LA HABANA, Cuba, junio, 173.203.82.38 -Entre el 28 y 30 de mayo, sesionó en La Habana el primer Simposio Coral Cuba-Estados Unidos. Una magnífica experiencia, que si bien por un lado vino a sumar interrogantes sobre la disposición del régimen de la Isla para subir a bordo del diálogo sincero, por otro lado brindó la oportunidad de un rico intercambio cultural entre los artistas de ambas naciones. Los organizadores ya preparan la siguiente edición para el próximo año.
Tal vez no sea necesario aclarar que las autoridades cubanas conciben y promueven el arte exclusivamente como una variante para la manipulación política. No imaginan, ni les interesa, la expresión creativa y el gozo espiritual aislados de corrientes ideológicas, mensajes y consignas.
El Simposio en cuestión no fue divulgado entre la población por las instituciones anfitrionas (Instituto Cubano de la Música, Centro Nacional de Música de Concierto…), razón por la cual, en no pocas presentaciones el público se redujo a los integrantes de las propias agrupaciones participantes, la prensa y los gendarmes a cargo del cuidado de los recintos.
La promotora asignada al evento, poco antes del comienzo ni siguiera dominaba informaciones elementales, como el precio de las entradas. El programa de actividades fue distribuido el propio día. Y una escueta nota reportó lo acontecido a través del unigénito sistema de prensa oficialista. En suma, métodos acostumbrados cuando se trata de actividades que resultan incomodas o no interesantes para el gobierno, pero que no le conviene impedir.
Acudieron a la cita más de una veintena de importantes directores corales de Estados Unidos, entre ellos Tim Sharp, presidente de la American Choral Directors Association (ACDA), quienes cumplimentaron una apretada agenda de talleres, conciertos y encuentros con los más reconocidos directores del patio.
El plato fuerte fue la presencia de la agrupación vocal estadounidense Cardinal Singers de la Universidad de Louisville, en Kentucky, premiada con el segundo lugar en el certamen de mayor trascendencia mundial, celebrado en Europa.
Bajo la batuta de Kent Hatteberg, los Cardinal Singers ofrecieron un aplaudido concierto, en la víspera del inicio del evento, en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, del Vedado, espacio que compartieron con el Coro Nacional. Al día siguiente, se presentaron en la Sala Oratorio San Felipe Neri, institución administrada por la Oficina del Historiador de La Ciudad (apéndice del politburó). Posteriormente cerraron con una clase magistral, ofrecida a los infantes que estudian en el Conservatorio Amadeo Roldán.
Como representación cubana estuvo, entre otros, el Coro Nacional de Cuba (CNC), coprotagonista del acontecimiento. Sus integrantes se subdividen en dos coros más, el coro de cámara Entrevoces y D´profundis. Este último en realidad no cobró vida hasta hace poco, debido a que anteriormente solo existía para proporcionar una entrada económica adicional al exiguo salario de sus músicos, los que se turnaban por seis meses la tenencia de la nomina extra.
El CNC fue el mismo coro de adultos que, el pasado año, las autoridades designaron, desatinadamente, para que compartiera con un coro femenino infantil estadounidense, avalado por haber participado en la ceremonia de investidura presidencial de Barack Obama.
En fin, tres días en los que vibró en La Habana el virtuosismo vocal sobre composiciones del repertorio mundial de todas las épocas. Algo que los amantes del género agradecimos muy especialmente, al tiempo que las autoridades se limitaron a tolerarlo, sin dispensarle apenas promoción, ni cobertura mediática.