LA HABANA, Cuba, julio, 173.203.82.38 -Aunque eran muy pocos los optimistas que esperaban gran cosa, pasa el tiempo y la tan prometida al máximo nivel reforma que flexibilizaría las leyes migratorias, no se acaba de concretar.
Sabemos lo que se juega el régimen con el entra y sale de cubanos majaderos y el abre y cierra –ay Guillén- de la muralla del campamento sitiado. Ya hablaron –una vez más- de los riesgos para la seguridad nacional, la fuga de cerebros, etc. No olvidamos que, como tortugas de la Polinesia, los Jefes se toman bastante tiempo en cambiar todo lo que deba ser cambiado…para que nada cambie.
Pero como toman experiencias de aquí y de allá, de las personas más insospechadas, lo mismo de los camaradas vietnamitas para cosechar arroz o preparar trampas anti-yanquis, de Solchaga para aplicar sus recetas económicas con 20 años de retraso y algunas modificaciones, que de los comedores de moringa de Brahmaputra, se me ocurre que tal vez los mandarines tuvieron en cuenta la opinión del cantante Raúl Paz sobre la reforma migratoria.
Resulta que hace unos meses, en uno de sus viajecitos al exterior, un periodista perdió el tiempo en hacerle preguntas serias al cantante de rizada cabellera y acento extra-terrestre. Paz casi igualó el memorable papelazo de Ricardo Alarcón en la UCI, al afirmar que el problema no es que los cubanos puedan entrar y salir libremente de su país, sino elevar su nivel económico, porque si no tienen dinero, de todos modos no podrían viajar.
Como quiera que sea, Raúl Paz, ya resolvió su problema migratorio. Luego de pasar unos años en Francia, como no tuvo el éxito que esperaba, regresó a Cuba gracias a su empatía con los funcionarios de la embajada cubana en Paris, que supongo sean los mismos esbirros que no cesan de insultar y amenazar a varios amigos que andan exiliados por tierras galas y que se mueren por venir a Cuba a ver a los suyos, pero que no están dispuestos a hacer concesiones a la dictadura.
Pero con Raúl Paz se portaron comprensivos los diplomáticos-segurosos de la embajada cubana en París. Suerte que tuvo. O promesas que hizo. Como la de no hablar de política, por ejemplo. Promesa que cumple al pie de la letra. No quiere saber de política. Fíjense que ni siquiera cuando canta su pegajosa Revolución se sabe a qué carajo se refiere.
En definitiva, se da por descontado la probabilidad de que un cantante de segunda de la Generación Asere exprese algo coherente. ¿No dijo hace poco Santiago Feliú que para él Fidel Castro era como Bob Dylan?
Así, Raúl Paz asegura que halló el modo de acabar con el concepto de salida definitiva. El problema es que no todos los cubanos tienen pasaporte francés como él.
Pasaporte aparte, va y los mandarines tuvieron en cuenta las profundas reflexiones migratorias de Raúl Paz, y decidieron, que antes de autorizar, no el despelote, eso jamás, sino el relajo con orden de los cubanos autorizados a entrar y salir, es mejor que los de aquí, timbiriches o remesas mediante, reúnan suficiente dinero para que puedan viajar y así esquilmarlos mejor con el papeleo.
Y mientras reúnen el dinero, hay que tenerlos divertidos. Mucho reguetón y cantantes como Raúl Paz, el de los ricitos y la barba siempre en asomo, que es capaz de montar un carnaval en el mismísimo teatro Karl Marx. Con disfraces, bombines, pitos y matracas. El muchacho, en cuanto al espectáculo, es bastante pretencioso. Y tiene suerte por portarse bien, porque recientemente lo trasmitieron por Cubavisión dos noches de sábado consecutivas. Ni que fuera el Rock and Roll Circus de los Stones. O mejor, el Cirque du Soleil, que Monsieur Paz será cheo, pero es franchute…
A propósito, ahora que también viene el espectáculo artístico por cuenta propia, Raúl Paz debe averiguar con Ulises Aquino cómo se las arregla en El Cabildo para ganar dinero, simultaneando el arte con la gastronomía. Si el tenor Aquino y Ópera de la Calle igual cantan un aria de Verdi que Bohemian Rhapsody, o bailan como trompos, lo mismo ballet que rumba, qué no haría Raúl Paz con su carnaval y su pasaporte francés.