LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – Mao Zedong, al abandonar este mundo en septiembre de 1976, dejó a la Banda de los Cuatro luchando por preservar la revolución cultural que persiguió al pueblo y devastó China desde mayo de 1966. Pero Deng Xiaoping, otros defenestrados en varias ocasiones, y reformistas, comenzaron la “Nueva Gran Marcha” en diciembre de 1978, con las cuatro modernizaciones: agricultura, industria, defensa y ciencia y tecnología. Se iniciaba la “reforma del sistema estructural y los métodos de la gestión económica”, otorgando importancia a la ley del valor, promulgada en la III Sesión Plenaria del Comité Central del Partido Comunista.
Barack Obama recibió a su homólogo Hu Jintao en enero de 2011, en lo que fue una visita de Estado de 4 días, que incluyó la firma de acuerdos para compras chinas por valor de 45 mil millones de dólares, que podrían contribuir a crear 235 mil puestos de trabajo; una reunión con empresarios de las principales empresas de ambos países; la comparecencia del Presidente invitado ante ambas cámaras del Congreso; una cena con 200 ilustres participantes, incluido el concierto de jazz de Herbie Hancock y la presentación del pianista clásico Lang Lang; una conferencia de Hu Jintao con la prensa extranjera, y un viaje a Chicago.
Richard Nixon, Presidente republicano, tuvo la visión de iniciar la normalización de las relaciones de Estados Unidos con el gigante asiático, que visitó en marzo de 1972, cuando se iniciaba el ocaso de Mao y su revolución cultural, y cuando la Guerra Fría estaba aún caliente.
En aquel jugó un papel importante el Secretario de Estado, Henry Kissinger. Deng Xiaoping, al mes de imponer la reforma, y días después del establecimiento de relaciones el 1 de enero de 1979, viajó a Estados Unidos como viceprimer ministro. El Presidente Jimmy Carter lo recibió tres veces y le ofreció una cena en la Casa Blanca a la que invitó a Nixon. Para sorpresa de estadounidenses y chinos, Deng usó el sombrero tejano que le obsequiaron en Houston, donde visitó el centro espacial de la NASA; recorrió las sedes de Boeing y Coca-Cola, y habló de la nueva política de las cuatro modernizaciones. Ya por entonces planteaba la “relación de socios estratégicos” con Washington, y pasados dos años comenzó a decir que “enriquecerse es glorioso”.
32 años después, Barack Obama, se propone sentar las bases para los próximos 30 años, cuando China ha logrado el segundo lugar mundial en el Producto Interno Bruto, es el mayor acreedor de Estados Unidos, sale a “salvar” las economías europeas e invierte desaforadamente en el Tercer Mundo.
La gran acogida a Hu Jintao es el reconocimiento del peso actual, y sobre todo de las perspectivas de China más allá de la esfera económica. No obstante, pasará mucho tiempo hasta que logre alcanzar a Estados Unidos y otros países desarrollados en ciencia, tecnología e invenciones; ramas priorizadas actualmente.
Si Margaret Albright alegó mil 100 millones de razones para estrechar las relaciones con China, actualmente hay mucho más que mil 300 millones. Los objetivos norteamericanos son convincentes: las crecientes posibilidades de negocios para nutrir esas demandas, participar en los planes de desarrollo en el interior del país, realizar nuevas inversiones allí, lograr un comercio más balanceado y la revalorización de la moneda china, así como la necesidad de entendimiento en la arena internacional, entre otros.
China, por su parte, requiere reconocimiento a su importancia, el mercado norteamericano para sus exportaciones, y el fin de la crisis económica en Estados Unidos para expandirlo y que no se deprecien los bonos del tesoro y los dólares; necesita tecnología, inversiones, formación de sus cuadros, y muchas cosas más.
Entre las preocupaciones actuales de Estados Unidos, Japón, y otros países asiáticos, incluido Viet Nam, está el reforzamiento militar chino con avanzados aviones, misiles, submarinos y portaviones, así como su expansión económico-comercial en el sudeste de Asia. Las amenazas de una Corea del Norte nuclear descontrolada, y las disputas por las islas Senkakus (japonés) Diaoyu (chino), con pequeños choques armados recientes, han reforzado las maniobras navales de Estados Unidos con Japón, Corea del Sur y Viet Nam por separado, e impulsado la nueva estrategia de defensa nipona, que parece incluir la adquisición de submarinos y aviones.
Los derechos humanos fueron durante la visita de Hu Jintao el tema públicamente más álgido. China sigue violándolos en general, desde la ausencia de libertad de expresión y asociación hasta las arbitrariedades en el Tíbet. El mandatario chino pretendió bajarle el tono: “Hemos hecho enormes progresos en derechos humanos –dijo-, pero aún queda mucho por hacer”. En realidad, en el famoso comunicado del III Pleno del CC de diciembre de 1978 se auguraba el respeto a los derechos, pero empezaban por desmontar la revolución cultural, el culto a la personalidad, la concentración de poderes, la rectificación de veredictos erróneos, y la rehabilitación de personas injustamente acusadas, entre ellas Deng Xiaoping. En esta ocasión, el Presidente Obama tocó el tema repetidamente.
Hoy, en China hay más de 350 mil millonarios, que pueden ser miembros del Partido Comunista. El nivel de vida de la población se ha elevado considerablemente, pero existen unos 150 millones de paupérrimos y grandes diferencias entre las regiones. El país se abrió a la inversión extranjera, con significativa participación de los chinos de ultramar, incluidos los de Taiwan, y los empresarios del continente invierten en todo el mundo, hasta en Estados Unidos. Millones de turistas foráneos llegan y cientos de miles de chinos hacen turismo en el extranjero, incluso en Cuba.
Más de 400 millones de personas tienen Internet, aunque el acceso es censurado. Los cibernautas no pudieron informar que Liu Xiaobo recibió el Premio Nobel en Oslo, Noruega, en diciembre de 2010, porque los sitios Web fueron bloqueados. A finales de enero del presente año, la palabra Egipto tuvo igual suerte. Indudablemente, los dirigentes chinos temen que sus ciudadanos recuerden los sucesos de la Plaza Tiananmen en 1989, y se contagien con el tsunami de los pueblos.
En Cuba, mientras tanto, nos preguntamos si el VI Congreso del Partido Comunista a celebrarse en abril, comenzaría un verdadero cambio; si dirigentes reformistas y militares propiciarán el progreso y la libertad democrática. ¿Acaso podrían progresar las relaciones entre Cuba y Estados Unidos? ¿Tendremos Internet en nuestros hogares y no necesitaremos permiso para entrar y salir libremente de nuestro país? Sin copiar a nadie, pero siguiendo el curso avanzado de la humanidad.