Cópula tardía
LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -En días recientes, algunos medios internacionales de información insertaron una nota graciosa entre tanta gravedad. Era una especie de reportaje sobre una anciana, virgen a los 70 años de edad, que ante el temor de abandonar el mundo sin haber hecho todo lo que el cuerpo le estuvo pidiendo, de pronto se muestra ansiosa por recuperar lo perdido y avanzar mucho más, si le fuera posible.
Sé por qué la historia de esta anciana me remitió a la actual situación de ciertos representantes de la Iglesia Católica cubana. No sólo, o no en específico esta vez a la del cardenal Jaime Ortega, quien, por demás, no debe ser ducho en virginidades.
Al igual que la anciana de marras, tales representantes eclesiásticos se muestran resueltos a ganar contra reloj una carrera que ya tienen perdida desde hace años, por más que ellos sean los únicos que parecen no darse cuenta.
Reprimieron durante medio siglo el concupiscente impulso de abrirse en cuerpo y alma al poder político. Y ahora, al ver que se les acaba el tiempo sin que tal sacrificio les reporte placer ni ganancia, se abalanzan a recuperar lo perdido, pero de una manera no menos imprudente que la de aquella virgen septuagenaria.
Hablo de representantes formales de la Iglesia Católica cubana, y no, en modo alguno, de sus respetables creyentes, quienes, al igual que los de cualquier otro credo, merecen toda consideración. El Vaticano es un Estado, es poder. Así que sus representantes oficiales son comisionados de un poder. La fe, el cristianismo y Dios son cuestiones aparte. Incluso también lo son aquellos representantes oficiales de la iglesia que siempre ponen por delante su misión espiritual.
No fue Dios, ni siquiera la Iglesia Católica, en abstracto, quienes le negaron piedad y caridad a 13 opositores pacíficos cubanos que, desesperados y ansiosos porque se atendieran sus demandas de libertad y honra a los derechos humanos, ocuparon respetuosamente un templo católico en La Habana. Tampoco fue el catolicismo quien entregó a estos infelices a la jauría policial, y después, no conforme, se ha dedicado a difamarlos y a insultarlos en público.
No fueron los católicos, en plural, quienes clausuraron la revista católica Vitral, porque le molestaba al régimen, y, aprovechando su ausencia, dieron auge a otra, Espacio Laical, que le hace el juego a Dios y al diablo, apoyando y aun promocionando al régimen, bajo el disfraz de imparcial y patriótica y hasta contestataria.
Precisamente el editor de la revista Espacio Laical, Roberto Veiga González, recientemente aireó, en Nueva York, dos o tres píldoras que nada dejan a la perspicacia.
Durante una conferencia en el neoyorquino Centro Bildner, Veiga González dijo que nuestro país no está preparado para el multipartidismo y para las elecciones libres, por lo cual él descarta esa posibilidad e incluso su conveniencia. Dijo que Raúl Castro es el hombre capacitado para llevar adelante los cambios que necesita la Isla, y que su gobierno goza de legitimidad, de acuerdo con una parte significativa del pueblo. Dijo que a la vuelta de 5 años más con el mismo régimen (es decir, cuando éste cumpla 58 años de arruinadora y ruinosa tiranía), Cuba podría llegar a ser un país maravilloso.
Sin comentarios. Como no sea para recalcar la evidencia de que a estos ciertos funcionarios del poder de la iglesia, perdido el pudor ante el apremio por recuperar terreno –como en el caso de la viejita virgen-, ya ni siquiera les basta con guardar silencio y mirar hacia otro lado ante los atropellos dictatoriales. Necesitan proclamar en voz alta y clara que han salido a la brega en busca de que el régimen les compense por tanta ansiedad reprimida durante varias décadas.
Lo más triste es que, como aquella virgen septuagenaria, por muchas ganas que tengan, ya no les queda con qué incitar las ganas del otro, sólo su simulación.
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