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LA HABANA, Cuba.- Desafiar las alturas es el denominador común de quienes se dedican al alpinismo industrial en Cuba. Colgados de los edificios más altos de La Habana, realizan labores de construcción que abarcan desde la albañilería abrasiva, pintura y fregado, hasta la restauración patrimonial.
El oficio, que está cogiendo auge, suma un centenar de “alpinistas” en la capital. Luis es uno de ellos, que además cuenta con una experiencia de catorce años.
“Cuando yo empecé en esto habían unos cuarenta trabajadores que nos conocíamos todos porque salimos del mismo lugar. Ahora hay muchos más, cerca de cien gentes trabajando que no conozco ya (…) Comenzamos a finales de la década del 90, cuando surgió el “Grupo Especializado de Trabajo de Alto Riesgo (GETAR), una escuela que capacitó a todos los que querían hacer este trabajo, y nos dieron la acreditación para trabajar”, cuenta Luis a CubaNet.
La escuela perteneciente a la empresa Constructora Puerto Carenas, de la Oficina del Historiador de La Habana, instruía en el manejo de las técnicas del alpinismo, certificando la preparación para práctica laboral.
El grupo comenzó su trabajo con la oficina del historiador, en la restauración del Morro de la bahía de La Habana, el edificio FOCSA (110 metros, el más alto de Cuba) y otras edificaciones como la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús (Reina), catalogada como icono de ciudad por su altura.
En la actualidad, los alpinistas industriales se independizaron y operan mayormente en cooperativas bajo la licencia de “pintura y mantenimiento de exteriores”, prestando servicios tanto al sector estatal como al privado. Temen hablar del tema para que “no inventen una licencia de alpinista industrial con un impuesto alto”.
Eduardo Quintana practica el oficio desde hace diez años, en declaraciones para CubaNet, describe que “no siempre tenemos la demanda alta; en estos momento es mala y así puede ser el hasta final de año”. La suerte actual del oficio es el contrato individual en el sector privado.
Preparación sobre la marcha
Algunos de los que incorporaron en los últimos años se prepararon en escuelas de bomberos o de soluciones verticales, perteneciente a la cruz roja cubana. Otros se cuelgan y aprenden sobre la marcha, un método con mucha menos teoría que las escuelas convencionales.
La mayoría busca sentir los golpes de la adrenalina mientras se balancean en al aire o se sostienen del marco de una ventana, con la cintura amarrada de una cuerda.
Pero estos “spiderman” cubanos consideran que su salario es bajo para el alto riesgo que implica su labor. “En primer lugar no es pago (el alpinismo industrial), si te pones a ver lo que cuestan los equipos que exige este trabajo”, explica Eduardo Quintana
“La cuerdas y los arneses los tenemos que mandar a buscar fuera del país y eso los encarece (…) Las cuerdas sufren mucho desgaste y hay que estarlas renovando, y aquí no hay”, añade.
La competencia vertical
Mientras este grupo de alpinistas verticales las inventa en el aire, surgió una pequeña empresa cubana: Verticales ABZ. La empresa, descriptiva de sus similares fundada por cubanos repatriados, cuenta con avales internacionales y equipamiento de primer nivel, comprado en el extranjero.
Como era de esperar en poco menos de cinco años, Verticales ABZ se adueñó de los mejores contratos de rehabilitación de las edificaciones de Meliá y empresas estatales con poder económico, dejando en la cuerda floja a la vieja escuela socialista.