LA HABANA, Cuba. – Son demasiadas. Tantas que a veces me da la impresión de que son burlas disfrazadas de “tributos”, infidelidades y rencores agazapados que aprovechan la ocasión para emerger bajo esas expresiones ridículas que hemos visto en este otro aniversario de la muerte de Fidel Castro.
Pero no hay dobleces ni conejos escondidos. Los comunistas cubanos son así de chapuceros, así de mediocres y de ridículos, y no solo cuando se ponen “solemnes”, sino todo el tiempo. Si no, pensemos en la cosecha de ridiculeces que son, por ejemplo, los lanzamientos de flores a Camilo Cienfuegos incluso en palanganas, baches y charcos porque “así lo orienta el Partido” cuando un centro de trabajo o una escuela están alejados del mar.
¿Qué son los llamados “murales” de los CDR, sindicatos, FMC y demás “iniciativas comunicacionales” de las “organizaciones políticas y de masas” sino otras expresiones de la vulgaridad que las define? ¿Qué son los “sitiales de honor”, los “actos políticos”, las aburridas “actividades culturales”, las veladas por la efeméride tal o mas cual, los abanderamientos y juramentos (de Baraguá o de cualquier otro nombre) sino las expresiones más “autóctonas” de la grisura mental de los comunistas?
Aun cuando van sobrados de dinero, de recursos, como en China y Corea del Norte, como en la antigua Unión Soviética, los comunistas tienden casi en “modo automático” a esas chapucerías porque de ese mismo material está fabricada su visión del mundo y no importa cuánto se esfuercen y a qué “artistas” acudan para “dar lo mejor de sí” porque siempre terminarán ofreciéndonos cosas, digamos, “en su estilo”, es decir, entre el “humor inconsciente” (ese que no pretenden pero que nos mueve a la risa) y el “realismo socialista” (ese que pretenden sin lograr nada bueno y que nos mueve al llanto).
Un “estilo” que no siendo una cosa ni otra que se pudiera encontrar en lo más genuino de la cultura universal, y que en el frustrado afán de autenticidad intenta ser “original”, al menos por los esfuerzos merecería llevar un nombre que lo definiera en la historia del arte, y creo que “moringuismo” pudiera servirles de manera provisional, hasta que algún experto, estudiando a fondo este más de medio siglo de engendros y “creaciones”, encuentre el que verdaderamente se les ajuste.
Así como, no pudiendo clasificar como arte sino como enfermedad mental, en psicología o en psiquiatría los expertos intenten encontrar una explicación de lo que realmente sucede en la materia gris de los más “entusiastas” comunistas cubanos que, por los testimonios de su “arte”, aparecido por estos días en las redes sociales, da la impresión de una dolencia agravada, quizás por encontrarse en una especie de fase terminal.
En Facebook sobre todo, en la página del usuario Edmundo Dantés Junior, así como en la de Woody Alguacil Cubano, los lectores podrán darse banquete con una verdadera antología recopilada por ellos y que no solo abarca las performances y “acciones” alrededor de la muerte del dictador sino muchísimo más, dejándonos calcular las dimensiones de un fenómeno que, aunque nos cause risa, nos invita a reflexionar sobre cómo como sociedad hemos llegado a este punto tan enfermizo y por qué lo hemos permitido. Más cuando es evidente que somos mayoría los que podemos identificar que algo está mal, muy mal, extremadamente grave.
Porque al igual que este desenfreno “creativo” de los más “fervientes” comunistas cubanos nos revela sobre todo un estado mental en caída libre, es una advertencia de la desesperación, el miedo y los fraccionamientos que cunden en sus propias filas cuando los tributos se asemejan a invocaciones espiritistas, quizás bajo la idea sin fundamento real de algunos que suponen todo estaría mejor si Fidel Castro viviera.
En tiempos difíciles, los días pasados, aunque igual de horribles, tendemos a recordarlos como paradisíacos. Son solo trampas de la mente humana, procesos psicológicos que si no sabemos identificarnos como tal nos pueden conducir a la locura.
Cuba, bajo el dominio de los Castro siempre ha estado saltando de crisis en crisis hasta convertir estas en el “estado normal” de las cosas, pero la buena noticia, entre tantas malas, es que de “normal” nuestra situación nada tiene y que, por tanto, el simple hecho de estar conscientes del mal y de sus dimensiones, burlarnos de quienes lo provocan, es una buena señal.
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