VILLA CLARA, Cuba.- El 16 de agosto de 1695 una de las arterias principales de la ciudad de Santa Clara alcanzó notable protagonismo entre los habitantes de la joven urbe. Cuentan que una imagen de la virgen había sido traída desde Barcelona y donada por el Señor Antonio Tenorio Pichardo para que protegiera y bendijera a los pilongos, nombre con el que se designa a los nacidos en este sitio de Cuba.
A partir de la misma fecha, el cabildo de la ciudadela decidió que se celebraría en la calle Gloria, que parte desde la plaza central y hasta el río Cubanicay, unos festejos dedicados a la patrona para conmemorar el día de su muerte. Dicha procesión, conocida, precisamente, como Verbena de la calle Gloria, fue financiada en sus inicios por los propios vecinos del lugar que engalanaban sus casas con flores y banderolas. En la propia calle postraban sillas de tijera y se solían vender postres caseros a los transeúntes. Pero, lo más significativo de la fecha era la peregrinación que realizaban los bomberos de Santa Clara, con la virgen sobre sus hombros, hasta llegar al riachuelo cercano, después de haber sido celebrada la misa.
Por muchos años la imagen de la Virgen de la Gloriosa Santa Clara estuvo resguardada en el cuartel de bomberos, y retirada de allí en 1959, cuando fue entregada a la catedral, con el fin de despojar aquel sitio de todo vestigio de religiosidad. De acuerdo con un artículo publicado por Ovidio Díaz Benítez, quien fuera historiador de la ciudad, en los primeros años en que se realizó la Verbena, “con el objetivo de garantizar la asistencia de los habitantes a las solemnidades, el Cabildo las anunciaba con antelación, mediante bandos, así las familias que se encontraban en los campos se incorporaban sin tropiezos a tan importante acontecimiento”.
Según publica el propio historiador, la presencia en las festividades era tan rigurosa que “ausentarse o no participar en ellas era penado con el pago de cuatro ducados (moneda española que circulaba en aquella época) y hasta cuatro días de cárcel”.
En varios artículos se hace referencia a la importancia que cobraba la Verbena para los vecinos de la calle Gloria. Cada 12 de agosto, durante todo el día, los pilongos organizaban juegos, compartían comidas típicas y se les permitía a las señoritas pasear con sus novios tomados de las manos, pero siempre acompañadas de una chaperona. Toda la ciudad se mantenía iluminada y lanzaban fuegos artificiales en honor a la virgen.
El Dr. Manuel Dionisio González, considerado el primer historiador de Santa Clara, relata en su libro Leyendas y tradiciones villaclareñas el panorama de la Verbena de la calle Gloria y describe, incluso, la ocurrencia de ciertos milagros que sucedieron gracias a la Santa Clara de Asís, como el de un paralítico que volvió a caminar sobre sus piernas un 12 de agosto de 1848.
La Verbena de Gloria ha mantenido su nombre a través del tiempo en la memoria popular, a pesar de que la calle fue bautizada con el de Leoncio Vidal y que, por muchos años, la fecha fue politizada para celebrar el Día internacional de la juventud o para conmemorar el cumpleaños de Fidel Castro, el día 13 de agosto.
Hoy, la festividad religiosa ha devenido en carnaval, en fiesta popular en la que predomina la cerveza dispensada, en la que resulta sumo difícil caminar sin toparse con algún “buscapleitos” ebrio. La Verbena de este lunes 12 de agosto se asemejó a una feria agropecuaria. En una de las esquinas se ha formado una fila de personas para comprar patas de cerdo que sacaron a la venta frente a una de las tiendas recaudadoras de divisa.
Antes impoluta y apacible, hoy hedionda y ordinaria, la tradicional Verbena de la calle Gloria es una sucesión de puestos de fritas y panes con cerdo asado. En el cuartel de bomberos, donde antes se veneraba a la virgen, hoy tocan grupos bailables para entretener a los concurrentes. Solo en la catedral de Santa Clara, situada en la calle Marta Abreu, a más de 500 metros del sitio donde antaño era agasajada, los fieles devotos logran arrodillarse frente a la patrona de la ciudad. Mientras, la Verbena trascurre entre quienes han abandonado sus trabajos para beber cerveza “de pipa” o garantizar la comida del día.
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