LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – Yusimí escribe “ayuda” con doble L, y uno de sus compañeros de aula escribe “urbano” con H. Casi ninguno de los alumnos coloca las tildes correctamente. La falta de ortografía de los alumnos es sólo una de las muchas deficiencias alarmantes del sistema educacional cubano.
Los problemas de la educación en Cuba los provoca el control estatal impuesto por el gobierno. Desde hace cincuenta años el sistema educacional está rígidamente regido por el Estado.
A imagen y semejanza del funcionamiento estatal, las directivas emanadas desde el poder impregnan de verticalidad el proceso de enseñanza, y no dejan espacio a la creatividad de los pedagogos que en las aulas imparten las disciplinas de estudio según los estrictos patrones dictados por la burocracia del Ministerio de Educación.
No es casual que numerosos maestros decidan abandonar las aulas. Son varias las causas que los empujan a alejarse del magisterio. Además de los miserables salarios, existen otras que inciden en la labor de los profesores, como la falta de reconocimiento verdadero por la sociedad, la ausencia de una vocación real, hasta la falta del material indispensable para trabajar, e incluso de útiles de limpieza para mantener las aulas limpias.
A pesar de contar con un presupuesto anual importante, la sangría financiera se constata al enumerar el voluminoso aparato burocrático del Ministerio de Educación. Un batallón de oficinistas, repartidos en múltiples departamentos, elaboran modelos, planillas, estadísticas y nóminas de pago, que muchas veces salen plagadas de errores debido a la incompetencia y el desinterés.
La otra parte de esta mole de ineficiencia la forma el batallón de inspectores y metodólogos cuya función principal es controlar que se cumplan las directivas metodológicas dictadas por la burocracia ministerial, según las decisiones gubernamentales.
El papel del profesor, que es en realidad el sujeto principal del proceso de enseñanza, es minimizado por una montaña de reglamentos y resoluciones, dictadas por burócratas sin ningún contacto con la realidad cotidiana del aula. Los estudiantes están controlados además por la organización política de los pioneros, que los adoctrina para que cumplan con los requerimientos de la ideología oficial. Los educan para acatar consignas, repetir lemas y asistir a movilizaciones.
Ahora, cuando los gobernantes instan a cambiar la mentalidad, a recobrar la eficiencia productiva, tropiezan con los obstáculos que el estatismo ha provocado en el sistema educacional, en el país y en la mente de los educandos.
Mientras la burocracia educacional continúe equiparando su éxito con la sistematicidad de las asambleas semanales y mensuales de los pioneros, los logros principales del sistema educacional cubano continuarán siendo su ineficiencia total y la falta de iniciativa de los alumnos.
Lamentablemente, la doctrina pedagógica de la escuela pública cubana de la era republicana fue borrada, escamoteada por batallones de mediocres funcionarios que echaron al olvido la excelente obra forjada en las aulas por pedagogos como de la Torre y Huerta, Aguayo, Dihigo, Baldor, Marrero y otros que ejercieron su magisterio insuperable y dejaron un verdadero legado como herencia a la Educación en Cuba en el siglo XX. De ellos, nadie se acuerda.