HARRISONBURG, Estados Unidos. — Este sábado 22 de abril Cienfuegos cumple 204 años. Es la única ciudad cubana fundada por colonos franceses y se caracteriza por el diseño neoclásico de importantes construcciones, la rectitud de sus calles y su amplia bahía de bolsa, una de las mejores del país.
A Cienfuegos le cantó el Benny Moré y luego lo hicieron otros cantantes y trovadores del terruño, pero hay una canción que se ha convertido en la obra musical por antonomasia de los cienfuegueros. Todo el que se precie de ser un buen hijo de Fernandina de Jagua sabe que me refiero a la canción Luna cienfueguera.
Contrariamente a lo que han hecho miles de compatriotas a través de la historia —sobre todo después de 1959—, en vez de emigrar hacia La Habana fui en sentido contrario hacia Guantánamo en el ya lejano año de 1985.
Entonces tenía 27 años y amaba profundamente a mi ciudad. Me gustaba recorrer sus calles, admirar sus construcciones y esa forma peculiar de los reflejos de la luz solar en la bahía durante las tardes. Aquellos recorridos me llevaban lo mismo al parque José Martí —uno de los más grandes de Cuba y que, junto a las edificaciones circundantes, ha sido declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO—que al malecón de la bahía y hasta un poco más allá, a la rotonda de Punta Gorda, cerca del hotel Jagua y el imponente paisaje de la parte este de la bahía, con el Escambray al fondo.
También me gustaba recorrer una y otra vez el hermoso paseo del Prado, el más largo de Cuba, o llegar de forma imprevista a la casa de mis amigos, hoy casi todos dispersos por el mundo.
Cuando llegué a Guantánamo sentí por primera vez en mi vida lo que era el desarraigo y aunque siempre deseé regresar a mi ciudad nunca pude hacerlo. Hoy todo indica que tendré que seguir amándola en el recuerdo.
Y en ese recuerdo hay muchas evocaciones que el tiempo no ha podido destruir. Una es ese momento del atardecer cerca de Los Pinitos, cuando el mar choca tranquilamente contra la orilla en un ritornelo que parece silencioso y concomitantemente también parece decirnos mucho sobre nuestro efímero paso por el mundo. La otra es la canción Luna cienfueguera.
La obra fue compuesta por José Ramón Muñiz Carballo en la década de los años cuarenta del pasado siglo e interpretada por primera vez en público el 7 de diciembre de 1947, durante una velada patriótica organizada por el Ateneo de Cienfuegos para honrar a los mártires de nuestra independencia. Su interpretación estuvo a cargo de Idalmis García, artista exclusiva de la cadena CMQ Radio, quien fue acompañada al piano por el reconocido músico cubano Antonio María Romeu.
Se conoce que durante la fría noche del 17 de enero de 1949 la canción volvió a ser interpretada públicamente por la Banda Municipal de Conciertos. A partir de entonces comenzó a ser reconocida por la elegante aprehensión de varios elementos distintivos de nuestra ciudad y por la indiscutible belleza de su poesía, solo aquilatada en su esencia por quien haya podido disfrutar una luna llena sobre la bahía cienfueguera.
En la década de los años cincuenta del pasado siglo alcanzó notoriedad la interpretación hecha por el Conjunto Casino en la voz de su afamado intérprete Roberto Espí. Luego, la obra fue interpretada por Ñico Membiela, el Conjunto Los Naranjos y el grupo Sierra Maestra entre otros.
Se cuenta que José Ramón Muñiz, oriundo del poblado de Aguada de Pasajeros, comenzó a trabajar en Cienfuegos como inspector de la Aduana y muchas veces debía pasar noches y madrugadas en los muelles. Una de esas madrugadas la canción brotó indetenible mientras Muñíz veía como se alejaban las luces de los pequeños botes camaroneros. Carente de papel y lápiz, el poeta escribió la letra sobre una tabla con la ayuda de un pedazo de carbón vegetal mientras repetía la melodía para atraparla definitivamente.
Tuve la oportunidad de conocer a Muñiz a principios de la década de los años setenta, en una de las inolvidables sesiones del taller literario que dirigía Juan René Cabrera en la sede de la biblioteca municipal Roberto García Valdés. Él, junto a otros poetas locales como Frankestein, Porres Reyes, Florentino Morales, René Espinoza, Luis Gómez y el propio Juan René Cabrera, muchas veces se reunía en el parque alrededor de Samuel Feijóo para improvisar aquellas tertulias que tanta curiosidad provocaban en mí y que por timidez nunca pude disfrutar cercanamente.
Aunque Muñiz salió de Cuba en 1980 y se estableció en la ciudad de Miami, su canción estuvo silenciada durante muchos años, hasta que las autoridades culturales del castrismo decidieron volver a transmitirla por Radio Ciudad del Mar. Ahora han llegado a calificarla como un signo inequívoco de la ciudad, algo que, sin dudas, siempre fue y que no necesita del pronunciamiento de nadie.
Más allá de las modas musicales, Luna cienfueguera sigue cautivando a quienes consideramos que el arte tiene como función principal cautivar y hacer crecer a nuestro espíritu, no enlodarlo con malas palabras y expresiones soeces como creen algunos que se dicen cantantes.
Es una canción que indudablemente está hecha para que todo cienfueguero genuino la lleve en el alma.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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