LAS TUNAS, Cuba.- “No hay que darle más vueltas. El socialismo de la continuidad castrista no es perfectible. Agotó sus posibilidades. El dilema de Cuba hace mucho que va más allá de la dicotomía izquierda-derecha. Se trata de libertad o dictadura”, dice Luis Cino en su artículo “El dilema de Cuba no es entre derecha o izquierda”, publicado por CubaNet este miércoles.
Vamos a ver. Hagamos un ejercicio de derecho constitucional comparado partiendo de las primeras palabras de dos constituciones. Plagiando las tres primeras palabras de la Constitución estadounidense que dice: “Nosotros el Pueblo de los Estados Unidos”, el preámbulo de la vigente Constitución cubana también comienza diciendo: “Nosotros, el pueblo de Cuba”. El plagio fuera nimio si concerniente a la letra y el espíritu de la constitución estadounidense y la cubana _tomadas como ejemplos de bancadas ideológicas_ no existiera un abismo que va más allá de un credo político, a simple vista, identificable desde cualquier lugar del mundo a través del significado de dos símbolos: uno, en Nueva York, el de la estatua de la libertad; otro, por allá, por Moscú, el cadáver embalsamado de Lenin.
Un símbolo significa de hecho y de derecho como su nombre lo señala, la libertad; esa que compulsa al ser humano a ir hasta donde le alcancen sus fuerzas, no, hasta donde le permitan ir. Pero el cadáver embalsamado de Lenin nos recuerda la indefensión del ciudadano frente al Estado; Lenin nos recuerda, y, a los cubanos más que recordar nos hace vivir la llamada “dictadura del proletariado” que, por maniatar libertades y fuerzas productivas, poco o nada tiene de proletaria, entiéndase de clase trabajadora, productora, y sí mucho de parásita; y, el parasitismo es intestino, no está ni en el extremo derecho ni en el izquierdo: está enquistado, la inutilidad es sistémica, visceral, aunque en la Constitución, usted lea algo así como, “la soberanía reside en el pueblo”.
Y la estatua de la libertad allá en Nueva York, símbolo de liberación humana, no porque alguien libertó a las personas, sino porque las personas se libertaron así mismas, viene mediante una paradoja diabólica a hacernos un recordatorio a nosotros los cubanos; recordatorio que, a la vez, constituye una advertencia: Vea usted. De colonia de España objeto de destierro de sus hijos, el totalitarismo castrocomunista transformó a Cuba en institución de destierro, como un día, lo fue el imperio británico desterrando súbditos a las 13 colonias que, liberadas del colonialismo, hoy son los Estados Unidos de América. Luego, es útil preguntarse: ¿Cuánto de colonialista tiene la doctrina del militarismo castrocomunista que rige los destinos de los cubanos hace ya más de 60 años?
Miren, pueden comprobarlo, son datos históricos y sociológicos, no doctrinarios. En 388 años de colonialismo español, desde 1510 y hasta 1898, el pueblo de Cuba tuvo menos desterrados que en 62 años de militarismo castrocomunista, período comprendido desde el 1.o de enero de 1959 y hasta el día de hoy. Durante la guerra civil que vivió Cuba entre 1959 y 1965, en solo dos días, entre el 7 y el 9 de septiembre de 1963, desterrando del mismo modo que el capitán general Valeriano Weyler reconcentró a la población campesina durante la Guerra de Independencia, militares y comisarios políticos a las órdenes de Fidel Castro desterraron más de tres mil personas residentes en las montañas del Escambray, entonces provincia de Las Villas, acusadas de “colaboradores de bandidos”, que fueron “trasladadas” a la provincia de Pinar del Río.
Yo mismo, allá por 1961 un niño, escuchaba decir… “La Ori es la candela”; imaginaba a Ori como una mujer abrazadora, maligna, rompiendo hogares, separando matrimonios, dejando hijos sin padres, y, esas desgracias, que ocurrían a personas amigas o conocidas de nuestra familia, que desaparecían de un día para otro, tragadas por la cárcel, el paredón de fusilamiento o el exilio, pero que en mi mente infantil no tenían cabida esas figuras “legales”, sino que creía que los que ya no estaban era por obra y gracia de Ori, “la candela”, hacía que me mantuviera alerta, siguiendo a mi papá, por si Ori venía a llevárselo, porque según mi madre, mi padre era un “don Juan”.
Pasado más de medio siglo, sonrío cuando los comunistas cubanos dicen ser “continuidad”. Sí, son eficiente seguimiento de Ori, rompiendo hogares, separando matrimonios, dejando hijos sin padres y padres sin hijos. Ahora mismo, después del 11 de julio, en Cuba hay cientos de mujeres y hombres presos, llevados a la cárcel o a los hospitales-cárceles por Ori y su “continuidad”. Ori no fue una mujer solitaria ejerciendo el viejo oficio de la prostitución, sino un harén. Ori, las ORI, (Organizaciones Revolucionarias Integradas) parieron al Partido Comunista de Cuba (PCC), a la izquierda.
Pero no me refiero a la izquierda democrática que obtiene sus victorias en las urnas, por ejemplo, los laboristas ingleses; sino digo de una izquierda totalitaria, como la que en 1959 Fidel Castro negó, pero resultó ser: verde por fuera y rojo por dentro, como un melón, comunista, ambidextro, como muchos hoy. Y no se trata de ser de izquierda o de derecha, de lo que se trata es de ser honesto. Y la honestidad no es impuesta sino decidida.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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