MADRID, España.- Agustina Carolina del Carmen Otero Iglesias, más conocida como Carolina Otero o La Bella Otero ─pues se llegó a escribir que fue la mujer más linda de Europa─, nació en Valga, en la ciudad española de Pontevedra, el 4 de noviembre de 1868, hija de madre soltera y en una humilde familia.
Muy joven empezó a bailar en un local nocturno, luego se trasladó a Lisboa y más tarde a París, donde se convirtió en una triunfadora y no pocos gastaron sus fortunas para conseguir su amor, por lo que lucía joyas espectaculares. Se la relaciona con personajes históricos como Guillermo II de Alemania, Nicolás II de Rusia, Leopoldo II de Bélgica y el político francés Aristide Briand (a quien estuvo vinculada hasta la muerte de él), entre otros. Fue aclamada en Argentina, Uruguay, Brasil, Estados Unidos, Inglaterra, Hungría, Austria, Rusia y Japón.
La escritora norteamericana amiga de José Martí, Blanche Zacharie de Baralt (1865-1947), en el libro El Martí que yo conocí, publicadopor vez primera en 1945 y reeditado varias veces con posterioridad, relata: “Muy apreciador del arte y de la hermosura, tenía él un vivo deseo de ver bailar a la Otero; pero, por desgracia, en el teatro donde actuaba, el Eden Musée (…) Martí no podía entrar en un edificio cobijado por el estandarte de España. (…) Un día (…) los empresarios arriaron la bandera. El camino estaba, pues, libre, y fuimos Martí, mi marido, mi cuñada Adelaida Baralt y yo a verla bailar.
Los versos siguientes describen aquella función: “El alma trémula y sola/ Padece al anochecer:/ Hay baile; vamos a ver/ La bailarina española”.
Y continúa Blanche reproduciendo el famosísimo poema martiano ─Poema X de sus Versos Sencillos, “El alma trémula y sola”, popularizado como “La bailarina española”─. De ahí que se haya repetido profusamente que la Otero lo inspiró.
Sin embargo, textos más recientes como “La verdadera bailarina española“, basándose en apuntes como los de la obra de José Luis Navarro y José Gelardo, Carmencita Dauset. Una bailaora almeriense (2011) los atribuyen a la bailaora almeriense Carmencita Dauset (1868–1910), quien también por entonces se encontraba en Estados Unidos e, igualmente, fue alabada por Martí.
No obstante, todavía se sigue reiterando que el poema se dedicó a la Otero. Por lo que al parecer, la cuestión no se ha sellado. Lo que sí no se niega es que Martí la vio bailar en Nueva York en 1890, y que en carta al Director del periódico La Nación, el 13 de noviembre de ese año, le comenta:
“Está Nueva York en el verano indio (…) es a media tarde, como una fantasmagoría: desde los bancos del paseo de a pie ven los irlandeses retirados, los patriarcas hebreos, los tenedores de libros en asueto forzoso (…) el landó de blandos muelles, donde triunfa la Otero, la española de cara de virgen, la que cuentan que vivió en amores con el rey Alfonso, la que seduce con el poder de los ojos más que por el de su canto, y baile, al público enamorado del museo del Eden”.
Carolina Oterofalleció nonagenaria en abril de 1965 en la ciudad francesa de Niza.
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