LA HABANA, Cuba. – En la cola del mercado Los Fornos, Margot Bermúdez cuenta los clientes que aún tiene por delante para comprar un paquete de pollo. Aferrando en su mano un billete de 5 CUC, observa con preocupación cómo la gente se lleva el manjar por cajas. “Es que no hay comida en ninguna parte”, dice con tono disgustado una mujer que trata de acomodar varios paquetes en su mochila. “Tengo que cargar todo el que pueda porque no hay pollo en el Cotorro y la carne de cerdo está por los cielos (…) al paso que voy, mi familia y yo comeremos muslito de pollo este fin de año”.
Otro tanto comerá Margot, quien a sus 76 años se muestra agradecida por tener al menos 5 CUC para comprar algo sano que llevarse a la boca, en medio del agravado desabastecimiento que hace muy difícil mantener el espíritu de celebración inherente a los últimos días del año.
La misma actitud de conformidad se aprecia en muchos cubanos que han ido descartando la carne de cerdo de su dieta cotidiana, no solo porque consumirla con frecuencia puede ser perjudicial para la salud; sino porque los precios han subido en demasía y a pesar de ser época festiva, los puntos de venta están comercializando menos cantidad que en años anteriores.
Según un reporte publicado por la agencia IPS a principios de diciembre, “el programa porcino en Cuba se ha visto imposibilitado, en los últimos meses, de cumplir con sus planes de entrega al Estado”; y añadió que, según el director de la División Tecnológica Porcina, Yasser Hamed Jassen, “ello se debe a fallas en la entrega de alimentos a los campesinos privados, encargados de la producción del 92% de la carne”.
La alimentación del ganado porcino se ha visto afectada por la irregular distribución de miel B, un derivado de la caña de azúcar, y la disminución en la producción de maíz. Ambos cultivos han sufrido el impacto del clima, con prolongadas sequías sucedidas por fuertes precipitaciones.
Dicha circunstancia ha obligado al país a importar maíz y buscar otras alternativas para alimentar al ganado. No obstante, en el mismo reporte se precisó que la División Tecnológica Porcina esperaba cumplir con los planes de entrega de fin de año, igualando el récord productivo de 2017, estimado en unas 194.976 toneladas.
A pesar del optimismo matemático, la abundancia no se aprecia en las tarimas de los agros, ni en los bolsillos de los clientes. La libra de lomo deshuesado no baja de 55 pesos, y los precios de los vegetales, viandas y legumbres añaden algunos ceros a la factura familiar para la cena del 31 de diciembre.
Con el cerdo este año ha sucedido lo que desde hace décadas ocurre con la carne de res y el pescado, manjares que los criollos han borrado de sus apetencias culinarias. Esos vacíos han sido llenados por el pollo, más sano y económico si se considera que un kilogramo de muslitos o cuartos cuesta menos que una libra de bistec o lomo deshuesado, y pueden comer más personas.
Los cubanos han empleado sus días festivos en busca de soluciones que no aparecen. Algunos han acudido a Los Fornos con la intención de comprar carne de res, para encontrarse con lo que aparece en las imágenes y que no solo es señal inequívoca de la miseria reinante; sino que pudiera considerarse una falta de respeto a los clientes.
El mercado que solía ser un punto de referencia para comprar carne de res, hoy es un establecimiento oscuro, sucio, sin variedad de productos en venta y con neveras que no congelan lo suficiente; razón por la cual a la vista del público, los ralos cortes de carne nadan en charcos de agua sanguinolenta, cubiertos de pellejos y moscas, al precio de 5.30 CUC por kilogramo.
La porción más presentable de la carne de segunda que se comercializa en Los Fornos cuesta 8.55 CUC cada kilogramo, suma ridícula para un pueblo cuyo salario promedio mensual ronda los 30 CUC. Una elemental comparación basada en precio, cantidad de unidades e inocuidad del producto le da la victoria al pollo; así que este fin de año no habrá sorpresas en la mesa de muchas familias cubanas, que comerán exactamente lo mismo que han comido durante todo el año.
No obstante, lleva razón Margot cuando dice que es una suerte tener pollo para la cena del 31. Si los cubanos supieran de qué poco depende el seguir contando con ese producto en las tiendas, también se sentirían agradecidos.