LA HABANA, Cuba, junio (173.203.82.38) – Los trámites en el laberinto burocrático cubano son un dolor de cabeza para la población. La pérdida de tiempo y dinero por parte del solicitante se une a la ineficiencia de los funcionarios y crean el caos.
Miles de solicitudes de todo tipo esperan respuesta en oficinas y otras instancias del país. Pero la mayor parte se queda sin solución, no importa la envergadura del trámite. La desorientación, el peloteo de un sitio para otro, los maltratos, no tienen para cuando acabar. De nada vale que la gestión sea sólo para obtener una firma o un cuño.
Vladimir Pérez, cuya vivienda fue afectada por un alza repentina de voltaje que le inutilizó cinco equipos eléctricos, aguarda desde 2008 que la Unión Eléctrica (UNE), le reponga un equipo de música que le costó 497 dólares.
Nidia Ruíz, víctima de un hurto en su vivienda en mayo de 2009, todavía espera porque la caja de resarcimiento le pague una indemnización de 9.562 pesos, sanción complementaria que dictó el tribunal contra el autor del delito. El tiempo establecido por la ley para solucionar ambos trámites era de 30 días.
Y en esta situación se encuentran miles de cubanos. Hasta para obtener la actualización del derecho a comprar una dieta de alimentos por enfermedad, o de un medicamento controlado a través de un documento nombrado “tarjetón”, hay que aguardar.
Elisa García estuvo dos meses sin recibir la dieta de pollo que les asignan a las personas que padecen diabetes, porque no había modelos para llenar en la oficina. Alejandro Suárez tuvo que adquirir en el mercado ilegal el salbutamol para el asma, que le corresponde por el tarjetón, porque la firma del médico de la familia no estaba actualizada.
De nada sirven las quejas o denuncias formuladas por los ciudadanos. Poco importa que aparezcan reseñadas en la prensa estas “aberraciones introducidas por los sistemas burocráticos”, como califica el periodista Hugo Rius la demora en los trámites.
Según el periódico Granma, hasta el Estado es víctima de su engendro burocrático. Cerca de medio año después de la botadura al mar, seis barcos estatales de plástico permanecen anclados en espera de concluir los trámites para comenzar su trabajo.
La inversión alcanzó la cifra de 260 mil 000 pesos y una fuerte suma en moneda convertible.
Si esto ocurre con los bienes del Estado, qué puede esperar la población. El que no paga una gratificación monetaria por debajo de la mesa “para resolver”, se desgasta de trámite en trámite sin lograr ningún resultado
Los burócratas son inflexibles. Actúan como si el mundo naciera o se acabara con su decisión. Dicen lo mismo a todos como si fueran robots: “Nada se puede hacer”. Es como si estuvieran todos vacunados contra la sensibilidad y la eficacia.