LAS TUNAS, Cuba. – Forcejeando en una cola para comprar un poco de pollo congelado, gente acometiéndose entre sí cual ganado en estampida, rompió el pasado sábado una puerta de cristal en un comercio recién estrenado en Puerto Padre.
El comercio, de la cadena de tiendas de víveres llamada Ideal, precisamente, había sido inaugurado apenas 24 horas antes, mientras a sólo unos 120 kilómetros de allí, en Bayamo, en su discurso por el 26 de julio, el presidente del Consejo de Estado designado por el general Raúl Castro, Miguel Díaz-Canel, dijo:
“Fortalezcamos en nuestra gente la espiritualidad, el civismo, la decencia, la solidaridad, la disciplina social y el sentido de servicio público porque es uno de los grandes legados de nuestros próceres, y porque ningún progreso sería duradero si el cuerpo social se descompone moralmente.”
Allende la mar, mientras en Puerto Padre el remozado comercio abría la puerta destinada a hacerse añicos, y mientras en Bayamo Díaz-Canel afirmaba que “ningún progreso sería duradero si el cuerpo social (de la nación) se descompone moralmente”, en el centro de Miami, en el hotel Hilton, con el tema, “Cuba: crecimiento o declive. ¿Ha muerto la Revolución?”, sesionaba la 29 conferencia de la Asociación para el Estudio de la Economía de Cuba (ASCE).
Siguiendo la pista de la puerta rota en la tienda Ideal en Puerto Padre, el discurso de Bayamo de Díaz-Canel y el tema de la 29 Conferencia de ASCE en el hotel Hilton de Miami, nos preguntamos:
¿De cuál revolución hablan dentro y fuera de Cuba?
Además de insurrección, rebelión y sublevación, revolución significa cambio grande en una cosa, especialmente, en el gobierno de los Estados. En Cuba hubo una insurrección armada a partir del 30 de noviembre de 1956, con el alzamiento en Santiago de Cuba, dirigido a derrocar la dictadura instaurada por el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952.
Tomado el poder por la revolución el 1ro de enero de 1959, produjo cambios tan grandes, que ya para marzo de 1968 había expropiado desde los centrales azucareros hasta los cajones de los limpiabotas, manteniéndose la intervención del Estado en la propiedad privada hasta el día de hoy.
La 29 Conferencia de ASCE interrogó la existencia de la revolución atendiendo a dos categorías económicas: crecimiento o declive.
Crecimiento y depresión son términos identificables por las mayorías según las billeteras; si pagadas perentorias necesidades domésticas las carencias circunstanciales pasan a miserias cotidianas, entonces se produce una “situación humana”.
Según conceptuaron investigadores de la Universidad de Washington, hace ya la friolera de 71 años, “el ideal malogrado, la sensación de fracaso y la reacción agresiva”, en ese orden, ocurren las tres etapas de una común situación humana.
“Los sin dineros son primos hermanos del muerto”, decía un viejo cuatrero.
Y muerto de pura rabia se está cuando, poseyendo dinero, no se encuentra qué comer y en casa hay niños y viejos, y su mujer o su mamá o su abuela, lo esperan con la cazuela vacía junto al fogón.
Ese es el caso de nosotros los cubanos dentro de Cuba, donde las cifras económicas incongruentes con lo cotidiano poco importan, por muy importante que sean los políticos o los economistas que las enuncien. La carne en cifras no cuece en el caldero.
Según dijo el ministro de Economía la semana pasada, en 2019 la importación de carne de pollo prácticamente se mantiene al mismo nivel que en igual período de 2018, sólo que en Cuba ahora hay mayor demanda de pollo porque el país produjo menos carne de cerdo.
“¡Ay, chico!”, exclamaría mi padre, que en paz descanse, de haber estado frente al televisor escuchando al ministro Alejandro Gil.
Según el Consejo Nacional de Economía de Cuba informó en 1956, en Estados Unidos debieron sembrarse 3 millones de acres de maíz y otras plantas forrajeras para alimentar los 5,5 millones de cerdos sacrificados para satisfacer las importaciones cubanas de carne salada, jamón, tocino y manteca en 1954.
Pero el 26 de julio de 1961, en Santiago de Cuba, en el discurso por el 8vo aniversario del asalto al cuartel Moncada, Raúl Castro afirmó:
“No mataremos los cochinos chicos, no cocinaremos las carnes con grasa, sino que sacaremos la manteca para el consumo; no mataremos las hembras, sino que las criaremos hasta que paran, para que aumente el número de cerdos en el país, y podamos, dentro de año y medio, tener suficientes cerdos para producir toda la carne y toda la grasa que queremos.”
“Frente al ataque imperialista sembraremos más maní, soya, girasol y otras plantas que puedan darnos el aceite que necesitamos, siguiendo para estas siembras los planes de desarrollo agropecuario. Alcanzaremos las metas sembrando cada semilla, cuidando cada mata.”
El llamado “cordón de La Habana”, produciría toda suerte de productos agrícolas; el “café caturra”, sembrado en campos y ciudades, transformaría a Cuba en caficultura del mundo; el pastoreo intensivo Voisin, multiplicaría la ganadería cubana; la “zafra de los diez millones”, haría de los cubanos azucareros sin par; el “vaso de leche”, anunciado por Raúl Castro también un 26 de julio, sería “para todos los que quieran tomarlo”; y así, planes y más “planes de desarrollo”, todos, promesas incumplidas por el castrismo en ya más de 60 años en el poder. ¿Por qué?
Porque la economía castrista no está diseñada para producir bienes de consumo ni mucho menos generar riquezas entre los cubanos, sino para asegurar la perpetuidad del poder castrista y hacer que los cubanos sobrevivan en connivencia con él.
Comenzando en febrero de 1960, la Unión Soviética entregó al gobierno de Fidel Castro un crédito de 100 millones de dólares, y, en los 30 años venideros, Moscú y todos los países socialistas dependientes del Kremlin, endosaron al Palacio de la Revolución en La Habana miles de millones de dólares. ¿En qué empleó ese dinero el castrismo?
El castrismo es incapaz de sobrevivir aisladamente dentro de las fronteras de Cuba. Extender sus estrechísimas líneas de defensa militares, políticas y sobre todo económicas, ha sido la estrategia castrista desde 1959 y hasta el día de hoy. Venezuela es el último ejemplo.
Desde hace algunos años y hasta ahora, por conveniencias económicas y políticas, generar autoempleo, atajar la inflación monetaria y maquillar su estatismo, el castrismo permitió los mismos pequeños negocios que expropió durante la “ofensiva revolucionaria” de 1968.
En Miami, invitados a la 29 Conferencia de ASCE, pequeños empresarios a los que los castristas eufemísticamente llaman “trabajadores por cuenta propia”, se lamentaron porque las medidas tomadas por la administración Trump han disminuido las visitas de los estadounidenses y con ello sus ingresos; “para el año en curso mis ingresos son del 10% comparados con el año 2016”, dijo uno de ellos.
¿Por qué culpar a Trump?
En 1960 perdieron el 100% de sus ingresos por la “ley de reforma urbana quienes alquilaban apartamentos y casas; en 1963 perderían el 100% de sus ingresos los propietarios rurales expropiados por la “segunda ley de reforma agraria”; y el 100% de sus ingresos perderían “trabajadores por cuenta propia” cuando la “ofensiva revolucionaria” de 1968 “nacionalizó” desde tenderetes de fritangas hasta cajones de limpiabotas. La Constitución de 2019 en el artículo 30 dice: “La concentración de la propiedad en personas naturales o jurídicas no estatales es regulada por el Estado”.
Luego, en términos políticos y económicos… ¿debemos hablar de revolución o de inmovilismo en Cuba?
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