LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – El gran sustituto de la tele-basura es el teatro basura. En Cuba, está asentado con toda la fuerza de la vulgaridad y el facilismo. En el caso del teatro para niños, la enfermedad es epidemia, marcada por la ideologización de los textos y el concepto. Entre las más comprometido está la compañía La Colmenita, dirigida por Carlos Alberto Cremata Malberti. Carlos inicia a los niños en la devoción a los hermanos Castro, a quienes ofrece espectáculos particulares. Garantiza así la continuidad artística y la sumisión al régimen de los futuros artistas.
En la esquina opuesta se encuentran pocas, pero dignas compañías. No viajan al exterior, ni intercambian con compañías internacionales; tampoco participan en festivales o reciben cobertura promocional para la presentación de espectáculos. No obstante, se mantienen fieles a su arte y cosmos. Crean y recrean mundos mágicos para niños y adultos.
Teatro Punto Azul es una de esas agrupaciones. Se presentó este fin de semana en la Casona de Línea, en el Vedado. Su obra Cuentos de mi abuela, una adaptación del libro La noche, de Exilia Saldaña, hizo correr cuarenta y cinco minutos de puesta en escena como un sueño.
El espectáculo evoca el mito de la lechuza y el sijú, una historia de amor y lealtad y en la cual trasluce para la niña el valor de ser agua, ser rio, tierra, nube y la importancia de ser siempre consecuentes con los sentimientos. Todo a través de la leyenda. La abuela, centro de mitos e historias en la infancia, responde las preguntas de la nieta. Asombrosas, sabias, las respuestas llevan de la mano a la niña a través de la historia, como Alicia era llevada por el conejo en la historia de de Lewis Carrol.
La puesta en escena está bajo la dirección de Omar Bilbao, quien impone un curso diferenciador. La escenografía es austera hasta la exquisitez, y las luces contribuyen a recrear las atmosferas. Pero sobre todo, destaca el apoyo en una banda sonora que nos lleva y trae a través de la cubanía y la universalidad, en un exitoso tono cinematográfico.
En sus palabras sobre la obra, Marta María Borrás, nos dice. “De ahí, que la palabra sea inseparable de la danza y la música, en una puesta que busca acercar al niño espectador a los valores más profundos, a descubrir la belleza de lo desconocido y en tanto, temido, desde la multiplicidad del teatro”.
No dejo de la mano las actuaciones. Los cuatro actores llenan el espacio de un escenario definido por la candidez y el despertar a la vida.