MIAMI, Estados Unidos. – En el Salón Rosado de La Tropical, hace 20 años y medio, la emblemática agrupación Habana Abierta deslumbró a una multitud con su innovadora fusión de ritmos y letras desafiantes. Desde entonces, su influencia en la música cubana ha sido incuestionable, y las reverberaciones de aquella noche histórica siguen resonando.
Fue la noche del 12 de enero de 2003 cuando la agrupación formada por Vanito Caballero, José Luis Medina, Alejandro Gutiérrez, Boris Larramendi, Kelvis Ochoa y Pepe del Valle, hizo vibrar a La Tropical con su segundo álbum, 24 horas, que ya era un rotundo éxito en el underground nacional.
“La explosiva fusión de rock, funk, hip hop, géneros nacionales (de la guaracha al bolero) y ritmos globales, agarró fuera de base a la mayoría”, comentó un asistente del concierto a Humberto Manduley, autor de un artículo sobre la emblemática presentación de Habana Abierta.
Aquella noche trascendió lo puramente musical para convertirse en una verdadera celebración. “Más que un concierto, hubo una fiesta. Emotividad y comunicación a raudales, junto a desafinaciones y pifias matizadas de risas; bastante de caos y mucha euforia. Demasiada alegría contenida en el corazón, fue una diversión en tono agridulce que, por algo más de dos horas, nos permitió dejar a un lado el gorrión, la apatía y la nostalgia,” recuerda otro fan de la banda.
Habana Abierta también brindó un espacio a una ecléctica reunión de amigos, entre ellos David Torrens, Rochy, Gunilla, Gerardo Alfonso, Juan Carlos Piñol, Diego Cano, quienes se unieron al elenco fluctuante de Interactivo para proporcionar la instrumentación.
La influencia de Habana Abierta en el panorama musical cubano no puede subestimarse. Sus innovadoras composiciones e interpretaciones, con ecos de Nirvana, Joaquín Sabina, Led Zeppelin, Tracy Chapman y Los Beatles, entre otros, han dejado una huella duradera en la música cubana.
Su legado no se limita a la música, sin embargo. Sus letras, a menudo infundidas de ironía descarnada y lenguaje de calle, trascendían los límites convencionales de la música popular para convertirse en una poderosa forma de expresión social.
“Dentro de la aparentemente continua invitación a la pachanga, anidaba un retrato profundo de escaramuzas generacionales en un país en precario equilibrio entre el disenso y el compromiso, los sueños demasiado tiempo engavetados y las esperanzas atornilladas a un futuro cada vez más escurridizo”, dijo a Manduley un fanático de la banda.
Al final, el verdadero impacto de Habana Abierta se sintió a nivel individual. Como dice un fanático que estuvo la noche del concierto en el Salón Rosado de La Tropical: “En buena medida, un pedacito de todos nosotros, los sobrevivientes, se quedó para siempre por allá adentro”.