LA HABANA, Cuba.- Durante esta semana, hemos visto a las autoridades de La Habana dar nuevas muestras de una actitud que, en puridad, sólo merece un adjetivo: vergonzosa. Estoy refiriéndome a una práctica lamentable: la de aspirar a recibir apoyos económicos de países insospechados que, decenios atrás, sólo habrían podido soñar con convertirse en destino de la ayuda o la inversión cubana.
Desde hace años, esto ha venido sucediendo con Vietnam. Ya se sabe que ese país asiático sufrió una guerra terrible. ¿Provocada por su lucha en pro de la independencia y la reunificación nacionales? ¿O por la subversión comunista? Eso sería tema de otra discusión. Pero lo que no admite debate es el carácter total y destructivo del conflicto que se vivió allá.
O sea: que se trató de una conflagración de gran envergadura, que se prolongó durante muchos años; en una palabra: de una guerra de verdad. No como las “agresiones imperialistas contra Cuba”. Éstas, que una semana sí y la otra también son objeto de un inventario pormenorizado que hace la propaganda castrista, han sido fundamentalmente de índole económica. Las de carácter violento no resisten comparación alguna con lo sucedido en Vietnam.
Pese a esto último, hace ya años que esa nación asiática brinda ayuda a Cuba. Por ejemplo, los cotorrones de la prensa oficialista, sin sonrojarse, informan de tiempo en tiempo sobre el regalo de algunas toneladas de arroz o sobre la colaboración brindada a nuestro país por los vietnamitas en la producción de… ¡café!
Como se sabe, este último es un renglón histórico de esta Gran Antilla, muy fomentado en su tiempo por los franceses que huyeron de Haití con mano de obra esclava. Años atrás, los asiáticos recibieron asesoramiento cubano en el cultivo del aromático grano. Hoy ellos se han convertido en grandes exportadores, mientras nuestra producción languidece. (Claro, que allá el negocio lo operan campesinos que son libres en lo económico, mientras que aquí siguen imperando entidades estatales con título de “cooperativas” y la negligente Empresa de Acopios).
Pues bien, ahora la prensa castrista vuelve a difundir informaciones análogas, sólo que ellas se refieren no a un país del Lejano Oriente, sino de África. El Granma de este miércoles destacó en primera plana: “Hermandad y cooperación: un horizonte compartido entre Cuba y Angola”. Esto, con motivo de la visita a La Habana que realiza el presidente de este último estado, señor João Lourenço.
En un subtítulo, el periodiquito comunista resalta: “Bondades para nuevas relaciones de negocios”. Contra lo que pudiera pensar algún despistado, no se trata de hipotéticas inversiones cubanas en el país africano, sino todo lo contrario. El escribidor (seguramente más entusiasmado ahora que le triplicaron el sueldo) aclara desde el inicio mismo de su escrito a qué se está refiriendo: “Las bondades para los negocios que ofrece la Zona Especial de Desarrollo Mariel”.
Como se puntualiza hacia el final del suelto: la Directora General de ese proyecto “invitó al presidente angoleño a que su nación se convirtiera en la número 21 en participar en los negocios que en ese lugar se gestan”. Aquí nos asalta una nueva duda: ¿Pero se trata del mismo país sobre el que tanto se habló y se escribió en Cuba en tiempos del fundador de la dinastía!
Así anda nuestra Patria hoy. Gracias al castrismo y a su inoperante diseño (anti)económico, ocurre lo que sesenta años atrás hubiera sido impensable: Cuba extiende su escudilla de pordiosera ante países que fueron mucho menos desarrollados que el nuestro, que dejaron de ser colonias muchísimos años después que nosotros, y que, para colmo, sufrieron guerras asoladoras.
¡Y lo más pasmoso es que a todos (empezando por los jerarcas del régimen y los miembros del partido único, que la Constitución dice que es la “fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado”) esto les parece algo muy normal! ¡Y tanto, que lo publican muy orondos en su periodiquito, como si se tratara de un nuevo logro!