LA HABANA, Cuba, junio (173.203.82.38) – La campaña nacional contra el derroche de agua encuentra un incesante salidero en el país. Por más que las autoridades llamen al ahorro, impongan multas y alerten sobre la sequía, la isla es un verdadero surtidor.
En Cuba el nivel de los embalses de agua se encuentra cerca del mínimo histórico en el período lluvioso. Cientos de miles de personas son abastecidas con el empleo de pipas, patanas y carretas tiradas por caballos, de acuerdo a si la zona de residencia es urbana o rural.
Las autoridades culpan al cambio climático, a las majaderías de los fenómenos de La Niña y El Niño, al crecimiento poblacional, y al deterioro de las redes en el país. Sólo en La Habana se arreglan alrededor de 4 mil 800 salideros al mes.
Las redes de la capital están colapsadas. Inversiones recientes para la sustitución de una red con más de cincuenta años de explotación, no han sido suficientes para revertir la escasez de agua en la ciudad. Cuando se suprimen mil salideros en una zona, igual número se abren en otra.
En Centro Habana, entre los pregones de los aguadores, el trasiego de cubos, latas y cuanto recipiente sirva para acarrear, el pueblo clama “si va a llover que llueva, lo que no quiero es chin chin”, en alusión a las promesas de las autoridades de resolver el abasto de agua.
Pero mientras miles de personas andan de un lado a otro con el propósito de buscar agua, otros la dejan correr, acaparan, o comercian a 20 pesos el cubo, a cien el tanque de 55 galones, y las pipas a un precio que quita los deseos de bañarse o beber.
Quienes tienen que acarrear el agua, cubo a cubo, por una escalera que a cada paso tiembla como azotada por las ráfagas de un ciclón, a veces prefieren no lavar o comer antes de exponerse a un derrumbe total.
Guillermo Zamora es uno de ellos. Vecino de un edificio inhabitable de la calle Dragones, entre Campanario y Lealtad, dice tomar menos agua que un gorgojo. Se siente un dromedario tropical. Trabaja como custodio en el complejo turístico Marina Hemingway. Allí se derrochan 19 mil 340 litros de agua por encima del plan mensual de la instalación. “La causa es la desidia y el deterioro de la red” -señaló.
Sin embargo, en Centro Habana nada cambia. Justo en la calle donde vive Guillermo, existe un registro de agua que se ha convertido en un surtidor, y está prohibido acercarse al lugar. El deterioro social en que se hunde el país, obliga a saber a los residentes en la zona, lo que es morir de sed junto a la fuente, aunque ninguno haya conocido al poeta Françoise Villon, ni haya sentido su presencia en el soneto de Nicolás Guillén: “Lejana sombra que también supiste, lo que es morir de sed junto a la fuente”.