LA HABANA, Cuba.- Mercedes es una devota católica de la iglesia Santa Catalina de Siena, que se ocupa de rezar en la necrópolis de Colón, en La Habana, por un grupo de fieles difuntos, así como de atender los restos de los que, en vida, pertenecieron a su congregación. Ella y su esposo Antonio van varias veces durante el año a colocar flores en los nichos de sus padres.
Dentro de ese extenso camposanto hay dos tumbas separadas tan solo unos escasos metros: la del famoso proxeneta cubano Alberto Yarini y Ponce de León, ubicada en Calle Quinta y Avenida Obispo Fray Jacinto, y la del periodista Víctor Muñoz, cuyo panteón se encuentra en la misma avenida antes mencionada, pero entra las calles 9 y 11.
Comenta el matrimonio de religiosos que se sintieron algo molestos al distinguir que, mientras el panteón de Víctor Muñoz, promotor del Día de las Madres en Cuba, permanece desatendido y sucio año tras año, casi a punto de desarmarse, el de su coterráneo Yarini, el chulo de San Isidro, aunque también deteriorado por el paso del tiempo siempre está alegre, adornado con flores y dedicatorias.
Según expresa Mercedes, “me resultó impresionante ver en diferentes ocasiones el gran número de muchachas bonitas que visitan la tumba de Yarini”. “Nosotros al principio no queríamos creer aquello, hasta que nos acercamos a una joven que dijo haber sido recompensada por Yarini cada vez que le solicitó algo al pie de sus restos.
Continúa explicando Mercedes que la joven, de veintitrés años, arribó a la capital huyendo de la pobreza en su natal Las Tunas. Tras varios años trasnochando con turistas, se dio cuenta que necesitaba algo más que el dinero diario y fue entonces que, siguiendo el consejo de una amiga, decidió venir al sepulcro de Yarini y le trajo una ofrenda floral.
La muchacha le pidió, con mucha fe, que en su camino pudiera encontrar un extranjero que la sacara del país. Su ruego, contó, le funcionó a las mil maravillas, ya que poco después conoció a un italiano del que quedó embarazada, y partió rumbo a Roma.
Alberto Yarini y Víctor Muñoz fueron, los dos, cubanos. Coincidieron en época, pero sus vidas marcharon por caminos diferentes.
Alberto Yarini, nació el 5 de febrero de 1882 en La Habana y murió el 22 de noviembre de 1910. Fue un famoso proxeneta que, según sus contemporáneos, inspiraba miedo a los hombres guapos de San Isidro.
Por su parte, Muñoz nació también en La Habana el 1ro de enero de 1873, y murió el 25 de julio de 1922. Fue un paladín del periodismo cubano, y defensor de todas las causas justas y nobles. Gracias a su labor perseverante logró que se instaurara el Día de las Madres en Cuba.
Este reportero visitó en diferentes fechas las tumbas de ambos fallecidos y, efectivamente, la de Víctor Muñoz está deteriorada, y sumamente ennegrecida la estatua de una mujer que representa a todas las madres cubanas. En cambio, el panteón de Yarini, a pesar de su estropeo, desbordaba amor y recuerdo por los obsequios femeninos colocados sobre el mármol. Allí, este periodista conversó con tres mujeres que acababan de depositar sus regalos en honor al famoso proxeneta habanero.
A la pregunta de si conocían quién fue el promotor del Día de las Madres en nuestro país, ellas contestaron que no. Tampoco quisieron ser retratadas, pero sí aceptaron decir sus nombres: Brenda, Rosaura y Yanisleisy.
Sobre el fallecido chulo, Brenda subrayó: “Yarini es un ser bendito muy efectivo. Dicen que fue un hombre de temple, que se paró en tres y dos antes la muerte. Yo estaba cansada de pedirles a los santos y entonces alguien me habló de Yarini y vine aquí, le deposité flores y le pedí, y todo me ha salido a pedir de boca. Hasta una casa me compró un ‘yuma’, que viene a verme dos veces al año”.
Alega Rosaura: “Venimos a esta tumba, no importa si estamos aterrilladas por el sol, y cumplimos con él; porque cada vez que le pedimos algo, él siempre cumple. ¡Remedio santo! Él concede más milagros que la propia Milagrosa. Si alguna no logra tener crío, entonces él a la vuelta de un tiempito resuelve gustoso el problema. Si queremos que una cosa tome por el camino que nos conviene, sólo él logra hacerlo. Y si estás con la soga al cuello, él la corta”.
Yanisleisy la interrumpe para decir: “Yo estoy muy preocupada por el artículo de Ciro Bianchi que apareció en el Juventud Rebelde del día 12 de junio donde una mujer le escribe una carta expresando su inconformidad por la posible venta de la tumba de Yarini por parte de la viuda de un descendiente. A la cañona quieren destruir la memoria de Yarini, pero no nos quedaremos con las piernas cruzadas. Ya el cuento me lo sé de memoria. Yo nací en un bajareque, entre dos o tres tarecos, y mi italiano lindo me sacó de esta pesadilla. Aquí, donde tú me ves, yo he pasado en Cuba más trabajo que un forro de catre”.
La necrópolis de Colón, monumento nacional por sus valores arquitectónicos, no deja de revelar ciertas paradojas, como la de las tumbas de Víctor Muñoz y Alberto Yarini. El primero, a pesar de su labor benefactora, ha sido condenado al olvido; y el otro, el chulo cubano, recibe el cariño y la mirada de recordación de cientos de sus devotas.
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