La Habana, Cuba.- Una máxima muy recurrente entre nosotros establece que no se debe de chocar dos veces con la misma piedra. Es decir, que debemos aprender de los errores para no incurrir otra vez en situaciones que nos deparen nuevos contratiempos.
Sin embargo, los gobernantes cubanos dan la impresión de no estar al tanto de semejante advertencia. Ellos cometen una y otra vez los mismos errores, y una y otra vez se ven enfrentados a similares problemas. Claro, con el perjuicio principal, a la larga, para el ciudadano de a pie. No importa que la decisión errónea haya sido tomada con el pretexto de favorecer a corto plazo a los más vulnerables de la sociedad.
En esta ocasión nos referimos al tope de precios para el transporte privado en La Habana, una medida que entró en vigor el pasado 9 de junio. Ya hemos perdido la cuenta de las veces en que las autoridades han dictado una medida similar para que sea acatada por los trabajadores por cuenta propia que se dedican a transportar pasajeros. Y al final, ante lo inoperable que resulta el control de la medida—es imposible colocar un inspector estatal en cada vehículo—, así como las necesidades de los pasajeros debido al deficiente transporte estatal, los choferes terminan cobrando una tarifa que se vincule con la correlación oferta-demanda.
Un vistazo a la situación que se observa en las calles habaneras durante los primeros días de vigencia de la nueva medida permite apreciar el desespero de los pasajeros. En rutas tan demandadas como las que van desde el Parque de la Fraternidad, en el centro de la ciudad, hasta Santiago de las Vegas, Alamar, Marianao o San miguel del Padrón, se nota la escasez de taxis privados, y las aglomeraciones de personas que no encuentran cómo llegar a sus destinos.
Desde antes de ponerse en vigor el tope de precios, algunos boteros declaraban que “no les daba la cuenta” seguir trabajando con las nuevas tarifas que contempla el tope. Hay que tomar en cuenta que buena parte de los carros privados que ejecutan esta actividad–—los denominados almendrones— tienen alrededor de setenta años de funcionamiento, y en consecuencia su reparación resulta extremadamente costosa. A lo que se añade la situación que presenta el país con el combustible. Una anomalía que obliga a no pocos choferes a adquirir este producto en el mercado informal, a precios muy elevados.
No podemos pasar por alto que el actual tope de precios ha marcado el estreno de la señora Yanet Hernández como nueva gobernadora de La Habana. Ella ha querido mostrarles a sus superiores que está dispuesta a acabar con lo que la cúpula gobernante denomina “precios especulativos”.
En ese sentido no pocos piensan que la flamante funcionaria continúe topando precios, y que los próximos sean los de los productos agropecuarios. Si la realidad se comportara de esa manera, veremos cómo se pierden las viandas, frutas, vegetales y otros productos de las tarimas; y los pobres consumidores tendrían que desandar por los barrios para hallar algún punto de venta clandestino que, a precios de mercado, oferte las mercancías que buscan.
Cada vez que los jerarcas del castrismo optan por topar los precios que hasta ese momento se comportaban siguiendo la lógica del mercado, es un nuevo fracaso para el modelo económico que se intenta imponer. Esto nos aleja más de la pretendida estabilización macroeconómica, de la que tanto presume el gobernante Miguel Díaz-Canel.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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