Betanzos, el dios de plata del triple

“Al final, en el deporte cubano te usan mientras les sirves y después te botan como un trapo”, dice Yoandry Betanzos
Betanzos, atletismo, Cuba
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LA HABANA, Cuba.- Especialmente en los deportes, vivimos en un mundo que venera el uno. Para los pitagóricos, el dos simbolizaba la diversidad; el tres, la armonía universal; el diez, la perfección… Pero la mística fue derrocada por las fuerzas de la modernidad, y he aquí que el uno se convirtió en la esencia de la vida. Como si el resto fuera humo.

Tal parece que pudiera haber Batman sin Robin y Holmes sin Watson. La visión se ha reducido al núcleo de las cosas, desechando a menudo todo elemento secundario. Así, la ignorancia se burla de que Holanda HA PERDIDO TRES FINALES de la Copa del Mundo de Fútbol, desdeñando que Holanda HA JUGADO TRES FINALES de la Copa del Mundo de Fútbol.

La lectura es parcial y engañosa, más concentrada en ver el vaso medio vacío que el vaso medio lleno. El público solo aplaude el oro, y los propios organismos deportivos internacionales caen en el error al determinar las clasificaciones generales atendiendo en primer término a la cantidad de títulos logrados por la delegación.

Antes no era así. Antes, digamos, el corazón de Francia prefirió a Raymond Poulidor (tres veces segundo y cinco veces tercero en el Tour) sobre Jacques Anquetil, pentacampeón de la carrera. Y Cuba misma enalteció el boxeo de Arnaldo Mesa pese a que el holguinero nunca fue monarca olímpico o mundial.

Pasa que poco a poco se ha ido imponiendo una cultura que destaca exclusivamente el primer puesto, arrollando con los héroes de plata, las estrellas de bronce y cuanto competidor no fue capaz de subir a lo más alto. Mucho Jonás ha acabado en el vientre de esa ballena lamentable, y Yoandry Betanzos es un caso emblemático.

El triplista avileño jamás se paró al centro de los podios importantes, pero estuvo en cinco de ellos. Los rivales lo respetaron, los expertos lo tuvieron en cuenta a lo largo de una década, pero su gloria tiende a diluirse en el recuerdo de los desmemoriados.

Así estamos. Y Betanzos, por desgracia, lo sabe muy bien.

Campeón, es real que los títulos grandes nunca se te dieron. ¿Aun así estás satisfecho con tu carrera?

—Yo me siento bastante bien con mi carrera deportiva porque no todos tienen el privilegio de estar tantos años en los podios del alto nivel como estuve yo; hubo varios atletas que me ganaron y después desaparecieron mientras yo seguí arriba. Pero te digo, es verdad que el oro no se me daba. En mi Mundial Sub-18 fui plata, después pasó lo mismo en la categoría juvenil, y a nivel de mayores quedé segundo par de veces en campeonatos universales al aire libre y también terminé subcampeón bajo techo, donde además gané dos bronces. No pude lograr el título, pero siempre di el máximo de mí y quedé entre los mejores.

O sea, que no hay rezagos de frustración…

—Pienso que no. Por ejemplo, a la única Olimpiada que asistí fue a Atenas 2004, con 22 años. Llegué con un esguince de segundo grado y así y todo estuve en bronce hasta la última ronda de saltos, donde lo perdí por un centímetro. Después no me llevaron a Beijing 2008, y en Londres 2012 me quedé fuera por una lesión de rodilla. Cosas como esas me impidieron tener la presea que tanto quieren los atletas, pero lo tengo superado. Todo lo que no hice como atleta estoy trabajando para conseguirlo como entrenador.

El sueco Christian Olsson te dejó sin oro en más de una competencia importante. ¿Llegaste a detestarlo?

—No, porque él nunca se interpuso en mi camino. En esas competencias con él yo nunca gocé de opción real de oro. En cambio, sí tuve oportunidades después y se me escaparon los títulos. Por ejemplo, en el Mundial de Helsinki 2005 me ganó Walter Davis, y luego tuve chances en Berlín 2009 y perdí con mi cabeza, porque llegué encaprichado en meter 18 metros en la clasificatoria y me eliminaron por tres fouls. Me mató la ansiedad. Y en el Bajo Techo de Doha 2010 se interpuso Teddy Tamgho.

En Atenas 2004 solo pudiste dar dos saltos debido a problemas físicos. ¿Es cierto que esa lesión pudo haberse evitado?

—Yo jamás fui un atleta favorecido. Tenía a todo el mundo en contra a pesar de que considero que fui un atleta disciplinado y respetuoso. Para esa Olimpiada estábamos optando por las plazas Yoelbi Quesada, Yoel García, David Giralt y yo. En mi opinión, el problema realmente no era conmigo sino con mi entrenador Ricardo Ponce. El punto es que Yoelbi y Yoel eran alumnos de Sigfredo Banderas, y había esa puja entre los entrenadores por clasificar a sus hombres para poder ir al evento. Así que cazaron el momento en que yo tuve una molestia durante una competencia y de un día para otro me dijeron “el viernes te tienes que eliminar con los demás en el Iberoamericano”. Tenía el tobillo lastimado y Ponce alegó que yo no estaba en condiciones de competir y que era el primer hombre del país porque no había perdido con nadie, pero le dijeron, “si no compite, no va a la Olimpiada”. Así que decidí participar, salté 17,18 metros y ya no pude seguir porque tuvieron que sacarme en camilla. Eso podía haberse evitado, pero las trampas en el deporte funcionan de ese modo. Yo nunca fui el niño lindo de los jefes y nadie me regaló nada, lo que alcancé fue con mucho sacrificio. Por suerte siempre fui de mente fuerte y esas cosas negativas las convertía en positivas, sin dejarme caer por esa clase de detalles.

Posteriormente te dejaron fuera de los Juegos de 2008. ¿Por qué?

—Con esa Olimpiada me la hicieron peor. Todo partió del mismo personaje, Banderas, y la historia resumida es que el tiempo establecido para hacer las marcas del evento ya había terminado cuando de pronto apareció una competencia fantasma en el Pedro Marrero y Alexis Copello saltó como 17,50 y Héctor Dayron Fuentes, 17,40. ¡Ninguno de los dos había llegado a 17 metros ese año! En ese momento yo estaba en una gira junto a Osniel Tosca. Regresamos y nos dieron la noticia de que ellos dos eran los que viajarían a Beijing, reclamamos y nos metieron el cuento de que si saltábamos por encima de sus marcas recuperaríamos el puesto. Yo llevaba muchos años en eso para que me mataran con esa muela, como decimos los cubanos, así que sabía que saltara lo que saltara era por gusto, pues ya ellos estaban en Beijing. ¿Tú crees que con la situación que siempre hubo en Cuba con el tema del dinero iban a regresar a uno que estaba allá para mandar a otro? Eso no se lo creía nadie.

Alguna vez dijiste que en el atletismo cubano hay mucha envidia…

—Sí, se viven muchos pedacitos… Hay compañeros que están pendientes de que las cosas le salgan mal a alguien para que sea favorecido otro, atletas que no son ni de tu especialidad poniendo energías negativas y hasta entrenadores deseando que otro entrenador fracase.

¿Cómo es posible que te retiraran sin tú estar al tanto de eso?

—Yo me enteré de que me retiraron cuando regresé de mis vacaciones. Habían pasado las Olimpiadas de 2012, llegué y me dijeron: “ya no eres objetivo para el próximo ciclo olímpico”. Vaya, que ya no les interesaba. Yo siento que todavía podía dar más porque realmente me quedaba mucha energía, pero tenían que dejarme recuperar de una operación en la rodilla a la que me había sometido. Al final, en el deporte cubano te usan mientras les sirves y después te botan como un trapo. Ni siquiera me hicieron retiro oficial. Sinceramente yo veo muy mal que se trate de ese modo a atletas que le han dado glorias al país.

¿Y entonces qué hiciste?

—Intenté entrenar por fuera, pero me di cuenta que al final si no estás en el equipo nacional no tienes posibilidades de ir a ningún lado, y más que ya Pedro Pablo Pichardo estaba en el equipo. Así que decidí dejarlo y me puse a aprender la profesión de entrenador de la mano de Ponce. En eso anduve entre 2013 y 2014, preparándome para ser entrenador de los juveniles. Pero bueno, pasaron los años y la gente llegaba y entraba mientras yo no avanzaba, hasta que un día determiné hacer mi propio camino. Afortunadamente por esa fecha me contactaron de la India y allá he estado en los últimos años.

¿Cuántos alumnos tienes en la India? ¿Qué resultados has logrado? 

—Tengo 14 atletas: seis de longitud, cuatro de alto y cuatro más de triple. Uno de ellos fue subcampeón mundial juvenil en 2022 en Colombia, y hay dos atletas que estuvieron muy bien este año, uno saltó 8,42 en largo y el otro 17,37 en triple. Por supuesto, todavía les falta la parte de asistir a las grandes competencias y fajarse por los podios. Pero ahí vamos, trabajando con lo que aprendimos en Cuba y haciéndonos un camino poco a poco.

En tu época, ¿había más o menos nivel que en el triple de hoy en día?

—Ahora hay un excelente nivel, pero en mi tiempo creo que estaba más repartido. O sea, ahora mismo en el Mundial solo hubo cuatro o cinco hombres por encima de 17 metros, mientras que en mi época eran muchos los que se aparecían por arriba de 17,20. Yo creo que entonces el nivel estaba un poquito más duro.

Siempre has confesado que el boxeo te gusta más que el atletismo. ¿El título grande que no te dio el triple consideras que podías haberlo obtenido en el ring?

—A mí me gustan mucho el boxeo y el baloncesto; del atletismo lo único que me atrae es el salto. Y sí, creo que en el boxeo hubiese llegado lejos y logrado los títulos que no pude obtener en el atletismo. Modestia aparte, en el tiempo que practiqué boxeo era bastante bueno; incluso más tarde cuando ya estaba en atletismo me ponía los guantes con los púgiles y lo hacía bien.

Si tuvieras que elaborar un ranking de los cinco mejores triplistas masculinos que ha dado Cuba, ¿cuál sería?

—Parto de la base de que ese ranking debiera hacerse por resultados, no por marcas. Sin olvidarnos de Pedro Pérez Dueñas, que fue el que comenzó la historia, me parece que el número uno es Pedro Pablo Pichardo, que compite por Portugal pero se formó en la escuela cubana. Después vendrían Yoelbi Quesada y Yoel García, y aunque no me guste decirlo, a mí me tocaría la cuarta plaza. El quinto puesto sería entre Lázaro Betancourt y David Giralt.

¿Qué características físicas o de otro tipo propician que el cubano sea tan buen triplista?

—El cubano es triplista por naturaleza. Pasa como con los jamaicanos y los norteamericanos en el caso de la velocidad. Es un don que tenemos. ¿Y sabes algo? Nuestra especialidad se ha nutrido mucho de la falta de implementos que hay habitualmente en el salto de altura. Te lo digo porque muchos triplistas pasan primero por la altura y como no hay colchones para entrenar, se cambian de especialidad.

¿Cómo te autodefinirías como saltador?

—Fui un atleta bastante parejo: corría rápido, técnicamente era bueno, tenía potencia y agresividad.

¿Alguna vez pensaste que podías alcanzar los 18 metros?

—Lo pensé y mucho, porque tenía las condiciones para lograrlo. En un Mundial Bajo Techo hice un salto que si no era de más de 18 metros estaba muy cercano a eso, pero los rusos lo decretaron foul. Entonces le dijimos al difunto comisionado Jesús Molina que reclamara, pero para hacer eso había que depositar cien dólares y el hombre me dijo que tratara de volver a hacerlo. Pero el salto salió una vez, no dos. 

¿Y en entrenamientos lo conseguiste?

—Qué va. En entrenamientos yo salté 17 metros en muy contadas ocasiones. Por lo menos en mi caso, para saltar en grande hacían falta la adrenalina a full y la exigencia de la competición. En los entrenamientos me limitaba a mejorar la técnica.

¿Quiénes han sido los mejores triplistas de todos los tiempos?

—Jonathan Edwards, y después Christian Taylor, Pichardo, Kenny Harrison, Will Claye, Tamgho…

Para cerrar, volvamos al comienzo. Algunos seguidores del atletismo son de la opinión de que te “arrugabas” antes de las grandes competencias…

—Cada cual tiene su manera de pensar y se le respeta, pero yo siempre hacía mi mejor marca en las competencias importantes. Eso puede buscarse en la estadística. Incluso te puedo dar nombres de varios atletas para que les preguntes a quién le temían más en una competencia grande. Porque yo me ponía letal en esos eventos. Un ejemplo, en la Olimpiada a que fui llegué con un tope personal de 17,38, y aunque tenía el tobillo fastidiado, metí 17,53 en la clasificación y 17,47 en la final. ¿Entonces de qué estamos hablando? Igual pasaba en los Mundiales. Nunca iba entre los primeros del ranking y en la competencia la ponía buena y acababa en el podio. Lo que pasa es que uno no competía contra cualquiera, sino contra gente que también tenía talento y entrenaba tan duro como yo.

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