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Hugo Cancio: un cubanoamericano de confianza para el régimen (I)

Javier Roque Martínez | 02 de Octubre de 2023

Hugo Cancio

Imagen: CubaNet

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Es la tarde del miércoles 26 de octubre de 2022 en el Palacio de la Revolución de La Habana, centro del poder del régimen cubano, un lugar al que usualmente solo pueden acceder personas cercanas o útiles al castrismo. Miguel Díaz-Canel, sucesor de los hermanos Castro al frente de la Presidencia y el Partido Comunista (PCC), recibe frente a las cámaras de la televisión nacional a una veintena de visitantes que hacen fila para estrechar su mano. Son empresarios privados de Estados Unidos, algunos de ellos cubanoamericanos, un grupo poco habitual en los salones de Palacio. 

El que todos estos empresarios hayan viajado a Cuba a reunirse con Díaz-Canel encierra en sí una declaración política. Evidencia su deseo de que el presidente Joe Biden abandone la política económica de su predecesor respecto a Cuba, y que el Congreso levante ―o al menos flexibilice― el embargo que mantiene contra la Isla desde hace más de sesenta años. Es algo que los empresarios necesitan para hacer o ampliar sus negocios con un país vecino como Cuba y ganar dinero. Pero también algo muy conveniente para el régimen, que lo necesita más que nadie para salir de la crisis económica en la que está sumido desde 2019. En ese sentido, los empresarios son sus aliados. 

Entre ellos hay un hombre de piel oscura, gafas y traje azul a quien el presidente recibe como si fuesen viejos amigos, o por lo menos conocidos. Durante el saludo de protocolo, ambos intercambian algunas palabras y ríen abiertamente. Antes de pasar al siguiente invitado, Díaz-Canel le da unas palmadas en la espalda. El hombre es quizá el empresario más conocido de la comitiva, sobre todo entre la comunidad cubanoamericana de Miami. Hablamos de alguien que sabe lo que es, literalmente, que le escupan a la cara por su postura política, pero también que el acceso al gobierno cubano puede suponer ingresos millonarios. Su nombre es Hugo Cancio. 

A sus 59 años, Cancio es un viejo defensor de la normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Ese mismo día, en otra reunión, insiste en que hay un sector privado cubano con el que los empresarios estadounidenses pueden trabajar, una idea que podría ayudar a desatascar las sanciones estadounidenses. Cancio pone como ejemplo a Katapulk, un mercado online de su propiedad que, según ha dicho, procesa miles de pedidos diarios dentro de la Isla. “Casi todo lo que hacemos es con el nuevo sector privado en auge”, dice. Algo que no es del todo cierto, pero que pone de relieve las complejidades que enfrenta por haber querido estar donde está.  

Es cierto que Katapulk sirve de plataforma para que algunos emprendedores del débil sector privado cubano vendan sus productos y servicios. Pero también lo es que durante sus primeros años esta compañía se hizo popular revendiendo productos básicos producidos o comercializados por empresas estatales, una asociación fundamental para que solo en 2021, su primer año de operaciones, tuviera ingresos brutos por encima de los ochos millones de dólares, según registros públicos. O que actualmente se está expandiendo a otras actividades como la importación de vehículos, las recargas telefónicas y la gestión de trámites migratorios, en los que su principal socio sigue siendo el Estado cubano. Porque aunque a Cancio le gusta insistir en la idea de que sus negocios fortalecen al emergente sector privado cubano, lo cierto es que, aún hoy, hacer negocios en Cuba implica necesariamente relacionarse y fortalecer al poderoso sector estatal, que controla los sectores económicos más lucrativos y mantiene el monopolio sobre actividades como la importación o exportación al por mayor, la banca y las telecomunicaciones.

En efecto: Hugo Cancio es conocido por hacer negocios con el régimen. La mayor parte de su vida empresarial la ha dedicado a eso: desde los viajes chárter en los años noventa hasta el comercio electrónico más recientemente, pasando por la organización de conciertos de músicos cubanos, la gestión de recargas telefónicas y la oferta de recorridos turísticos. 

El pico de su fama lo alcanzó durante el deshielo político que Raúl Castro y Barack Obama iniciaron en 2014, cuando se paseó por La Habana con estrellas de la televisión estadounidense y fue perfilado por medios internacionales como el intermediario más importante para hacer negocios en Cuba. El deshielo fracasó años después ―llevándose consigo uno de sus negocios más rentables: el de la venta de visas para pasajeros de cruceros― pero aún así su figura no perdió notoriedad. Hasta el día de hoy, se mantiene como uno de los cubanoamericanos con mayor acceso al régimen, lo que le ha permitido seguir desarrollando negocios lucrativos como Katapulk, el mercado online, y, más recientemente, la importación de vehículos desde Estados Unidos.

Cancio genera rechazo político. Pero al mismo tiempo, muchos cubanos que viven en Florida no tienen más remedio que ser clientes de alguna de sus empresas si quieren enviar alimentos, recargas o un vehículo a sus familiares en la Isla, algo que le genera ingresos a él, pero daña aún más su popularidad. Como explica John Kavulich, analista y presidente del U.S. Cuba Trade and Economic Council, una organización que monitorea el comercio entre Cuba y Estados Unidos: “Katapulk es utilizado, directa e indirectamente, por algunas personas dentro de Estados Unidos que públicamente tienen problemas con Katapulk”. 

Como demuestran sus palabras, Cancio es un hombre cuyos discurso y realidad a veces chocan. Se ha presentado como un emprendedor de éxito, cuando lo cierto es que sus empresas raramente han sido rentables, han enfrentado múltiples demandas por impagos o violación de la propiedad intelectual y anunciado grandes negocios que nunca se concretaron, según muestran documentos públicos de Estados Unidos consultados para este reportaje. Presume que su holding, Fuego Enterprises, cotiza en bolsa, pero lo hace en un mercado secundario, raramente ha sido atractivo para grandes inversores y él mismo ha retirado de su catálogo negocios importantes como el de Katapulk, que ahora gestiona de manera privada, fuera del ojo público. 

En lo que Cancio sí ha tenido éxito es en negocios propiciados por el régimen cubano, cuya gestión ha dependido de su habilidad para presentarse como un aliado político. Esto le ha llevado a una posición en la que, una vez más, el discurso y la realidad chocan. Ha querido presentar a Cuba como un lugar de oportunidades para la inversión privada, cuando gran parte de la economía sigue férreamente controlada por el Estado, las reformas económicas son muy lentas y una parte de la economía privada tiene vínculos con el Estado. Ha querido poner el foco en el levantamiento de las sanciones estadounidenses y en la reconciliación de los cubanos, poniendo menos énfasis en la responsabilidad del régimen en la crisis política y económica que enfrenta la Isla. 

Todas estas cosas hacen de Hugo Cancio un cubanoamericano atípico. Uno que abandonó el país durante el Éxodo del Mariel, en 1980, pero aboga por el levantamiento del embargo estadounidense. Uno que es capitalista, pero quiere que Cuba “perfeccione su socialismo”. Uno que a veces ha criticado al régimen, pero no parece guardarle resentimiento. Uno que podría tener una vida tranquila en Estados Unidos, pero ha elegido hacer negocios con el castrismo y exponerse al rechazo de su comunidad. Uno, en definitiva, que ha logrado algo que muy pocos cubanos en el exterior: despolitizar su relación con Cuba. 

Su caso, además, pone de relieve las profundas divisiones que hay en la comunidad cubana en el exterior tras tantas olas de exilios. Pero sobre todo lo difícil de querer hacer negocios con Cuba, un país que pide a los inversores no solo su dinero, sino también su fidelidad política. 

A través de su cuenta oficial de Instagram, Hugo Cancio declinó conceder una entrevista en profundidad para esta serie de dos reportajes.

 

El emigrante

 

Hugo Cancio nació en Cuba, en 1964, y creció en medio de un ambiente artístico. Su padre y un tío materno fueron cofundadores de Los Zafiros, una de las bandas musicales cubanas más populares de la década de 1960, por lo que parte de su niñez transcurrió en medio de ensayos y “descargas” familiares a las que asistían otros artistas de la Isla. 

Vivió en Cuba hasta 1980, cuando, según ha contado en varias ocasiones, una broma sobre Fidel Castro le costó la expulsión de la escuela donde estudiaba. Entonces tenía apenas quince años y llevaba una vida tranquila en Matanzas, junto a su familia materna. Su sueño, ha dicho, era estudiar medicina, como su abuelo. Sin embargo, todo esto cambió vertiginosamente cuando fue expulsado. Su madre, temerosa de que no pudiera terminar sus estudios ni aspirar a un buen trabajo, empezó a buscar la manera de sacarlo del país. Esta se presentó sola en abril de 1980, cuando Fidel Castro cedió al descontento social y abrió el puerto de Mariel, en Artemisa, para todas las personas que quisieran marcharse a los Estados Unidos. Poco después, Cancio, su madre y una de sus hermanas se sumaron a los más de 125 mil cubanos que durante los meses siguientes abandonaron la Isla en busca del “sueño americano”.

Como muchos de esa generación, Cancio y su familia se establecieron en el sur de Florida. Vivieron siempre en el área metropolitana de Miami, en Hialeah y en Miami Beach,  una ciudad donde él podría haberse convertido en el reverso de lo que es hoy. 

Varias encuestas realizadas por el Cuban Research Institute (CRI) de la Universidad Internacional de Florida (FIU, en inglés) muestran que, pese a ser socialmente diferente a las generaciones de cubanos que emigraron a Estados Unidos durante las décadas de 1960 y 1970, la del Mariel se mimetizó con sus predecesoras en su postura política respecto al régimen cubano. Desde entonces, forma parte de uno de los grupos más hostiles al castrismo, uno que históricamente ha respaldado el embargo estadounidense y la aplicación de políticas duras contra el régimen, por ejemplo. 

Cancio forma parte de esa generación, pero está muy lejos de compartir su postura política. De hecho, él fue un cubanoamericano atípico desde el principio: un emigrante del Mariel que en realidad no tenía ninguna diferencia política con el régimen; un hombre negro en una comunidad dominada por blancos; un joven de clase media que terminó de educarse en escuelas públicas, fuera de los círculos más adinerados y políticamente conservadores de Miami. El resultado: un no-opositor en una comunidad llena de anticastristas férreos, algo a lo que, con el tiempo, sumaría el hecho de ser un demócrata en un territorio ampliamente republicano y un defensor del levantamiento del embargo estadounidense contra Cuba.

“Definitivamente Cancio es alguien que se sale de la norma”, dice Sebastián Arcos, director adjunto del Cuban Research Institute. “Su opinión de que el embargo no es la mejor manera de contribuir a la democratización de Cuba no es mayoritaria [dentro de la comunidad cubanoamericana de Miami], pero tampoco muy minoritaria. Su postura, sin embargo, sí es notablemente diferente a la de otros exiliados y empresarios que, pese a creer que una relación constructiva [entre Cuba y Estados Unidos] es mejor que las sanciones, no tienen negocios en Cuba ni una relación de amistad pública con los líderes del régimen como sí los tiene él”.

En efecto: Cancio ha rehuido casi todas las ideas preconcebidas sobre los cubanos de Miami. Empezando por su postura respecto a Cuba, que ha tratado de despolitizar, al menos públicamente. En 2010, por ejemplo, un periodista de una emisora local de Miami le preguntó si se consideraba castrista o anticastrista. “Hugo Cancio es cubano”, le respondió él. “Hugo Cancio está por encima de ideologías políticas (…) y de todas esas tonterías que nos han dividido por cincuenta años”. Tiempo después, en 2015, él mismo se presentó como un capitalista cuyo deseo era que Cuba perfeccionara su socialismo, una definición aparentemente contradictoria pero que captura mejor que ninguna otra la complejidad de su postura.  

Porque sí: como muchos cubanoamericanos, Cancio es un capitalista que se ha construido una imagen basada en el éxito empresarial, algo que ha perseguido durante tres décadas y para lo que ha creado unas 30 compañías dedicadas a todo tipo de emprendimientos. Solo que, a diferencia de muchos dentro de su comunidad, para él el éxito económico no ha significado ignorar Cuba ni rechazar al régimen. Su pragmatismo le permite procurar el sueño americano mientras en su oficina de La Habana ha lucido una foto con Fidel Castro junto a otra con el expresidente estadounidense Bill Clinton.  cuenta oficial 

Hugo Cancio
Fotos de Hugo Cancio junto a Fidel Castro y Bill Clinton en su oficina de La Habana. Captura de pantalla: Youtube / La Prensa Nicaragua

 

Para Hugo Cancio, el éxito económico ha significado precisamente ganar dinero con Cuba, algo que solo se puede lograr bajo el paraguas del régimen.

El agente de viajes

 

Tras terminar sus estudios de secundaria en el Miami Beach High, Cancio ha dicho que comenzó a trabajar. Primero fue ayudante de camarero, guardia de seguridad, vendedor de ropa. Más tarde consiguió empleo como vendedor de autos en concesionarias de Mitsubishi, BMW y Hyundai del sur de Florida. Allí logró escalar y conseguir cierto éxito personal. Durante esos años conoció a su primera esposa, compró su primera casa, tuvo a sus hijas mayores. 

Su vida profesional empezó a cambiar a partir de 1993, cuando un funcionario cubano, a quien ha dicho que conoció durante unas vacaciones en Islas Caimán, le confió que Fidel Castro planeaba flexibilizar los viajes de cubanoamericanos a la Isla. Hasta ese momento, el régimen no aceptaba la visita de más de 90 exiliados a la semana. Pero la crisis económica que golpeó al país tras la desintegración de la Unión Soviética lo obligaba a buscar nuevas formas de ingresar dinero. Una de ellas era abrir el país al turismo, incluido el de los emigrados, quienes a partir de entonces empezaron a ser vistos como una jugosa fuente de ingresos.

Esta decisión provocó la aparición en Estados Unidos de varias agencias de viajes a Cuba, previamente autorizadas por la Casa Blanca. Cancio no dejó pasar la oportunidad: fue uno de los primeros en sumarse a este negocio. Cuando el primer viaje masivo de exiliados aterrizó en La Habana a finales de septiembre de 1993, él ya ultimaba los detalles para abrir Family Services & Charters, una agencia de viajes con licencia de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, en inglés) para realizar negocios con Cuba. Para mediados de 1994, apenas unos meses después, ya encabezaba al menos otras dos empresas  relacionadas con la Isla: Cubatours Corp y Havatours – SA, ambas  con sede en Florida. 

Los vuelos chárter a Cuba marcaron el inicio de lo que ha sido una constante en la vida de Cancio: acercarse a diferentes negocios que el régimen ha impulsado cuando le ha hecho falta, casi siempre por necesidad económica o política. En este caso, el régimen necesitaba agencias que promocionaran y posibilitaran los viajes a Cuba. Y Cancio, por su parte, ha dicho que ganó “un montón de dinero” de esta forma. No sabemos si esto es cierto, dado que las empresas en Florida no están obligadas a publicar sus cuentas, pero sí que este negocio le permitió entrar en contacto con las altas esferas del régimen, algo que, con el tiempo, le ha permitido escalar hasta la posición económica y política que ostenta hoy. 

Estos contactos empezaron desde muy temprano. Ya en 1994, apenas unos meses después de sumarse al negocio de los charters, fue invitado a La Habana para participar en la Conferencia La Nación y La Emigración, donde conoció personalmente a Fidel Castro, con quien conversó un rato, según ha contado. A partir de entonces, también empezó a relacionarse con funcionarios que en lo adelante serían aliados en varias de sus iniciativas. 

Hugo Cancio
Hugo Cancio junto a Fidel Castro. Captura de pantalla: Youtube / La Prensa Nicaragua

 

Por ejemplo: en 1996, el entonces presidente estadounidense Bill Clinton congeló los vuelos entre ambos países luego de que el régimen derribara dos avionetas, procedentes de Miami, de la organización anticastrista Hermanos al Rescate. Esta decisión provocó el cierre de muchas agencias de viajes a Cuba, incluida la de Cancio. Sin embargo, según ha contado, sus contactos dentro de la Isla le permitieron intermediar un acuerdo entre  la aerolínea caimanesa Cayman Airways y el gobierno cubano para que la primera pudiera cubrir el vacío de los vuelos chárter y hacerse cargo de los viajes de cubanoamericanos a la Isla. 

Pero, más allá de esta oportunidad, lo cierto es que el negocio de los vuelos chárter fue efímero, como todos los que dependen de la frágil relación entre Cuba y Estados Unidos. Esta también ha sido una constante con la que Cancio ha tenido que aprender a lidiar en su vida empresarial. En 1996, apenas tres años después de fundar su agencia de viajes, tuvo que cerrarla, aunque no pasó mucho tiempo antes de que encontrara un nuevo nicho de oportunidad entre ambos países. 

 

El promotor cultural

El negocio de los vuelos chárter a Cuba fue posible, en parte, gracias a un cambio en la retórica del régimen. Cuando este lo necesitó, dejó de llamar “traidores” a los emigrados y, en cambio, comenzó a hablar de “tender puentes” entre ambas comunidades. El objetivo: ganarse el favor de los emigrados sin ceder nada importante a cambio. 

Aunque el negocio de los vuelos cayó, el castrismo y sus aliados siguieron aplicando este mismo principio en su siguiente área de actividad: la promoción de artistas cubanos en Miami. Cancio ha comentado que empezó a dedicarse a esto por “rebeldía”, luego de que algunos grupos anticastristas protestaran a las afueras de un teatro de Miami donde, en abril de 1998, estrenó Zafiros. Locura Azul, una película sobre la banda de su padre que pudo producir en Cuba gracias a la intermediación de Roberto Robaina, entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba. 

Según ha contado, aquel día, el primero en que se enfrentó públicamente a su comunidad, una mujer le escupió el rostro por considerar que su película hacía propaganda al castrismo, si bien no es un filme político. A partir de entonces, Cancio decidió convertirse en activista por el intercambio cultural entre Cuba y Estados Unidos. “Después de hacer mi película”, le dijo a la prensa de Miami días después, “tuve la oportunidad de sentir las presiones de los derechistas y decidí que no eran tan malas: llamadas amenazantes, algunas cartas. Y pensé: ‘Si solo me acaloran con una película, igual puedo seguir adelante con un concierto”.

Los conciertos de artistas cubanos en Miami tenían un historial violento que iba desde golpes hasta cócteles molotov. Aún así, Cancio no cambió de idea. La organización de estas giras implicaba necesariamente negociar con empresas estatales. Según contó en una ocasión, él mismo se encargó de convencer al régimen de que le dejaran llevar agrupaciones a Estados Unidos. Unas semanas después de estrenar su película, presentó al salsero Isaac Delgado en un club de Miami Beach. Pese a los malos precedentes, Delgado atrajo a cerca de mil personas a su función, que transcurrió sin ningún altercado, y Cancio comenzó automáticamente una polémica carrera como promotor y activista cultural. 

Durante los años siguientes, llevó a Estados Unidos y Puerto Rico a varias agrupaciones de la Isla que ocasionalmente debieron lidiar con algunas protestas y amenazas. También empezó a implicarse más de lleno en el activismo político y cultural. En el año 2000, por ejemplo, formó parte de un grupo de personas y organizaciones a favor del intercambio con Cuba que lograron revertir un par de ordenanzas del Condado de Miami Dade que prohibían financiar con fondos públicos a personas o actividades relacionadas con Cuba. 

Años después, Cancio aseguró que no hizo ninguna de estas cosas por un interés económico, puesto que no eran un buen negocio. “No hay margen para obtener beneficios”, dijo sobre los conciertos, aunque no sabemos si esto es cierto. Tampoco aceptaba que fuesen vistos como “actos políticos” favorables a la agenda del régimen. En cambio, decía que los organizaba porque era un fiel amante de la música y sentía que eran una forma de reconectar a los cubanos. Sea cual sea el caso, esta sería una de las primeras contradicciones de su discurso público. 

Es verdad que los conciertos acercaron a los músicos de la Isla a la comunidad cubanoamericana de Miami, parte de su audiencia natural. Pero era también una relación asimétrica, que ocurría en los términos definidos por el régimen: este controlaba qué artistas iban a los Estados Unidos, pero los cubanos en el exilio no tenían la misma libertad para actuar en La Habana o cualquier otra provincia de la Isla. Cancio no tenía cómo revertir esta situación, pero ciertamente sus conciertos ―y los de otros promotores― ayudaban a consolidar un escenario políticamente dispar y favorable al régimen. 

No obstante, por esa época, Cancio también se sumó a las críticas internacionales contra la represión de la Primavera Negra de 2003, cuando Fidel Castro encarceló a 75 opositores de la Isla. Como consecuencia, asegura, el régimen le prohibió regresar al país por un tiempo, una muestra de que para prosperar en los negocios con Cuba es necesario mantener cierta disciplina política. 

El analista John Kavulich explica que, aunque a los empresarios que hacen negocios con el régimen, este les puede hacer algunas exigencias de tipo político, también es común que exista flexibilidad. “En Cuba, algunos inversores extranjeros se las arreglan para que haya distancia entre lo que se les exige oficialmente, lo que tienen que hacer y lo que se les permite hacer”, asegura.

Al criticar abiertamente al gobierno por su política represiva durante la Primavera Negra, Cancio, sin embargo, traspasó una línea. Pagó por ello y desde entonces ha cuidado sus palabras al abordar la represión en el país, tal y como sucedió tras las protestas populares de julio de 2021.

Pese a ello, Cancio siguió abriéndose camino en el mundo de la música y el entretenimiento. Unos años antes había creado Ciocan Music, una productora musical independiente que para 2005 afirmaba haber publicado una treintena de álbumes y había obtenido varias nominaciones a los Premios Grammy Latinos. A finales de 2004, integró este y otros negocios en un holding empresarial que llamó Fuego Enterprises, cuya apuesta inicial giró justamente alrededor del mundo del entretenimiento. 

Sin embargo, esto empezó a cambiar en 2006, cuando Fidel Castro cayó enfermo y cedió la presidencia a su hermano menor. Como muchos, Cancio pensó que el ascenso de Raúl Castro abriría una nueva época para el país. Que, bajo su mando, Cuba seguiría el camino de la reforma económica y la apertura a la inversión extranjera, como ya habían hecho los países socialistas de Asia. Cancio entendió que ello representaba una nueva oportunidad de negocios y, a partir de entonces, comenzó a reorientar las actividades de Fuego Enterprises alrededor de Cuba.

 

El intermediario

 

Que Cancio quisiera reorientar los negocios de Fuego Enterprises tras la llegada al poder de Raúl Castro tenía un sentido económico. Como empresario del entretenimiento había producido decenas de discos (fundamentalmente de artistas cubanos, aunque también uno del dúo de reguetoneros dominicanos Luny Tunes) y lanzado una tienda virtual de música. Sin embargo, para 2008 nada de eso se había traducido en un gran éxito económico. Al contrario: Fuego Enterprises enfrentaba graves problemas financieros. 

Esta ha sido otra constante en la vida de Cancio. En algunas ocasiones, se le ha presentado como un empresario exitoso, dueño de un holding diversificado que cotiza en bolsa. Pero esta imagen es cuestionable. A lo largo de su vida, Cancio ha enfrentado varios problemas económicos serios. Por ejemplo: entre 1999 y 2002, se declaró cuatro veces en bancarrota, según muestran registros públicos de cortes federales de Estados Unidos. 

 

Hugo Cancio
Captura de pantalla: Pacer

E incluso ahora, en 2023, debe más de 1 millón 800 mil dólares en impuestos acumulados desde 2018, según un informe público del Internal Revenue Service, la autoridad fiscal federal de Estados Unidos.

Como él, Fuego Enterprises también ha tenido que lidiar con múltiples problemas financieros. En sus casi dos décadas de existencia, la compañía sólo ha sido rentable dos años, en 2017 y 2018, de acuerdo con sus propios registros públicos. El resto del tiempo ha tenido más pérdidas que ganancias. A tal punto que para 2021, último año del cual hay disponible información pública, había acumulado un déficit de casi 4 millones 200 mil dólares. 

Estos problemas financieros propiciaron que, durante su primera etapa, Fuego Enterprises no pudiera concretar muchos de los grandes negocios que anunció: desde la producción de documentales y reality shows hasta la compra de varios canales de radio y televisión en Estados Unidos y Puerto Rico. Fuego y algunas de sus subsidiarias también enfrentaron varios problemas por impago de impuestos locales y estatales y pequeñas deudas a proveedores, como consta en documentos públicos del condado de Miami.

No obstante, la demanda más grande la enfrentó en 2008, cuando Apple Corps, empresa que tiene derecho de propiedad sobre cualquier producto que use la marca de The Beatles,  demandó a Fuego Enterprises por alrededor de 15 millones de dólares por querer publicar un disco conformado por grabaciones realizadas sin el permiso de la banda que fueron adquiridas previamente por la compañía. La demanda se resolvió extrajudicialmente y Fuego nunca publicó el álbum, pero poco después un juez ordenó a la empresa de Cancio honrar la deuda que tenía con su propia firma de abogados por este proceso legal. Fuego pagó 92 mil dólares por estos servicios. 

Esto no significa que a Cancio le fuera mal en su economía individual. Las empresas pueden operar en números rojos en el papel, sin que eso conduzca necesariamente a sus propietarios a la bancarrota. 

En 2006, , por ejemplo, Cancio y su esposa compraron una casa de cinco habitaciones con jardín en Miami Lakes, por 800 mil dólares, como consta en el registro de la propiedad de Miami. 

Hugo Cancio
Captura de pantalla Registro de Propiedad de Miami

Más tarde, en 2017, ya cuando sus negocios comenzaban a despegar, Cancio compró un apartamento duplex en el Midtown de Miami, por el que pagó 1.4 millones de dólares, según registros públicos. Esta propiedad le ha generado algunos problemas al empresario, que hasta agosto de este año, le debía 110 mil dólares a su comunidad de vecinos por impago de gastos relacionados con el edificio, como consta en documentos públicos.

Captura de pantalla Registro de Propiedad de Miami
Captura de pantalla Registro de Propiedad de Miami

Además, Fuego adquirió en 2018 una oficina muy cercana a este apartamento. La propiedad se compró por 490 mil dólares.

Captura de pantalla Registro de Propiedad de Miami

Para ese mismo año, Fuego Enterprises también aseguraba haber invertido más de 980 mil dólares en Club 28, un proyecto de esparcimiento que estaría situado en 1ra y 28, en la costa de Miramar, uno de los barrios más lujosos de La Habana. Club 28 incluiría servicios de restaurante, área de espectáculos y otros. Siguiendo con una práctica que ha repetido a lo largo de su carrera, Cancio anunció el proyecto en los reportes públicos de su empresa, creó perfiles en redes sociales y presentó imágenes de cómo se vería el lugar, pero cinco años después el proyecto no existe, como tampoco información pública sobre él.  

La llegada casi simultánea de Raúl Castro y Barack Obama al poder, así como sus muestras de disposición a avanzar las relaciones entre sus países, hicieron que Cancio le diera un giro gradual a sus negocios. Por un lado, siguió organizando conciertos de artistas cubanos, algo que, según ha declarado, le pidieron personalmente varios miembros del Comité Central del PCC en 2008, tras disculparse por haberle negado la entrada al país en 2003.

Pero también empezó a vincularse de manera más directa en la política. En 2009 creó Generación Cambio Cubano (GCC), una organización no gubernamental para promover un cambio en la política estadounidense hacia Cuba. Durante los años siguientes, GCC fue una de las organizaciones más activas en Miami en la movilización contra el embargo y a favor del restablecimiento de las relaciones entre ambos países, dos acciones que, según Cancio, ayudarían a que Raúl Castro pudiera implementar más reformas en Cuba. 

Además, comenzó a presentarse como un consultor especializado en asesorar a empresas interesadas en acercarse a Cuba. Para ello fundó compañías como The Americas Group Cuba Business Enterprise (TAGBE) y el Cuba Business Development Group (CBDG). A Cancio le interesaba posicionarse en sectores claves como los medios de comunicación, el entretenimiento, las telecomunicaciones y los viajes a Cuba. Y ciertamente logró explotar algunos de ellos. 

En 2012, creó OnCuba, una marca de revistas enfocada en promover el acercamiento entre La Habana, Washington y Miami. Este, que es el único medio de comunicación privado enfocado en Cuba autorizado a funcionar dentro del país, lo convirtió en un jugador importante dentro del universo mediático y político cubano. Además, de la mano de CBDG, adquirió Mobile Activation Services, Inc. (MAScell), un proveedor internacional de servicios de recarga de teléfonos celulares especializado en el mercado cubano, y Universal Network Operations Cargo, una empresa de exportación de paquetes directamente a Cuba. 

Con estas operaciones, Cancio comenzó a posicionarse como un aventajado en los negocios con Cuba. Eso hizo que fuera capaz de atraer el interés de grandes empresarios como Thomas Herzfeld, dueño de un fondo de inversión enfocado en el Caribe que se convirtió en uno de los accionistas de Fuego Enterprises. Era una actividad arriesgada que podía no arrojar buenos resultados, puesto que dependía de una apertura real dentro de Cuba y entre Cuba y Estados Unidos. De hecho, Fuego siguió perdiendo dinero durante esos años, como consta en las cuentas publicadas por la empresa, y el propio Herzfeld reconoció que era una apuesta especulativa. 

Sin embargo, todo pareció cobrar sentido el 17 de diciembre de 2014, cuando Raúl Castro y Barack Obama anunciaron el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre sus países y los proyectos de Cancio comenzaron a acercarse más a la realidad.

 

La cima

 

Los primeros años del deshielo fueron los de la fama. Cancio fue invitado a la apertura de las embajadas de Cuba y Estados Unidos en Washington y La Habana, respectivamente; así como al discurso que Barack Obama dio en el Gran Teatro de La Habana en 2016, durante su visita presidencial. De hecho, Cancio se ha presentado como alguien que asesoró a ambos gobiernos en la reconciliación de sus diferencias, antes y después del restablecimiento de relaciones diplomáticas. Meses después, se le vio compartiendo amistosamente con Mariela Castro, una de las hijas de Raúl Castro, durante el desfile que la marca francesa de modas Chanel celebró en La Habana. También paseó por la Habana Vieja con el comediante estadounidense Conan O’Brien y el periodista británico Richard Quest, editor general de CNN Business.

Por esa época, ha dicho, varias empresas de telecomunicaciones, estudios de abogados y fondos de inversión comenzaron a contactarlo para indagar sobre las posibilidades de llevar sus negocios a Cuba. Algo parecido sucedió con varios medios internacionales de prensa. El canal chino CGTN America lo convirtió en uno de sus ponentes habituales sobre la Isla. La revista The New Yorker le dedicó un perfil. El diario español El País lo presentó como “un símbolo de los cubano-estadounidenses que sirven de puente entre ambos lados”. Incluso la multiestatal latinoamericana Telesur le dedicó una entrevista

Cancio parecía haberse convertido en el personaje que quería ser: un empresario e intermediario cubanoamericano con un acceso privilegiado y una cierta influencia sobre el poder cubano. Así, al menos, era percibido, aunque no está tan claro que, más allá de los negocios, tuviera una influencia política real.

Sebastián Arcos, del Cuban Research Institute, no cree que el empresario tuviera capacidad de incidir sobre ninguno de los gobiernos, al menos no en lo relativo a la política cubana respecto a los emigrados, o a la estadounidense respecto al régimen. 

“Dudo que [Cancio] tenga mucha influencia en ayudar a determinar la política del régimen cubano respecto a los exiliados. Después de más de 60 años vemos que a duras penas ha habido algunos cambios en sus políticas con el exilio, más allá de beneficiarse económicamente de su existencia. En cuanto a la política estadounidense respecto a Cuba, definitivamente personas como él hacen un intento de influir en la administración de turno. Sin embargo, eso no quiere decir que tengan un impacto significativo. Francamente, creo que no lo han tenido”.

Sin embargo, como sucedió con los vuelos chárter, el deshielo también comenzó a desmoronarse más rápido de lo que muchos previeron. Primero, porque el castrismo no impulsó reformas económicas serias ni mejoró la situación de los derechos humanos. Y segundo, porque el sucesor de Obama, Donald Trump, se alió con los sectores más duros de Miami, los adversarios de Cancio, y para su tercer año ya había revertido toda la política de acercamiento con Cuba. 

La teoría de que Cuba era un buen lugar para invertir y hacer negocios, tal y como había sostenido Cancio, duró poco. Sin embargo, ello no significa que Cuba no fuera un foco de oportunidades para aquellos con las mejores conexiones. 

La política del deshielo fracasó, pero Cancio emergió fortalecido de esta época. No sólo obtuvo más acceso al régimen, sino que este le permitió consolidarse como uno de sus principales aliados cubanoamericanos. Lo convirtió en una persona políticamente confiable a la que se podía recurrir  para propiciar ciertos negocios a cambio de ofrecerle una parte de ellos. No en vano, el régimen le permitió entrar en uno de los pocos grandes negocios que prosperaron durante el “deshielo”: el de los viajes de cruceros a Cuba. E incluso después del “deshielo”, cuando la economía del principal socio de Cuba, Venezuela, comenzó a derrumbarse y  la pandemia de covid-19 acabó con el turismo,  Cancio accedió a otro lucrativo negocio propiciado por el Estado: el del comercio electrónico.

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Javier Roque Martínez

Periodista. Egresado de la Universidad de La Habana en 2017.

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