LA HABANA, Cuba. – Hay noches en las que me cuesta conciliar el sueño, noches en las que llego despierto a la más profunda madrugada y, como aquel personaje de Virgilio Piñera, doy vueltas y vueltas en la cama, y hasta enciendo un cigarro suponiendo que con la última fumada venceré al insomnio; sin embargo, a diferencia del personaje “piñeriano”, nunca me volé la tapa de los sesos, y quizá por esa cobardía me sigo dejando llevar por esos pensamientos que asisten a mis múltiples desvelos.
Hace dos madrugadas, y en medio de la vigilia, pensé en las maneras escogidas por los últimos “presidentes” cubanos para pronunciarse ante sus subordinados sobre cualquier tema, que siempre es el mismo, que cada vez es la “revolución benefactora frente al enemigo cruel y despiadado”. Pensé entonces en los interminables discursos de Fidel Castro y en las “reflexiones” que publicó en la prensa tras su enfermedad, y hasta comparé su omnipresencia con la visibilidad más discreta, al menos en apariencia, de su hermano Raúl.
Y finalmente llegó a mi cabeza, a la oscuridad de ese cuarto en el que yacía mi cuerpo despierto y mi cabeza insomne, Díaz-Canel, y pensé en el hecho de que este tampoco había renunciado a los discursos, pero si entendió muy bien que no podría hacerlos tan exageradamente dilatados como Fidel Castro, aunque si con mayor frecuencia que Raúl. Y tras pensar en los discursos del nuevo “jefe”, cavilé sobre su vocación “tuitera” y también en su aparente apego a la brevedad que imponen las redes sociales.
Resulta que en la tarde que precedió a esa noche, me enteré por el “Granma” de un tuit en el que Díaz-Canel advertía, refiriéndose al levantamiento en la ciudad de Cienfuegos que: “En nuestra historia están las respuestas”; según el reseñador, “de cuyo nombre no quiero acordarme”, se trataba de “una frase contundente”. Sin dudas el amanuense no está muy claro, como si lo estaba Virgilio Piñera, de qué cosa es lo contundente. Sin dudas, contundente es el insomnio, el disparo del personaje piñeriano, y no un tuit que intenta explicar lo que es el agua tibia. Este periodista, como Canel, no aprendió aún a “superar lo obvio”.
Claro que la historia ofrece respuestas, pero… ¿cuáles son las respuestas que ya están en nuestra historia? ¿Cuáles son las que se repiten? La respuesta la tuve en la tarde de este miércoles 11 de septiembre, y aunque no sea, al menos hoy, tan trágica como el atentado a las torres gemelas de Nueva York, ni tan catastrófica como el golpe de estado de Pinochet en Chile, o como aquella inundación que acabó con la vida de 2000 habitantes de los 7000 que hasta ese día poblaban un pueblito toledano, sí que nos dejó bien desajustados a muchísimos cubanos.
En esa tarde de ayer, Díaz-Canel, el mismo que nos advirtió que: “En nuestra historia están las repuestas”, se apareció hoy con la prueba más contundente de que cuanto dijo era muy cierto. Y es que este hombre nos contó, aunque hiciera todo cuanto pudo para no alarmarnos, que no hay petróleo, y para suavizar, para disminuir el impacto de la noticia, nos hizo creer que no sería igual que durante aquellos tristísimos, desesperantes, años del “Periodo especial”, aquel que nos llegó tras el “desmerengamiento” del socialismo europeo.
“En nuestra historia están las respuestas”. La historia se repite y ahora viene lo más feo; aunque él se empeñe en suavizarlo, volveremos a la tristeza del fogón, al hambre, a los apagones, y desaparecerá el transporte público, mientras se harán presentes un montón de enfermedades que acompañan a la desnutrición, y que se agrava cuando no existe medicación posible.
Vendrán los asaltos, y quién duda que hasta la muerte de un pobre trabajador al que intenten arrebatarle su pobrísimo salario, y luego a otro, después lo mismo, y… Ahora llegará el “sálvese quien pueda”. ¿Y quienes podrán salvarse? La respuesta es obvia, se salvará Antonio Castro que volverá a Bodrum a hacer sus vacaciones, o quizá a otro paraje más exótico. Se salvará Mariela Castro de los apagones, porque en su casa no habrá que prescindir del fluido eléctrico y, lo que es peor, las lámparas que seguro cuelgan del techo no exhibirán bombillos ahorradores. Mariela Castro comprará una vez más, en Roma, en París o Nueva York, bombillos incandescentes.
Nuestra historia más reciente nos ofrece las respuestas, pero el presidente no tendrá apagones ni sufrirá el hambre. ¿Será eso lo que quiso decir Díaz-Canel en su tweet? ¿Nos estaría advirtiendo que jamás en la historia moderna los presidentes cubanos conocieron los apagones? “En nuestra historia están las respuestas”, eso escribió, y como decía mi abuela: “Cada cual ve el convento según le va adentro”. Yo, como mucho de los que estuvieron frente a la pantalla del televisor para mirar la “Mesa redonda”, o “retonta”, como también fuera bautizada, quedamos aterrados, llenos de miedo.
Y es que a pesar de todo el optimismo que se empeñó en regalarnos el presidente, a pesar de toda la vaselina que nos untó desde su podio televisivo, quedamos aterrados y con las sospechas, certezas, de los apagones que están por llegar, y también con el convencimiento de que sufriremos por el hambre y las enfermedades, que reviviremos la desesperación, la del periodo especial, la de la reconcentración de Weyler Eso fue lo que quizá, con mucho cinismo, intentó advertirnos con su tuit, y el periodista nos quiso dar gato por liebre. Cuando Díaz-Canel escribe: “En nuestra historia están las respuestas”, yo prefiero leer a Jacinto Benavente, ese escritor cursi y frívolo, pero que dijo algo mejor en tiempos en los que no existían Facebook y Twitter: “Una cosa es continuar la historia y otra repetirla”.
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