LA HABANA, Cuba. — Las indicaciones a la prensa oficial han venido, como siempre, desde arriba: se tratará de cubrir y retransmitir, hasta provocar un coma diabético a la audiencia, la llegada al país de los agentes del Ministerio del Interior; y de minimizar tanto como sea posible la normalización de las relaciones Cuba-EE.UU. Lo primero viene siendo el reconocimiento tácito de que la “batalla de ideas” ha concluido. En cambio, la segunda noticia constituye una inestable bomba de tiempo.
Mientras se siguen sumando las horas de transmisión, esta política informativa claros favoritismos se torna más evidente. Pero hasta los medios controlados por el Estado sorprenden cuando un comentarista no puede ocultar su alegría por lo que, en su opinión, es “un sueño” hecho realidad. Tal fue el caso de José Pertierra este jueves en la noche frente a la entrevistadora Arleen González Derivet, conductora ocasional del programa Mesa Redonda, y uno de los rostros del periodismo más fiel al régimen.
Lo que en principio tal vez debió transcurrir como una entrevista de guión ensayado –a fin de cuentas la Mesa Redonda se ha caracterizado por su perfecta cuadratura–, se convirtió en un tormento para la periodista. Pertierra repetía “se acabó el bloqueo” mientras su interlocutora trataba de restarle importancia al asunto. Rodríguez Derivet, no sin cierta molestia, pedía “perdón” por no compartir la emoción de quien fuera abogado en el ya cerrado caso de “Los Cinco”. Pero el analista fue todavía más allá, y reconoció la “valentía política” del presidente Obama.
“No quiero quedarme sólo con su emoción”, insistía Arleen, que solicitó en su lugar una “reflexión” pero no consiguió finalmente lo que quería. “Yo creo que habrá un cambio histórico, no habrá marcha atrás. Yo creo que las hostilidades abiertas que han existido entre Cuba y Estados Unidos… ya eso pasó a la historia”, añadió el entrevistado ante la mirada nada complaciente de la vocera oficial.
Arleen, en un último intento, ya con pocas esperanzas de utilizar a su invitado para la propaganda, entonces preguntó sobre el caso de los agentes cubanos. “La liberación de los tres era algo más cercano, pero este golpe fuerte, de no tomar pasos pequeños (…), yo creo que eso nadie se lo esperaba”, concluyó entonces José Pertierra, quien echó por tierra –valga la cacofonía– las intenciones de restarle importancia a los hechos que verdaderamente la poseen, o de que sus palabras fueran burdamente manipuladas por la anfitriona.
Nadie tenga dudas de que lo trascendental que vive Cuba en estos momentos es la normalización de las relaciones con EE.UU. A pocos les importa realmente un reencuentro familiar que nada influirá en la vida de la nación, salvo para ocupar espacios televisivos con reportajes empalagosos. No, mucha gente sabe bien que el futuro está determinado por lo que pueda suceder a partir de ahora, con los discursos de Obama y Raúl Castro publicados en Granma de forma íntegra.
Haciendo gala de su costumbre, los medios permitidos rehúyen la opinión pública todo lo que pueden para cocinarse en su propio caldo ideológico, aunque esta vez les cuesta más trabajo que nunca escapar a la marea. Arleen Rodríguez perdió el control de su feudo por unos minutos. Ha sido el primer desliz de un periodismo que deberá reelaborar todos sus manuales a pasos acelerados.