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Terminó el conteo del rebaño

Los resultados públicos del “sondeo” llevado a cabo por el régimen este domingo no importan a los gobernantes, puesto que ellos mismos elucubran artimañas para aumentar los datos de asistencia y boletas “válidas”

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LA HABANA, Cuba. – No importa lo que se publique en la prensa y redes sociales a favor o en contra mientras continúen llamando “elecciones” y “votación” a lo que, a lo sumo, debiéramos considerar como un “sondeo”. 

Para los verdaderos propósitos del régimen, apegándose incluso a los manuales más clásicos del Partido Comunista, la cuestión es que haya ruido hacia el exterior y que el mundo, donde una mayoría se conforma con leer los titulares, se entere de que en Cuba existe un “proceso eleccionario”. 

Si ese proceso es “bueno” o es “malo” no es trascendental, mucho menos para una época en que no existe sistema político en todo el orbe a salvo de las críticas, de los escándalos. Y la dictadura intenta usar esa atmósfera de “desconfianza global” a su favor. 

Pero ese fin “publicitario” apenas es un propósito “secundario”, como por carambola del objetivo principal, que no es otro que servirse de un eficaz mecanismo para saber, con cierto grado de exactitud, no tanto cuánta es su “popularidad” real sino cuán efectivos son sus mecanismos de sometimiento, es decir, cuántas personas aún, a pesar del indiscutible descontento popular, terminan cediendo ante las presiones del “sistema”, más que a la propaganda oficialista, ya casi sin efecto.

No se trata de medir “popularidad” porque ese dato ya se verifica fácilmente en las cifras del éxodo masivo, en las colas infinitas para solicitar pasaportes y visados, en los decrecimientos en las filas del PCC y hasta en los rostros de las personas que hacen fila para el pollo o el pan, sino de tener una idea sobre cuántos dentro de esa “masa de fieles e infieles” aún descontentos continúan respondiendo a las presiones de sus tantos mecanismos de presión, entiéndase sindicatos, administraciones de empresas, organizaciones “de masas”, policía política más las disímiles formas de chantaje político y emocional que conocemos quienes vivimos el día a día en Cuba.

El régimen necesita tener una idea lo más cercana a la realidad sobre cuántos responden de manera positiva (“votar por todos”) o negativa (no acatar el “voto unido”, dejar en blanco o anular la boleta) y, además, cuán rápido o lento obedecen esa orden como rebaño (quiénes acuden temprano y quiénes llevan su máximo nivel de “rebelión” apenas al punto en que deciden dormir la mañana o votar solo cuando falta un minuto para el cierre del proceso). 

Esos datos le son necesarios al régimen para saber con cuánto “nivel de miedo” y de “convencimiento” operan de manera efectiva sobre el rebaño, ya que los desfiles y marchas, que también funcionan como sondeo de la masa, apenas le ofrecen una imagen única de conjunto que no discrimina en “grados de lealtades”, grupos etarios, escolaridades y otros, puesto que no media un cuestionario, y tanto la boleta como los registros tienen esa función: saber qué por ciento de esa masa —y qué calidad— acude cuando y como se le pide que lo haga (temprano y marcando el círculo en la boleta), qué número de personas obedece a medias y cuántos son totalmente “desleales” (al no asistir aún estando en Cuba).

Los resultados públicos de ese “sondeo” ni siquiera importan al régimen (eso pertenece a la parte “publicitaria”), puesto que ellos mismos —sin observadores externos que actúen como observadores y garantes del proceso—, conocen de las artimañas a las que recurren para aumentar los datos de asistencia y boletas “válidas”. 

En realidad los datos que más les interesan, y que más tarde estudiarán minuciosamente, porque son los que revelan la magnitud real de su dominio del rebaño, no los amañan, y entre estos tienen mucho más valor los que son recogidos durante las primeras horas del proceso, antes del mediodía, porque ahí está precisamente la masa más obediente y, dentro de esta, la más temerosa. Todo el que se registre más tarde, o se ausente, será parte del “rebaño bajo sospecha”.  

Pero el de “obedientes” es un número muy bajo —rondando el 20% y, aun así disminuido con respecto al sondeo de 2018, y posiblemente aumentado para la información pública— y una composición, en su mayoría de personas de la tercera edad, que no es para sentirse demasiados seguros de la efectividad de los mecanismos de presión sobre las generaciones más jóvenes, por lo que en estos momentos el régimen, aunque finja estar a gusto con los resultados, y aunque haya ajustado los ángulos de cámara en planos muy cerrados para que no se vea la desolación en los “colegios electorales”, en realidad debe estar muy preocupado. 

Un número que hubiera sido incluso mucho más bajo de haber dejado las tiendas en MLC abiertas, o de haber permitido que los mercados, tarimas, cafeterías y carretilleros  vendieran durante la mañana de este domingo 26, pero bajo el pretexto de paralizar el comercio “para que los trabajadores ejercieran su derecho al voto”, en realidad el régimen garantizaba para sí que el rebaño, incluso su parte más fiel, no dejara el inventario para dispersarse por ahí, en busca del pasto cotidiano, tan escaso.

Se vio obligado a cerrar los cuartones para que el ganado no escapara al conteo, aun así los índices de “rebelión silenciosa” han sido históricos, y no es necesario esperar a los “resultados oficiales” (que siempre llegarán inflados) para saber lo que en nuestros barrios sucedió este domingo. Es tanta la apatía, el desinterés, la indiferencia, el descontento, la desilusión en el “ganado de sacrificio” que, por los reportajes exhibidos en el noticiero de la televisión, daba la impresión de que las “elecciones” apenas fueron en Playa, Siboney, Nuevo Vedado y el reparto Kohly, lugares de residencia de la élite castrista junto con su “ganado de reproducción y exhibición”. 

Me imagino que las imágenes captadas por las cámaras de la TV en el resto de la Isla (con excepción de las de Díaz-Canel en Santa Clara, como si el presidente hiciera fila a diario para comprar el pan), no lograron pasar la censura. Cuatro carneros viejos en una cola a las 6:00 de la mañana no son nada fotogénicos, y aunque es la amarga realidad que tienen hoy los comunistas, y que necesariamente el régimen necesita “sondear” y estudiar para ensayar nuevos mecanismos de presión, no es bueno que el mundo se entere de que se están quedando solos. Nunca es agradable aceptar públicamente la derrota.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

Ernesto Pérez Chang

(El Cerro, La Habana, 15 de junio de 1971). Escritor. Licenciado en Filología por la Universidad de La Habana. Cursó estudios de Lengua y Cultura Gallegas en la Universidad de Santiago de Compostela. Ha publicado las novelas: Tus ojos frente a la nada están (2006) y Alicia bajo su propia sombra (2012). Es autor, además, de los libros de relatos: Últimas fotos de mamá desnuda (2000); Los fantasmas de Sade (2002); Historias de seda (2003); Variaciones para ágrafos (2007), El arte de morir a solas (2011) y Cien cuentos letales (2014). Su obra narrativa ha sido reconocida con los premios: David de Cuento, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en 1999; Premio de Cuento de La Gaceta de Cuba, en dos ocasiones, 1998 y 2008; Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar, en su primera convocatoria en 2002; Premio Nacional de la Crítica, en 2007; Premio Alejo Carpentier de Cuento 2011, entre otros. Ha trabajado como editor para numerosas instituciones culturales cubanas como la Casa de las Américas (1997-2008), Editorial Arte y Literatura, el Centro de Investigaciones y Desarrollo de la Música Cubana. Fue Jefe de Redacción de la revista Unión (2008-2011).

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