LA HABANA, Cuba.- El 26 de diciembre de 1904 nació en Lausana, Suiza, Alejo Carpentier. Curiosamente, el escritor siempre trató de mantener ese dato en secreto, asegurando en cambio que había nacido en Cuba. No se sabe a ciencia cierta el motivo de tanto misterio, pero no es el único ligado al autor de El Siglo de las Luces, entre otras maravillosas novelas.
En el libro Los enigmas de Alejo Carpentier: la presencia oculta de un trauma familiar, publicado en 2018, el autor sueco Victor Wahlström arrojó luz, desde el psicoanálisis, sobre algunas cuestiones de la vida personal de Carpentier, que permiten hacerse una idea de hasta qué punto la accidentada relación con su padre, el arquitecto Georges Carpentier, influyó en su obra.
En el año 1991 se hizo público el verdadero origen de Carpentier y otros datos sobre su primera niñez, información que causó gran revuelo en el mundo intelectual y puso en la mira la gran cantidad de falsedades que el castrismo había construido en torno al escritor.
Entre otras cosas se supo que sus padres llegaron a La Habana en 1914, cuando Carpentier tenía diez años, y llevaron en la Isla una vida holgada, que incluyó la matrícula del niño en colegios privados. De cómo su padre alcanzó tan buena posición económica, y cómo su nombre llegó a figurar en importantes proyectos constructivos de la época, no hay información. Georges Carpentier desapareció súbitamente de la vida de su único hijo conocido, siendo este un adolescente.
La ausencia paterna obligó al joven Alejo a dejar la carrera de Arquitectura para poder sustentarse a sí mismo y a su madre. Pudiera decirse que este azar doloroso reorientó su camino hacia la literatura, pero al parecer también se convirtió en un lastre para el creador de lo real maravilloso.
De su incuestionable grandeza nada queda por decir. A través de los años se ha hecho evidente la intención de la dictadura cubana de servirse del legado de Carpentier, y la insistencia en presentarlo como un marxista consumado. No es menos cierto que la relación del novelista con la Revolución fue de complacencia, pero no transó lo suficiente como para que lo consideraran un adepto incondicional.
Quizás por no haber cedido ante las presiones de los comisarios culturales que pretendían convertir su obra en un panfleto, y también por sus vínculos pasados con el grupo ABC, que se opuso al gobierno de Gerardo Marchado, pero fue ferozmente anticomunista, Carpentier jamás fue un intelectual del todo “confiable” para los propósitos de Fidel Castro.
Estas “manchas” provocaron que a pesar de su enorme peso intelectual, erudición y cualidades para la diplomacia, Carpentier solo llegara a ser “ministro consejero cultural” de la Embajada de Cuba en Francia, cargo que ocupó hasta su muerte en 1980.
Más allá de su apoyo a una revolución que se proclamó equitativa y terminó siendo una dictadura; más allá de las interioridades de su vida privada, y de que haya sido suizo o cubano, Carpentier fue una de las plumas imprescindibles de la literatura hispanoamericana. Por sobre los misterios de su existencia se hallan magníficas obras de alcance universal, como Viaje a la semilla, El reino de este mundo, La ciudad de las columnas, Los pasos perdidos o Concierto Barroco.
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