LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -Una de las fechas más controvertidas de nuestra historia es sin duda alguna el 20 de mayo de 1902. Ese día se instauró la República de Cuba, con el traspaso de poderes de los ocupantes norteamericanos a manos autóctonas, personificadas en nuestro primer presidente, don Tomas Estrada Palma, de larga trayectoria revolucionaria en la gesta independentista de 1868-1898.
En esta polémica, sobresalen dos tendencias extremas. Una que rechaza absolutamente esta fecha, y califica la república como nacida de un aborto antinatural, generado bajo los designios de Estados Unidos, con el objetivo de implantar el dominio indirecto sobre la nueva nación; representa una línea de pensamiento que sigue los dictados del gobierno actual, para el cual todo en Cuba comenzó en 1959.
La contrapartida a la concepción descrita, la sustentan compatriotas para quienes el 20 de mayo de 1902 se inició en Cuba la instauración de una república cuasi perfecta, que feneció el 1 de enero de 1959. Equidistante de ambas concepciones, ha estado presente al interior y el exterior del país, un pensamiento sustentado en el análisis realista, fundamentado en los hechos históricos, que reconoce tanto las limitaciones afrontadas por la naciente república, como que el saldo fue positivo dadas las condiciones de entonces, de país ocupado por una potencia extranjera muy superior al anterior adversario ibérico en todos los sentidos. Sin olvidar la total destrucción del país por la guerra.
Por otra parte, tampoco puede olvidarse que de los territorios perdidos por la metrópoli España en la Guerra Hispano-Cubano-Americana, únicamente Cuba obtuvo la independencia. Un logro debido a la inteligencia y astucia de nuestros políticos de la época -que hoy deberíamos tener más en cuenta-, quienes en condiciones muy complejas demostraron gran sagacidad, solo comparables a la bravura con que utilizaron el machete durante 30 años, con recesos para continuar.
La historia de la Enmienda Platt puede estudiarse en la obra del distinguido investigador Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964), quien fuera conocido por su objetividad y firmes posiciones nacionalistas, y con prodigalidad de datos demuestra fehacientemente que los patriotas realizaron una labor excelente para alcanzar la independencia y, dentro de las limitadas posibilidades existentes, lograron que Cuba se insertara en el concierto de las naciones. Esta realidad es ocultada en la Cuba actual, cuyas medios abordan el 20 de mayo para difamar a muchas de las personalidades que jugaron un papel significativo en aquel acontecimiento. Por sus evaluaciones podría llegarse a la falsa conclusión de que nuestros patriotas y políticos de entonces fueron entreguistas o, en el mejor de los casos, unos infelices ingenuos manejados como títeres.
Con semejantes evaluaciones nada menos que se insulta de hecho al Generalísimo Máximo Gómez, que izó la bandera nacional aquel 20 de mayo. Ese hombre, por su amor a Cuba y su desinterés, único en la historia nacional, rechazó la presidencia de la república, cargo que le pertenecía por derecho más que a nadie. Indignantes también resultan los insultos tradicionales a nuestro primer presidente, don Tomás Estrada Palma. Sí, realmente cometió errores. ¿Acaso tienen autoridad moral alguna, aquellos que por 53 años han llevado el país al “borde del precipicio”? A Don Tomás, patriota probado, presidente de la República en Armas e íntimo colaborador de Martí *, y su sustituto al morir; una persona que salió del palacio de gobierno más pobre que como entró, es injusto que se agravie y se desconozcan sus méritos. Pero, ¿por qué extrañarse? Si su estatua fue arrancada de la Avenida de los Presidentes, en un acto bárbaro que deberá avergonzar hasta a las futuras generaciones de cubanos.
Ciertamente, tuvo que aceptarse el infamante apéndice a la Constitución de 1901 y más tarde el injusto Tratado de Reciprocidad; como en 1898 las fuerzas mambisas del General Calixto García tuvieron que soportar la humillación de que se les impidiera entrar en Santiago de Cuba, cuando se rindieron los españoles a los norteamericanos, los aliados con quienes habían compartido los rigores de los combates. Pero no es menos real que la lucha de nuestro pueblo en pos de una completa soberanía nunca cesó. El 2 de marzo de 1904 se firmó el Tratado sobre la Isla de Pinos entre la República y Estados Unidos, por el cual este último renunció a toda reclamación sobre esa parte del territorio nacional. El tratado fue ratificado por el Senado estadounidense el 13 de marzo de 1925, con lo cual quedaba sin efecto el Artículo 6 de la Enmienda Platt; en 1934 producto de la presión popular y el realismo de la Administración de Franklin D. Roosevelt, quedó anulada la Enmienda, y con ello el derecho a la intervención militar, establecido en su Artículo 3.
Esos pasos marcaron positivos avances en el afianzamiento de la soberanía nacional, aunque todavía prevalecieron limitaciones por la dependencia económico-comercial a Estados Unidos, y la permanencia de la Base Naval de Guantánamo que dura hasta hoy. Con la Constitución de 1940, una de las más progresistas de su tiempo en el mundo, unido a la aprobación en el decenio comenzado ese año de avanzadas leyes laborales, a pesar de todos los problemas por solucionar, la nación continuó su marcha hacia el progreso. En sentido general mostraba significativos avances económicos, sociales y culturales respecto a la herencia recibida de la época colonial, y una relativa ventaja en relación con la mayoría de los países hispanoparlantes del continente, aun cuando fue la última en obtener la independencia.
Ese proceso fue interrumpido por el golpe de estado de 1952. Con este fatal acontecimiento comenzó una crisis, de la cual Cuba no se ha recuperado aun. Por todo lo anterior, puede afirmarse que el anciano general Máximo Gómez tuvo razón cuando expresó jubilosamente aquel 20 de mayo: “Creo que hemos llegado”. Quedaba vencida una importante etapa, dependía de posteriores generaciones proseguir el avance por la obtención de la plena soberanía. No obstante las limitaciones, por fin habían instituciones gubernamentales propias, constitución, bandera e himno, o sea estaban creadas mejores condiciones para proseguir la lucha por una Cuba libre, soberana, independiente, democrática y con justicia social; una patria “con todos y para el bien de todos”, aspiración inconclusa hoy, cuando se ciernen enormes retos y existen reales amenazas de perderse los avances logrados con tantos sacrificios por anteriores generaciones, a causa de insaciables ambiciones de poder absoluto que han llevado a la nación a la degradación y al desastre.
Nota
* (…) es el patriota que a la voz de su pueblo dejó el señorío de su hacienda y el calor de una madre adorada, por la batalla y el peligro de la revolución; es el presidente prisionero que rehúsa entrar en sus bienes porque los amos del país le exigen que compre lo suyo con el dolor de pasar bajo la bandera de la capitulación; él es criollo fundador que hace pocos años salió de un castillo de España, al garete del destierro, sin más riqueza que la salud de su mente y el poder de su corazón, y hoy compra, para su familia feliz, y la familia de sus educandos, un noble edificio, con lago y con bosque, que en corazón del monte yankee ostenta un nombre cubano: es Tomas Estada Palma. (José Martí, periódico Patria, 2 de julio de 1893).