LA HABANA, Cuba. – Los desencuentros entre las autoridades de Cuba y su pueblo con motivo de la COVID-19 han sido notables. Y conste que me refiero no sólo a los inconscientes que, hartos de las limitaciones, concurren a fiestas que se convierten en eventos en los que la dolencia se difunde con amplitud. Ni a los compatriotas que, desesperados por paliar el desabastecimiento, se arremolinan en las nutridas colas permitidas por las autoridades, irrespetando todas las reglas de distanciamiento social.
Me refiero también a la forma en que el régimen de La Habana tuvo que suspender el curso escolar allá por el mes de marzo. Cuando el virus chino aún no había llegado a la Isla, se permitía el arribo de turistas extranjeros. Incluso algún intento hubo de hacer propagando al destino Cuba, presentándolo como un lugar seguro, apropiado para huir de la pandemia. Una postura absolutamente irresponsable y hasta suicida.
Por aquellas mismas fechas —el 16 de marzo, para ser más exacto— el diario oficial Granma publicaba un material de título pretencioso: “¿Cómo se preparan las escuelas para COVID-19, sin interrumpir las clases?”. La voz cantante la llevó Ena Elsa Velázquez Cobiella, ministra del ramo, que exhibió una prepotencia llevada al paroxismo.
“Ya el coronavirus entró a Cuba, ahora hay que impedir que se propague, que llegue a nuestras escuelas”, expresó la encumbrada burócrata. Y aludiendo a epidemias anteriores afirmó: “En ningún momento hemos tenido que cerrar el curso escolar”. A modo de ilustración, una edificante foto publicada en el mismo material mostraba a los alumnos “cómo toser para proteger a sus compañeritos”.
La idea central —pues— era continuar el curso a como diera lugar. En lo único que pensaban los altos jefes era en “sesiones de capacitación para los trabajadores”; en “no permitir la entrada a los centros educacionales de personas con infecciones respiratorias agudas”; en la “higienización de los locales… y de todas las superficies lisas”…
Las alucinaciones proseguían: “que tanto niños como trabajadores se laven las manos. Tiene que ser un ejercicio sistemático, no esporádico”. Los delirios se manifestaban asimismo en las alusiones al personal de la salud que atendería cualquier caso que se presentase. Todo esto reafirmaba otro titular del órgano oficial de unos días antes: “Solo en situación extrema se valorará cierre de las escuelas en Cuba, dice Ministra de Educación”.
¿Qué se hicieron esas recetas cocinadas en los conciliábulos de los altos burócratas de la instrucción y el adoctrinamiento en la Gran Antilla? Duraron lo que el consabido merengue en la puerta de un colegio. En definitiva, la decisión definitiva no la tomaron los “mayimbes”, sino los papás y mamás de a pie, que se negaron a enviar a sus muchachos a la escuela. Unas horas más tarde, las autoridades, ya ante los hechos consumados, “anunciaron” el fin del curso escolar.
Todo esto sucedía hacia finales del pasado marzo. ¡Aunque parezca una eternidad, hace apenas cinco meses! Las reminiscencias vienen al caso porque ahora las autoridades castristas han anunciado el reinicio del curso escolar (salvo algunas excepciones, entre las que se destaca la ciudad de La Habana) para el martes primero de septiembre.
Una vez más le ha correspondido a la ministra Velázquez Cobiella dirigir el concertado coro de altos funcionarios del régimen. Según las evaluaciones hechas por la titular de Educación, entre los aspectos evaluados con éxito se destacan “la organización de la escuela para garantizar el distanciamiento entre los alumnos en las aulas” y “las condiciones creadas para el cumplimiento de las medidas higiénico-sanitarias”.
En las redes sociales se han producido las inevitables reacciones a ese plan gobiernista. Muchos padres han expresado su oposición. Alcanzó notable difusión una frase sorprendente, pero irrefutable y contundente: “Los prefiero brutos que enfermos”. Algunas organizaciones opositoras y disidentes también han exhortado a no acatar el reinicio de las actividades lectivas.
¿Qué sucederá este martes? ¿Esta vez sí tendrán éxito los planes del castrismo? ¿O prevalecerá el deseo de los progenitores de no exponer a sus niños? Se tratará de una decisión importantísima. En su resultado no incidirá el pueblo de la capital ni el de otras zonas en las que ha rebrotado la pandemia y no está previsto el reinicio de las clases. Pero el resto de los cubanos sí tendrá la palabra.
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.