LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -Por estos días de mayo se realizan en Cuba los exámenes de ingreso para aquellos jóvenes que aspiran a cursar estudios universitarios. Son tres pruebas, correspondientes a las asignaturas de Matemática, Español e Historia de Cuba, en las que deben alcanzarse, como mínimo, 60 puntos sobre 100 para obtener el aprobado.
En declaraciones ofrecidas al periódico Juventud Rebelde (edición del sábado 28 de abril), el señor René Sánchez, director de Ingresos y Ubicación Laboral en el Ministerio de Educación Superior, apuntó que este año aumentan las ofertas de plazas en las especialidades pedagógicas, médicas, técnicas y agropecuarias. Por el contrario, se restringe el acceso a las carreras humanísticas debido a la menor demanda que presenta la sociedad de profesionales de ese perfil.
En realidad no habría mucho que objetar, aunque con frecuencia no sea del agrado de todos, ante semejante distribución de plazas en las universidades cubanas. Hay que tomar en cuenta que esa es también una tendencia que se abre paso a nivel internacional. Es decir, priorizar los estudios vinculados con las investigaciones científicas y tecnológicas.
Ahora bien, una cosa es justificar una decisión alegando los intereses de la economía y la sociedad, y otra bien distinta es intentar tapar el sol con un dedo. Porque eso fue lo que pretendió hacer el referido funcionario cuando, ya al final de la entrevista, afirmó categóricamente que las vocaciones eran un mito, fomentado casi siempre por las familias, que tenían muy enraizada la concepción de que sus hijos nacieron o sirven solo para un tipo de carrera. Y a renglón seguido aseveró: “Una carrera universitaria es una puerta más amplia a la vida, que les permite a las personas ser más útiles y servir mejor a la sociedad, pero no está identificada con una vocación específica”.
Pensamos muy distinto a usted, señor Sánchez. Porque cuando nos percatamos de que poseemos más aptitudes para una actividad que para otras, o nos sentimos mejor en determinado tipo de trabajo o estudio— y eso nos sucede a casi todos—, ahí se está manifestando nuestra vocación. Y qué decir de aquellas personas que se gradúan como médicos, ingenieros o economistas, y después experimentan una irresistible fuerza interior que los lleva a desempeñarse en otras ocupaciones. Solo en el terreno de la cultura, abundan los ejemplos de afamados músicos, escritores y artistas que ostentan diplomas de otras profesiones.
No sería muy aventurado imaginar que estas declaraciones del señor Sánchez se inscriben en el ya extenso forcejeo de los gobernantes cubanos por destruir las tradiciones de nuestro pueblo, e ignorar valores consustanciales a nuestra idiosincrasia. Así quisieron dejarnos sin Nochebuena, sin Navidad, sin fiestas de fin de año, sin Día de Reyes, sin una fecha tan cubana como la del 20 de mayo, y ahora pretenden empujarnos el fútbol internacional, en detrimento del béisbol, nuestro verdadero deporte nacional.
Claro, habría que ver si los hijos de los jerarcas del Ministerio de Educación Superior, o de la clase gobernante en general, estudian las carreras de su preferencia, o si por el contrario responden positivamente a los “sagrados” intereses de la revolución.