LA HABANA, Cuba.- El Boeing 737-200 siniestrado el 18 de mayo de 2018 cuando despegaba de la pista del Aeropuerto Internacional de La Habana, donde murieron más de cien personas, pasará a la historia por muchas razones. Son tantos los culpables de este mortal accidente, que no bastaría un Combinado del Este habanero para guardarlos, ni la prisión más grande de México.
Este Boeing, fabricado hace casi cuarenta años en Estados Unidos, es uno de los aviones de vuelos comerciales más antiguos todavía en uso, arrendado por Cuba a Global Air mexicana. Que sea antiguo, según los expertos, no quiere decir que sea inseguro, porque lo fundamental es el mantenimiento que reciba: sobre todo pasar por revisiones periódicas en las que se desmonte por completo cada elemento para comprobar si ajustan bien. Su antigüedad es un obstáculo a la hora de investigar, porque su sistema de recolección de datos es más lento y de menor calidad. No contaba con un sistema informativo que pudiera avisar de manera rápida a la tripulación sobre los fallos que pudiera estar presentando. Sus características señalan que consumen mucho combustible y que hacen tanto ruido que en algunos aeropuertos no los dejan aterrizar.
El Boeing 737-200 fue arrendado por el gobierno cubano un mes antes del accidente, pero desde mucho antes se sabía que su funcionamiento no era correcto, incluso desde el pasado año, cuando fue arrendado por Honduras para cubrir la ruta Habana-Guyana.
Herbert Field, director general de la autoridad de Aviación Civil de Guyana suspendió el permiso de volar de esta aeronave porque “el desempeño del avión no era bueno”.
¿Esto no lo supo la dictadura castrista, ni su Seguridad del Estado, ni sus medios de prensa?
Es posible que tampoco supiera que un antiguo piloto mexicano de la compañía mexicana Global Air, a la cual pertenece dicho Boeing, llamado Marco Aurelio Hernández, declaró al periódico mexicano Milenio, que en 2013 él había puesto una denuncia por “falta de mantenimiento”, por fallas de motor y problemas eléctricos de la aeronave.
Tampoco supo Cuba que, según otro piloto jubilado de Cubana de Aviación, que a principio de 2011 varios inspectores le habían sugerido que no trabajara en la firma mexicana Global Air, puesto que existía un expediente de Seguridad Aeronáutica de Cubana donde se recomienda a la compañía que no se arriende más aviones a la Global Air.
También se sabía que muchos sobrecargos, aeromozas y personal de seguridad de vuelo, se habían negado a volar en esa aerolínea, como por ejemplo, Myrna Díaz, una joven mexicana que trabajó durante tres años en dicha Compañía como sobrecargo y desde hace más de un año había denunciado “las condiciones absolutamente inseguras en que volaba el Boeing 737-200”. Luego de sus denuncias, no recibió respuesta ni la volvieron a llamar para que volara.
Al referirse al accidente del 18 de mayo, exclama Myrna Díaz: “Era algo anunciado. No fue una sorpresa para mí. Es algo que se esperaba”.
Cuenta en su testimonio del 25 de mayo del año actual a Agencias, y tomado de CubaNet el 26, que en la mayoría de los viajes carecían de algo: de radar, de cojines-salvavidas, de botellas de oxígeno, etc.
La primera caja negra del Boeing 737-200 se encontró a los pocos días del accidente. Armando Daniel López, jefe de la Comisión de Investigación creada por las autoridades cubanas y presidente del Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba, comunicó en declaraciones que esta caja negra es la que registra las voces en la cabina de control.
Nada más dijo. Aún no se sabe qué dijeron los pilotos.
Dijo además que la segunda caja negra también apareció, pero nada se sabe aún.
¿Tendremos que esperar un año para que la dictadura castrista informe a la población sobre la historia del Boeing 737-200? ¿Dirá la verdad sobre por qué cuenta con una de las flotas de aviación civil más antiguas del mundo -no a causa del embargo comercial de EEUU-, sino porque carece de dinero para comprar aviones y piezas de repuesto, ya que los financistas extranjeros no quieren ofrecer crédito?