LA HABANA, Cuba, julio, www.cubanet.org -El libro De la dictadura a la democracia, de Gene Sharp, circula desde hace tiempo en copias digitales que, como se ha hecho costumbre, la gente intercambia. Luego ha comenzado a propagarse también, y por el mismo medio, el documental Cómo empezar una revolución, de 2011, dedicado al impacto a nivel global de la obra del filósofo norteamericano.
Largos años lleva ya Gene Sharp difundiendo sus ideas y métodos de “desafío político” o “lucha no violenta” para ayudar a los demócratas a derrocar las dictaduras, aunque muchas veces éstas tienen características particulares en cada país que las padece.
En su libro, bastante breve por cierto, Sharp se refiere a este tipo de lucha como un fenómeno más antiguo de lo que puede creerse y cita al politólogo Karl W. Deutsch: “El poder totalitario es fuerte solo si no tiene que ejercerse con mucha frecuencia” y, como este tipo de régimen requiere más poder que cualquier otro tipo de gobierno para relacionarse con sus gobernados, “tiene mayor necesidad de que los hábitos de sumisión estén más amplia y firmemente extendidos entre su pueblo. Incluso, en caso de necesidad, deben de poder contar con el apoyo activo de porciones significativas de la población”.
Nos hace recordar también el autor la explicación de Maquiavelo sobre cómo, el príncipe, “que tiene a todo el pueblo por enemigo, nunca puede estar seguro y, mientras mayor sea su crueldad, más débil se irá volviendo su régimen”.
Según Sharp en su texto, a los oprimidos no puede bastarles solo el coraje, la determinación e incluso la masividad en su lucha, pues necesitan, en primer lugar, un plan estratégico cuya carencia puede tener consecuencias drásticas, ya que “una mezcla de acciones no planeadas ni integradas no va a llevar adelante ningún esfuerzo de resistencia significativo. En lugar de ello, lo más probable es que le permitan a la dictadura aumentar su control y su poder”.
A partir de ahí, el filósofo comienza a analizar la importancia de las tácticas aconsejables para apoyar los objetivos realmente estratégicos y expone docenas de técnicas de lucha no violenta y las formas particulares de acción que requieren, como, por ejemplo, muchos tipos de huelgas, el boicot, la resistencia pasiva política, etc.
Ni el mismo Gene Sharp creyó que su libro alcanzaría demasiada trascendencia. De hecho, lo escribió por una petición de apoyo a los birmanos que querían cambiar su resistencia armada por la lucha no violenta contra la tiranía. Pero, como él no conocía suficientemente las condiciones específicas de ese país, prefirió escribir sus ideas de modo que pudieran adaptarse a la resistencia contra cualquier tipo de dictadura en cualquier lugar del mundo.
Para su sorpresa, sus métodos serían luego usados, con mayor o menor éxito, lo mismo por demócratas de Europa del Este que por los de la Primavera Árabe, desde Serbia y Ucrania hasta Irán, y en el documental define sus ideas como “una técnica de combate, un sustituto de la guerra y de cualquier otro tipo de violencia”. Sus convicciones antibélicas se revelaron desde 1953, cuando cumplió prisión por negarse a participar en la Guerra de Corea.
Ya por entonces, mantenía correspondencia con Albert Einstein, que prologó un libro suyo sobre Gandhi. Treinta años después, Sharp fundaría la institución Albert Einstein con el propósito de difundir la lucha no violenta. Esa organización sería pronto acusada de trabajar para la Casa Blanca e incluso para la CIA, por parte de tiranos y de presidentes dictatoriales en muchos lugares del mundo, desde Irán hasta Venezuela, que veían en esa institución, y principalmente en Sharp, una seria amenaza potencial para sus desaforadas ambiciones de poder.
En Cuba —pese a que el régimen tiene muchas características particulares que dificultan su comparación con otros regímenes totalitarios—, es indudable que ya muchos líderes de la oposición pacífica están adoptando algunos de los métodos aconsejados por Gene Sharp, escogiendo los más aplicables a nuestra situación específica. Si no se han hecho visibles los resultados todavía, no es porque no los haya, sino porque hay que mirar desde una perspectiva más amplia, para comprobar que el escenario actual es más esperanzador que el de hace veinte o treinta años.
Ojalá la “primavera cubana” estuviera ya a las puertas, pero no debemos confundir la realidad con el deseo. No es solo que no existan millones de cubanos conectados a redes sociales. No es solo el inmenso poder represivo del gobierno. No es solo la insuficiente solidaridad internacional con nuestra circunstancia. Es que además no existe suficiente solidaridad entre nosotros mismos. ¿Que nuestra transición a la democracia demora demasiado? Quizás demore tanto como la reconstrucción de una sociedad civil, como la sanación de nuestras heridas, como la reunificación de nuestras fuerzas y como la articulación de nuestros propósitos.
“Si puedes identificar las fuentes del poder de un gobierno —como la legitimidad, el apoyo popular, el apoyo institucional—, entonces sabrás de qué depende la existencia de esa dictadura”, nos dice Gene Sharp. Parece un buen punto de partida, pero lo seguro es que nadie dará los pasos que debemos dar nosotros mismos y que el tiempo apremia.