LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – “Nunca es tarde si la dicha llega”, dice un refrán popular, que se distorsiona cuando llega se cambia por buena, y pierde el sentido. Pero no es lo mismo encontrar la mujer de tus sueños a los veinte años que a los cincuenta y tres. Sin embargo, muchos escritores cubanos saborean la miel de sus textos cuando apenas pueden ver, y quienes debieron ser los lectores naturales de sus obras no las conocen, o ya los olvidaron.
Delfín Prats nunca pudo imaginar que por escribir el poemario Lenguaje de mudos (Premio David, 1968), sería condenado a dos décadas de silencio editorial. Además, fue marginado de las tertulias literarias, los encuentros de escritores, y de todo tipo de publicación en el país.
Para las autoridades de la cultura en los años 60, su delito mayor fue ser homosexual. Los colaterales: desandar la bohemia habanera de La Zorra y el Cuervo al Club 23, y de la playa de Guanabo a Boca Ciega.
Borrados fueron sus méritos de conejillo de indias en los laboratorios del hombre nuevo de la revolución: guajirito traído a la capital, enviado a Moscú, y luego utilizado como traductor de idioma ruso en el Ministerio de las Fuerza Armadas.
Su orientación sexual, la supuesta conducta impropia y un poemario que, como Lenguaje de mudos, hablaba de más, provocaron su expulsión laboral y su regreso a Holguín en 1971. “El libro mío fue como arrojado por el agujero de la memoria. Es decir, no circuló, no llegó a venderse, no llegó a presentarse, no se habló de él para nada”, expresó a la Gaceta de Cuba, treinta y ocho años después, un reformado Delfín Prats.
Del premio sólo disfrutó el mes de comida gratis que se le otorgaba al ganador. En su caso, quince días comiendo en el hotel Flamingo arroz blanco y bacalao, y el resto en el Mégano, a base de arroz blanco y paticas de cerdo aceitunadas, aunque sin aceitunas.
Por su buena conducta de no cultivar el pasado, y vivir cada momento en su actualidad, resultó estimulado con la publicación del libro Para festejar el ascenso de Ícaro, Premio de la Critica 1988. Además, y como recompensa por su silencio conciliador, en 1991 salió en Ediciones Holguín su libro de poemas El esplendor y el caos; y en 1994, aunque con más de cien erratas, Abrirse las constelaciones.
Para demostrarle que había obtenido el perdón, fue invitado al evento poético La isla entera, con sede en Madrid (1994), donde conoció a otro condenado a no tener voz entre los lectores de su país: Gastón Baquero. Lo demás vino años después. Una casa con cuarto y cocina-comedor; una bicicleta cubana, una hornilla eléctrica criolla y un gato; una cama de hierro, y la Distinción por la Cultura Nacional.
En este recién comenzado 2011, Lenguaje de mudos ya se puede escuchar. Ediciones La Luz, en Holguín, grabó en formato mp3 una selección de aquellos poemas que silenciaron al autor. Como si no bastara tanta bondad, se le otorgó el premio Maestro de Juventudes de la Asociación Hermanos Saiz.
Atrás quedó aquella época donde los creadores faltos de credenciales revolucionarias, y a los de conducta social reprimible, como homosexuales y religiosos, se les prohibía publicar. Algo es algo, y tiempo al tiempo para recobrar la voz, se consuelan unos a otros algunos intelectuales desde una silla de ruedas o un andador.