LA HABANA, Cuba.- Al disfrutar el altísimo nivel competitivo que nos brindan las jornadas del Campeonato Mundial de Atletismo (Beijing 22-30 de agosto) no puedo menos que sentir nostalgia y añoranza de las épocas pasadas y gloriosas en que corredores y demás especialistas cubanos del llamado deporte rey se paseaban orondos en medio de la elite mundial.
El magno evento, a un año exacto de los próximos Juegos Olímpicos Río de Janeiro 2016, se ha desarrollado en un ambiente de excelente organización y gran respaldo de público, como acostumbra la capital china. En los terrenos de competencia se ha confirmado el avance global de este deporte en la actualidad, con varios eventos bien reñidos y de altísima calidad.
En este Mundial de atletismo creció la tendencia de diversificación del talento y los resultados. Ya pasó la época en unas pocas potencias de primer mundo se repartían, casi en exclusiva, medallas y récords. Baste decir que transcurrida la mitad del certamen Estados Unidos y Rusia, otrora potencias hegemónicas, estaban muy lejos de sus resultados históricos. La otra cara de la moneda es Kenya, que ya no es solo sus prácticamente invencibles corredores de fondo, porque han extendido calidad y resultados a otros eventos impensados hace pocos años.
El desarrollo científico técnico aplicado al deporte y en especial el creciente comercialismo, el cual genera enormes recursos para extraer los talentos de cualquier rincón del mundo, provocan que atletas de América Latina, el Caribe, África y Asia hayan invadido los podios mundialistas con performances atléticos de altos quilates. En una sola jornada dos especialidades tradicionalmente europeas fueron lideradas por atletas de África y América Latina. En la jabalina masculina el kenyano Julius Yego —por cierto con la tercera marca de la historia— escoltado por el joven egipcio Ihab Abdelrahman El Sayed relegaron a todos los representantes europeos. Pocos minutos después en el salto con pértiga femenino la cubana Yarisley Silva y la brasileña Fabiana Murer hicieron lo propio.
El estadio Nido de Pájaros de Beijing volvió a estremecerse hasta sus cimientos ante la demostración impresionante del jamaicano Usaint Bolt quien, para ratificar sus títulos de hombre más rápido del planeta (campeón en 100 y 200 m planos), no creyó en su incompleta forma deportiva ni en el demostrado liderazgo actual de su principal rival del momento el norteamericano Justin Gatlin.
En cuanto a Cuba, después de dos citas —Daewoo 2011 y Moscú 2013— sin obtener medallas de oro, volvió a lo más alto del podio, con las actuaciones de la discobola Denia Caballero y la mencionada Yarisley Silva. Sería ideal que los premios dorados obtenidos en esta ocasión por tres figuras en real estado de gracia no alimenten la vanidad y el chauvinismo de las autoridades cubanas que los incapaciten para apreciar la real crisis que vive hoy el atletismo cubano.
En la historia de los Campeonatos Mundiales Cuba acumula primeros lugares y medallas en 110 metros con vallas, 800 metros planos, disco, jabalina, martillo, salto triple, salto alto y otros tantos finalistas a pesar de que el evento siempre coincide con los Juegos Panamericanos, los cuales constituyen la competencia fundamental del año para los atletas cubanos por el imperativo de apuntalar con los resultados del atletismo la obtención del segundo lugar por países en los juegos continentales.
En esta ocasión muy pocos atletas cubanos dieron la talla para registrar una actuación relevante. Son varios los obstáculos y traumas que deben enfrentar los deportistas cubanos: Insuficiencias materiales y logísticas en las categorías inferiores para captar nuevos talentos, lo que se une al deficiente somatotipo de los corredores de la Isla. En un solo estadio entrenan todos los miembros del equipo nacional y los atletas paralímpicos. El mal estado de conservación en que se encuentra esta instalación deportiva, construida en 1991 para los Juegos Panamericanos de La Habana, coloca a los atletas incluso en peligro de lesiones. Constantemente se registran carencia de implementos de calidad idónea e incluso de compuestos recuperantes. Todo esto se agrega al poco fogueo internacional de las figuras jóvenes y a la tradicional pobre remuneración que reciben los atletas cubanos.
Son varias las figuras del atletismo cubano que después de registrar actuaciones destacadas desaparecen del escenario competitivo siendo muy jóvenes aún, incluso algunos prefieren buscar nuevos horizontes y representar a otro país.
Este campeonato mundial, al igual que los recién concluidos Juegos Panamericanos, demostró cuanto queda por andar y por cambiar para volver a estar en la elite mundial con estabilidad y sin fisuras. Ahora que ya no pueden mantener el ansiado segundo lugar panamericano (Cuba fue cuarta en Toronto 2015) bien harían en convertir al campeonato mundial en la competencia fundamental en tanto brinda mayor prestigio y más jugosa remuneración.
Este campeonato mundial nos deja el doble sabor del deleite que brinda el mejor atletismo del mundo y la preocupación por el destino incierto de este deporte en Cuba que por ahora debe conformarse con obtener esporádicas victorias y seguir soñando con glorias pasadas.