LA HABANA, Cuba.- Como la manía compulsiva de las reuniones es un mal impuesto a todos los niveles y ámbitos de la sociedad cubana, es lógico que no pasen tres días sin que sea inaugurado en el país algún congreso, algún tipo de conferencia nacional o internacional de tal o mascual organismo o, en fin, cualquier evento de “alto nivel” acerca de algún asunto supuestamente muy importante que, en general, no tiene ningún vínculo con la realidad ni con los problemas reales de los cubanos.
En casi 60 años de eso que por costumbre seguimos llamando revolución, muchos componentes de una sociedad normal —desde los valores cívicos y el ciudadano real hasta la prensa libre y la ley para todos, por ejemplo— han desaparecido o se encuentran en peligro de extinción, mientras los elementos parásitos y absurdos como la voluntad congresística —recordemos aquella “voluntad hidráulica”— siguen cobrando vigor.
O sea, cuanto más grave resulta la escasez de alimentos, más congresos sobre este tema se realizan; cuanto más bajo siguen cayendo la educación y la salud, más congresos sobre pedagogía y medicina se realizan; cuanto más asfixiante se torna la existencia para la tercera edad y más inhabitable resulta el país para los jóvenes, más congresos de gerontología y eventos de la juventud comunista se suceden. Aunque la mayor parte de la población carezca de acceso a Internet, los congresos de informática son cada vez más frecuentes.
Uno se pregunta para qué se hacen tantos congresos, conferencias, encuentros, coloquio, debates y reuniones. Es difícil, y resulta bastante poco racional, aceptar que el propósito fundamental sea solo de naturaleza dramatúrgica. O sea: puro teatro: una constante circulación de simulacros sobre un escenario central, un parloteo incesante que ahogue el doloroso clamor de las personas reales.
Ya en 1979 se terminó de construir el Palacio de Convenciones de La Habana, una institución especializada en esos acontecimientos del imaginario político. En sus 60 mil metros cuadrados, cualquier tipo de simposio, convención, feria o cotorreo nacional o internacional sobre el tema más estratosférico puede encontrar un acogedor tablado.
Entre las imágenes de Cuba que el gobierno castrista exporta está que nuestro país ostenta “un alto reconocimiento internacional que lo sitúa entre los primeros de América para la modalidad de eventos”, y cuenta con “centros de convenciones habilitados con las más modernas técnicas de la informática y las comunicaciones, recintos feriales, hoteles y un personal profesional”. De hecho, “los avances en ciencia, salud, cultura, medio ambiente y deporte le permiten a Cuba organizar cada año más de 300 reuniones a las que asisten participantes de todo el mundo”.
En lo que va de año se han celebrado innúmeros encuentros como el VIII Congreso Internacional de Ingeniería Hidráulica o el IX Seminario Internacional del Uso Integral del Agua. Y también la IX Conferencia Internacional de Energía Renovable, Ahorro de Energía y Educación Energética. Y el evento Cibersociedad Cuba 2017. Y el XXIV Congreso de la Asociación Latinoamericana de Parques Zoológicos y Acuarios. En fin, la página web Solways Cuba brinda un calendario completo de los eventos que se realizan en Cuba durante todo el año.
Algo notable en estos encuentros es que resultan imprescindibles el cinismo, la adulación servil y hasta la mentira más impía. Por ejemplo, en el Coloquio Internacional El derecho de las personas mayores en el mundo se debatió sobre aspectos relacionados con “el aislamiento y la soledad, la pobreza, los maltratos, el acceso a los derechos, los cuidados y los cuidadores”, tras el cual el presidente de la Federación Internacional de las Asociaciones de Personas Mayores, Alain Koskas, declaró al periódico Granma que “los adultos mayores en Cuba saben lo que quieren”.
Nadie se confunda con esa frase. Se refería el señor Koskas a que los participantes cubanos mostraron al mundo “cómo, siendo adulto mayor, se puede ser un ciudadano activo y tener su destino en las manos, sin que importe la edad”. Confesaba el entrevistado que “Cuba nos ha enseñado hasta qué punto la educación y la salud son dos elementos importantes en la política cubana, que da sus frutos a las personas de avanzada edad, para que puedan envejecer con buena salud mental y física, pero también ciudadana”.
En definitiva, según Koskas, “hemos aprendido que las personas mayores en Cuba saben lo que quieren en términos de amistad, de recreación, cultura de enseñanza, formación y de amor”. Es de suponer, por lógica, que muchos de los participantes extranjeros habrán comenzado a hacer trámites para venir a vivir en este maravilloso país sus últimos años.
Cuando uno ve este carnaval interminable de mentideros, resulta muy contradictorio y hasta demasiado inexplicable que el encuentro más importante de ciudadanos que debiera realizarse en el país, la cita de la Asamblea Nacional del Poder Popular, tenga lugar solo una vez al año, durante pocos días y solo para desentumecer el brazo de la aprobación automática. Ojalá este órgano fuera al menos un “Charlamento”, como llamaba Miguel de Unamuno al Parlamento. Pero ni eso, sino únicamente un periqueo apresurado y unánime.