LA HABANA, Cuba. – El llamado boom de la literatura hispanoamericana de los años 60 dio a conocer escritores de la talla de Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Carlos Fuentes y Juan Rulfo. Este último, nacido en el estado mexicano de Jalisco, el 16 de mayo de 1917, no formó parte de la avanzada comercial del boom, donde sí figuraban los otros escritores mencionados, pero aportó una interesante y profunda renovación de la novela latinoamericana.
Narrador, guionista y fotógrafo, Juan Rulfo produjo una obra literaria muy marcada por su infancia en las zonas rurales, dominadas por la superstición y el culto a los muertos. Esos primeros años de su vida, así como el asesinato de su padre durante las llamadas Guerras Cristeras (1926-1929), influyeron en la conformación del universo desolado que el futuro escritor recrearía en sus narraciones.
Hacia 1938 comenzó a viajar por distintas regiones del país. Con esa experiencia nacieron sus cuentos más relevantes, que publicó en importantes revistas literarias. Con El llano en llamas (1953), compilación de 15 relatos, Rulfo ofreció una primera visión sublimada sobre la vida de los campesinos a través de una prosa sencilla y expresiva, que trascendía la mera anécdota social.
Dos años después, con su novela Pedro Páramo, publicada en 1955, el autor perfeccionó su método para interiorizar la realidad de su país, en un universo donde se mezclan lo misterioso, lo mágico y lo real. El resultado fue un inquietante retrato sobre el México profundo, asolado por la guerra, la miseria y la degradación moral. La obra fue calificada como una de las mejores de la literatura contemporánea.
Aunque su prestigio se asienta sobre estas dos obras fundamentales, Rulfo escribió también guiones cinematográficos como Paloma herida (1963) y otra novela corta, El gallo de oro (1963). En 1970 recibió el Premio Nacional de Literatura de México y, en 1983, el Príncipe de Asturias de la Letras.