LA HABANA, Cuba. – En el marco de la octava edición del Laboratorio de Investigación y Creación “Traspasos Escénicos”, convocado por el Instituto Superior de Arte (ISA) entre los días 4 y 9 de marzo, el grupo matancero de teatro Cuban Cofee by Portazo´s Cooperative (CCPC), más conocido como “El Portazo”, ofreció dos funciones de lo que sería la tercera entrega de la saga titulada “La República Light”, un work in progress en el cual llevan trabajando varios años y que se sostiene, fundamentalmente, en la memoria histórica, la identidad y la realidad cubana.
El famoso Centro Cultural “El Sauce” acogió ambas presentaciones del proyecto que tiene como objetivo reflexionar acerca de la historia patria partiendo de su deconstrucción, arrojando luz sobre sus zonas ocultas y mezclando una amplia variedad de recursos escénicos, visuales y lingüísticos. La parodia, el pastiche y la sátira política van más allá de la mera queja o la denuncia para profundizar en la cotidianidad que atraviesa la Isla, prestando atención a los sucesos inmediatos, los intereses generacionales e incluso rumores que no por serlo, dejan de encerrar una posible verdad.
El alegre convoy de putas y antihéroes, la miliciana extemporánea y la irreverente pionera que se resiste a la doctrina dieron vida a un guión particularmente crudo del director Pedro Franco y la actriz María Laura Germán, hilvanado sobre textos escritos por diversos autores; desde Leonor Pérez y el dramaturgo cubano Norge Espinosa, hasta Rubén Martínez Villena y Williams Quintana, uno de los actores de “El Portazo”.
De la risa al llanto del alma transcurrieron dos horas del mejor cabaret aderezado con décimas, monólogos rebosantes de lucidez y humor picante, homenajes al teatro bufo, emoticones y hashtags, todos los lenguajes posibles en función de cada tema que preocupa a los cubanos. La violencia de género; la apropiación de los símbolos patrios; el desafío de ser joven en los tiempos que corren; el peso del deber; así como el peligro que entrañan las apologías son algunos de los focos delirantes en la obra de Pedro Franco.
En escena lo femenino vas más allá de la condición biológica para personificar conceptos primordiales asociados genéricamente: la patria, la libertad, la bandera, la moral, la familia. De ahí la insistencia en colocar la enseña nacional en un cuerpo que parece de mujer, proponiendo un doble discurso sobre violencia e identidad de género que se extiende a un cúmulo de valores igualmente pisoteados por el macho tiránico.
Hay pasajes conmovedores que tocan fibras muy sensibles en los cubanos y trascienden la socorrida problemática de la emigración. Esta República que nada tiene de light, pero ilumina muy bien lo que somos, centra su interés en lo que se ha perdido por los caminos del miedo, la censura y la desmemoria.
Reaparece la figura del héroe, ese factor decisivo en la lucha de los pueblos y que en nuestro contexto parece reducido a letra muerta. Arrojado de su pedestal, revestido con el kitsch más escandaloso, el paradigma se yergue ante su epitafio y sobre la memoria de otros antes que él.
Democráticamente, el público es convidado a votar por el héroe de su preferencia. Tres son las opciones: Mella, Villena y Guiteras; apenas nombres en un libro, aunque en su momento tomaron las riendas de la historia para morir por la justicia social, la igualdad, la decencia. ¿Por qué morirían hoy los jóvenes cubanos? Por los chivatones, hipócritas, oportunistas, ladrones, corruptos de guayabera; por los hijos y nietos de maharajás tropicales que viven en el derroche, mientras hijos y nietos de gente común arriesgan sus vidas en peligrosas rutas buscando perspectivas.
Para dosificar la brutalidad del mensaje no faltaron intermedios de desenfreno y gozadera, pues de eso se trata la Cuban Coffee by Portazo´s Cooperative, “donde se hace de la luchita un arte”. Del dolor al choteo y viceversa, que en Cuba no puede ser de otra manera, o nos reventaría el corazón en el pecho.
El Work in Progress se enriqueció con recientes acontecimientos y las circunstancias que los envolvieron. Referendo, matrimonio igualitario y el empeoramiento de la situación económica fueron abordados desde una ácida parodia que, por momentos, rozaba la autoflagelación; quizás el único modo que encontró el director de hallarle sentido a lo que no tiene pies ni cabeza.
Una vez más hay que agradecer la entrega de los actores, la revisión cuidadosa de la historia del teatro cubano y la granizada de significantes que martillan el cerebro hasta provocar un dolor real, físico, que nace de la indignación de mirarnos a nosotros mismos y descubrir que somos un poco menos de lo que creíamos. Por fortuna hay un teatro como el de CCPC, dedicado a recoger cada fragmento de nuestra identidad para recomponerla a diario entre risas y lágrimas. Un teatro empeñado en hacer crecer las raíces que los apóstatas quieren cortar.