muy caras que produce el “enemigo”.
Somos un país azotado por fenómenos meteorológicos, por una industria depauperada o casi inexistente, una isla de campos desolados, de improductivos plantíos de moringa y de caprichos, de salud acosada por un mosquito, por una rata, y como si todo eso fuera poco, hasta por un caracol gigante que vino desde muy lejos, desde África, y amenaza con quedarse para siempre, con unirse a las tantísimas tribulaciones que a Cuba asisten, acosan, matan.
Somos un país invadido por lo peor del África, aunque lo que más querríamos es que de allí nos llegara un poquito de sus habitantes buenos, sus muchos, y tan valiosos, recursos naturales. Sería bueno que de allí llegara a esta Isla: el manganeso y el cobre, el hierro de Mauritania o el plomo de Namibia, los diamantes angolanos, el zinc de Zaire, el platino, el cobre, el oro y el cobalto. Ojalá que ahora, cuando andan tan mal las cosas en Venezuela, nos mandaran un poquito de Uranio desde Sudáfrica.
Triste destino el nuestro. Después de que se perdiera en aquel continente la vida tan preciada de miles de cubanos, ahora recibimos lo peor, el Caracol Gigante Africano, una especie exótica e invasora que resulta reservorio de dañinos parásitos que podrían enfermar y matar a un sinnúmero de cubanos. Para allá mandamos médicos y de allí recibimos caracoles gigantes asesinos, en lugar de minerales, que ya son habituales en doce provincias del país, y amenaza los cultivos, la biodiversidad, la salud de los cubanos, aunque en África tengamos a tantos médicos que reportan beneficios al gobierno, y a nosotros enfermedades.
Tantos muertos que dejamos en Angola, en otros sitios africanos, y ahora nos llega desde el muy rico continente un bicho omnívoro que se adapta a cualquier ambiente, incluso al tan depauperado “contexto” cubano; y el muy malvado puede colocar hasta quinientos huevos, y adora habitar esos entornos ocupados por humanos, por los cubanos subalimentados y propensos a cualquier enfermedad que venga de África, o de cualquier parte.
Ahora habrá que atacar al mosquito y al maldito caracol que de África nos llegara, y si para comer vegetales tenemos que vivir grandes odiseas, ahora podríamos también enfermar si los conseguimos y los comemos luego, y hasta morir podemos. Ahora tendremos que cuidarnos de cualquier cosa que vaya a la boca, y quemar esos bichos si es que nos tropezamos con ellos y si tenemos fósforos, combustibles pa’ rociarlos.
Es por eso que creo que “éramos muchos y parió Catana”; éramos, somos, muchas miserias, muchas enfermedades, muchos sustos y angustias infinitas. Ahora que se habla de usar la bacteria Wolbachia para esterilizar al mosquito macho del aedes, nos llega el caracol africano.
Supongo que nadie ponga ahora en duda que: “Éramos muchos y parió Catana”. Y lo peor es que no sabemos cuál será el próximo “parto”, la desgracia que está por llegar. ¿Será un rabo de nube? ¿Será un huracán? ¿Enfermedades infinitas? ¿Más derrumbes? ¿Más represiones? ¿Más vigilancia y persecución? ¿Menos medicamentos? ¿Menos petróleo y más apagones? ¿Más hijos perdidos por el mundo? ¿Más hijos paridos por Catana?
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