LA HABANA, Cuba, agosto, 173.203.82.38 -Para un gobernante demócrata, una derrota electoral es vista como una consecuencia del pacto institucional, en el que se contempla la alternancia en el poder según sea la preferencia de los votantes. Además, sus oponentes nunca serán traidores o representantes de una potencia extranjera. Son, simplemente, políticos con otras concepciones ideológicas.
Para los no demócratas, en cambio, una victoria electoral de un adversario es asociada frecuentemente con el fraude, la manipulación u otras irregularidades. No conciben que la población se resista a la demagogia de un discurso populista o revolucionario. También acostumbran fabricar un enemigo externo, y al oponerse a él, solicitan legitimidad para un discurso que presume devenir el salvador de la nación.
Notorio fue el trauma que ocasionó entre las fuerzas de izquierda la derrota sandinista en Nicaragua en las elecciones de 1990 frente a la candidata opositora Violeta Chamorro. Los comandantes de Managua, que tal vez pensaban seguir los pasos de sus mentores cubanos, comprendieron con amargura que nada está decidido cuando se acude a una elección verdadera, y no a un remedo comicial como siempre han hecho los comunistas de nuestra isla.
Traje a colación lo anterior a raíz de una entrevista que el periodista venezolano José Vicente Rangel le hiciera al presidente Hugo Chávez, y que transmitiera hace poco la televisión cubana. Al preguntársele acerca de qué pasaría si la oposición gana las elecciones del próximo año 2012, la respuesta de Chávez fue categórica: “No, de ninguna manera, eso no puede ser. Jamás ha pasado por mi mente que los revolucionarios venezolanos perdamos una elección”. Ante un punto de vista semejante, y expresado nada menos que por el jefe de Estado, es lógico que las fuerzas democráticas venezolanas sientan preocupación por el futuro del país. Porque, de tamaña intolerancia al desencadenamiento de una guerra civil, no habría más que un paso.
No se precisa ser muy perspicaz para imaginar que la respuesta de Chávez estaría también vinculada con una de las características que ya apuntamos. Es decir, que para el adalid del socialismo del siglo XXI, las próximas elecciones en Venezuela no serán entre el gobierno y la oposición, sino entre la Revolución Bolivariana y el imperialismo yanqui, el cual contaría con el apoyo de la traidora burguesía nativa.
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El totalitarismo no sabe perder
Orlando Freire Santana
FRASE: Notorio fue el trauma que ocasionó entre las fuerzas de izquierda la derrota sandinista en Nicaragua en las elecciones de 1990 frente a Violeta Chamorro
LA HABANA, Cuba, agosto, 173.203.82.38 -Para un gobernante demócrata, una derrota electoral es vista como una consecuencia del pacto institucional, en el que se contempla la alternancia en el poder según sea la preferencia de los votantes. Además, sus oponentes nunca serán traidores o representantes de una potencia extranjera. Son, simplemente, políticos con otras concepciones ideológicas.
Para los no demócratas, en cambio, una victoria electoral de un adversario es asociada frecuentemente con el fraude, la manipulación u otras irregularidades. No conciben que la población se resista a la demagogia de un discurso populista o revolucionario. También acostumbran fabricar un enemigo externo, y al oponerse a él, solicitan legitimidad para un discurso que presume devenir el salvador de la nación.
Notorio fue el trauma que ocasionó entre las fuerzas de izquierda la derrota sandinista en Nicaragua en las elecciones de 1990 frente a la candidata opositora Violeta Chamorro. Los comandantes de Managua, que tal vez pensaban seguir los pasos de sus mentores cubanos, comprendieron con amargura que nada está decidido cuando se acude a una elección verdadera, y no a un remedo comicial como siempre han hecho los comunistas de nuestra isla.
Traje a colación lo anterior a raíz de una entrevista que el periodista venezolano José Vicente Rangel le hiciera al presidente Hugo Chávez, y que transmitiera hace poco la televisión cubana. Al preguntársele acerca de qué pasaría si la oposición gana las elecciones del próximo año 2012, la respuesta de Chávez fue categórica: “No, de ninguna manera, eso no puede ser. Jamás ha pasado por mi mente que los revolucionarios venezolanos perdamos una elección”. Ante un punto de vista semejante, y expresado nada menos que por el jefe de Estado, es lógico que las fuerzas democráticas venezolanas sientan preocupación por el futuro del país. Porque, de tamaña intolerancia al desencadenamiento de una guerra civil, no habría más que un paso.
No se precisa ser muy perspicaz para imaginar que la respuesta de Chávez estaría también vinculada con una de las características que ya apuntamos. Es decir, que para el adalid del socialismo del siglo XXI, las próximas elecciones en Venezuela no serán entre el gobierno y la oposición, sino entre la Revolución Bolivariana y el imperialismo yanqui, el cual contaría con el apoyo de la traidora burguesía nativa.