Segunda parte de la entrevista de CubaNet con el escritor Ángel Santiesteban Prats, coguionista del filme Plantados.
Ángel Santiesteban Prats (Foto: Tomada de su perfil de Facebook)
―Eres el único de los guionistas de Plantados que vive actualmente en Cuba. ¿No temes que el régimen tome alguna represalia contigo?
―Quien tiene mucha preocupación con eso es Lilo Vilaplana. Hemos hablado varias veces de ese asunto. No tengo un plan B. No sé si ellos van a tomar alguna represalia conmigo. De todas formas, si no es por la película sería por otra cosa, ya las han tomado antes. Vivir en dictadura es vivir siempre bajo represalias por cualquier cosa. Conmigo se vienen ensañando desde hace mucho, desde que comencé a escribir. Me han suspendido muchas veces, me han sacado de antologías, de dosieres, porque según ellos no encaja mi temática literaria.
En 1998 fui a República Dominicana, y Lilo estaba en Colombia, ya se había ido de Cuba, hablamos por teléfono y me dice: “Angelito, ahora mismo te voy a pagar un pasaje y tú vienes para acá, no vuelvas a Cuba. Tengo el presentimiento de que terminas preso”. Y yo me negué a irme. Cuando voy a Miami me dice igual: “No regreses”. Le dije que no quería irme de Cuba, aunque me sucediera lo peor. No le voy a huir a esas represalias de la tiranía, estoy en este camino y no es ningún acto de locura, ni quiero ser un mártir, no es el objetivo. Mi objetivo es ser artista en mi país.
―Cuando hablas de Lilo Vilaplana le profesas admiración profunda y cariño, ¿cómo es tu relación con él?
―Conozco a Lilo desde que era un fideo, un muchacho muy delgado. Él vivía alquilado en La Habana, había venido de Nuevitas. Siempre lo admiré por la valentía que tuvo al abandonar su pueblo natal y venir a La Habana para así consagrarse como el artista que ya era. Vino para acá y era asistente de dirección, yo había acabado de pasar ese curso también, además del de guion y el de dirección de cine. Nos pusieron a trabajar con Villar en la programación de aventuras. Eso habrá sucedido en el 86 o 87, ya por ahí comenzó nuestra amistad. Luego se fue para Colombia.
Siempre estuvimos conversando. De hecho, cuando ya empieza la policía política a abusar, que no me dejaba trabajar, no me dejaba ganar, Lilo me ayudaba también económicamente, me enviaba algún dinero y libros. Siempre ha estado muy al tanto de mí. Cuando yo estuve preso fue una de las personas que, si no el que más, aparte de mi hermana, gritó por mi libertad. No se cayó nunca, no se cansó nunca. Lilo se mantuvo esos dos años y medio diariamente pidiendo, exigiendo que me liberaran, que era injusta la causa por la que yo estaba preso.
―Decías anteriormente que la dictadura tomó represalias contigo desde que comenzaste a escribir. Sabemos que ya te censuraban antes de involucrarte por completo en la política, pero, qué sucedió específicamente, con tu libro Sur Latitud 13 y el premio Casa de Las Américas, en 1992.
―Fue terrible. Para cualquier escritor el sueño es que su obra se conozca. Yo tenía 25 años, mando al concurso y me avisan que soy el premio Casa de Las Américas. Estamos hablando de 1992, pleno Período Especial. El jurado era Rigoberta Richo, una italiana que vivía en Cuba, Abilio Estévez y Luisa Valenzuela, una argentina amiga del régimen. Ellos me avisan, yo en la tarde noche me encamino a Casa de Las Américas y cuando voy subiendo me llaman a un lado y me explican que ya no soy el premio, que se había cambiado el voto. Me quedé estupefacto, no sabía a qué atinar.
Subí para el salón donde entregan el galardón y me presentan a Abilio Estévez. Él estaba muy nervioso, no sabía cómo explicar aquello que había ocurrido, me daba aliento, que siguiera escribiendo, que no me amilanara. Llegó Luisa y se sorprendió al conocer la edad que yo tenía y me dijo: “Si es un niño, tú te vas para Argentina conmigo, tienes la edad de mi hija”. Pero bueno nunca me he querido ir de Cuba, ni en aquella oportunidad ni en ninguna otra.
A ese mismo libro (Sur Latitud 13) en el año 95 le cambio el título, le pongo Sueño de un día de verano y lo envío al premio de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Se lo cambio tratando de burlar a la policía política, para que no lo reconocieran por si lo habían marcado. Y gano el premio UNEAC, pero no se publica hasta tres años después.
En 1998 es que sale el libro porque Abel Prieto, que era el presidente de la institución en ese momento, me llama y me dice que en su mandato él nunca había dejado de sacar un libro de los premios, y que el único libro que él tenía arrastrando con esa situación era el mío. Me pregunta: “¿Tú tienes auto?”. Le dije que sí. “¿Y apartamento? Te doy un apartamento”. En ese momento yo lo necesitaba porque la madre de mi hijo estaba embarazada, entonces pensé: este hombre me está sacando cinco cuentos del libro y me está dando un apartamento que yo necesito a cambio. Y acepté.
Me dijo que el cuento Los Olvidados no podía salir ni en el 2025 porque las Fuerzas Armadas Revolucionarias nos iban a fusilar a los dos. Después ese cuento lo pongo en el libro Los hijos que nadie quiso, que precisamente se llama así porque reúno todos los cuentos que me habían censurado; lo mando al concurso Alejo Carpentier, lo gano, y están obligados a publicarme el libro. El libro sale, y cuando se lo dedico a Abel le pongo: “24 años antes”.
Años más tarde Abilio Estévez hace un escrito donde explica qué y cómo fue lo sucedido con el Premio Casa. Contó que estaba en el Valle Picadura (en ese tiempo los premios iban a Matanzas), cerca del río Ariguanabo, y lo llamaron por el audio para presentarse en una habitación. Cuando abren la puerta, se encuentra con tres oficiales de la Seguridad del Estado quienes se identifican y le dicen que mi libro no puede ser publicado porque me iban a dañar, que ellos lo que querían era protegerme, que no me sucediera nada ideológicamente, porque los libros eran muy fuertes en ese sentido. Así es como ellos convencen también a las dos mujeres (que eran el) jurado internacional.
Abilio lo confiesa, tenía temor, el miedo ese que se estila en los regímenes totalitarios, y cedió. Él se avergüenza de esta injusticia que cometió y confiesa que nunca ha podido tener paz. Finalmente lo ha podido explicar.
―Sin embargo, en el año 2006 sí recibes el Premio Casa…
―En el 2006 recibo el premio Casa de las Américas, pero ya a uno le queda ese trauma de que podía llegar y que no me lo dieran. Realmente hasta que no me llamaron por el audio y yo subí a buscarlo no me lo creí. Psicológicamente me estaba preparando para lo peor.
Pero también se me trató de quitar este premio. En el jurado había un mexicano, un colombiano, un argentino, un uruguayo y estaba Laidi Fernández, la hija de (Roberto Fernández) Retamar, que estaba de jurado por ser su hija, porque en realidad ella no tenía currículum para serlo.
El propio jurado extranjero me comenta que los llamaron para pedirles que no me premiaran, y no sucedió como en 1992, ellos no tranzaron y dijeron que yo era el premio, el libro fue Dichosos los que lloran.
―Después del Premio Casa… recibes en 2013 el Franz Kafka de Novelas de Gaveta, por El verano en que Dios dormía. Tres años después se te concede el Reinaldo Arenas por el libro El regreso de Mambrú, y el pasado año eres distinguido con el Václav Havel para la disidencia creativa, que te reconoce como un “valiente escritor en riesgo”, no solo por toda tu obra sino por tu guion de Plantados. ¿Crees que pueda proporcionarte alguna protección el hecho de que te hayan otorgado este reconocimiento?
―Para mí es un orgullo haberlo recibido sobre todo por la figura de Václav Havel, que todos admiramos y que ha sido un símbolo para la libertad de los países en dictadura.
El premio siempre protege, el Václav protege porque es un premio internacional precisamente para los artistas que están en peligro, que podrían sufrir represalias de un sistema político totalitario en el que están viviendo. Creo que es efectivo porque precisamente está hecho para detener cualquier acto de abuso contra este artista.
Ellos valoraron en mi caso que era parte del guion de Plantados y que por eso podría estar en peligro o sufrir alguna represalia porque la película critica al régimen, y nadie sabe lo que a ellos (el gobierno) pudiera ocurrírseles para castigarme.
―He leído, y sé que tú también, críticas duras a la película. Algunos comentan sobre una “extrema criminalización” de los guardias de las prisiones castristas. Dicen que la intensa y constante crueldad ha dado al traste con el valor artístico del largometraje, ¿qué opinas al respecto?
―Los seres humanos, sobre todo los artistas, infaliblemente tienden a partir de una historia contada como la del filme Plantados, para crear la suya: conceptos, escenas, maneras de hacerlas desde sí mismos y eso es válido. Es parte de la esencia del arte y del mismo ser en sí. Todos tienen su película y me agrada escuchar e imaginar esas múltiples maneras. Pero esta película es de, y para, los plantados históricos. Es un viaje al infierno donde se tenían tantas cosas para expresar que dos horas eran insuficientes. Teníamos esta sola oportunidad en 60 años, para contar la otra parte oculta después de la saturación y el adoctrinamiento de la dictadura sobre varias generaciones. Estas aún creen que los alzados eran “bandidos” y “asesinos”, cuando la mayoría procedía de las filas del Ejército Rebelde en el poder y, al parecer, desconocen estos “críticos” que desde el mismo 1 de enero de 1959 comenzaron a fusilar a todo el que pensara diferente. En todo caso, hubo desmanes de un lado y del otro, pero los de quienes lucharon por un cambio en Cuba jamás se acercan a los de Fidel Castro.
Una amiga me decía que la película apenas le había permitido respirar. Justamente eso fue lo que quisimos captar y trasmitir, el dolor y la agonía que vivieron esos hombres durante sus largas condenas de 20 y 30 años donde cada día, cada minuto, fue una tortura física y sicológica tanto para ellos como para sus familias. Desgraciadamente es así. No había de otra. Todo lo que encontramos cuando comenzamos a estudiar los libros y testimonios vivos, fue un sufrimiento infinito donde por momentos teníamos que detenernos para limpiar los ojos.
Se pudo hacer de mil maneras, pero esto es también lo que los plantados y el inversor de la película buscaban en un proyecto aplazado por 25 años y Lilo, Cao y yo los complacimos. Era lo menos que podíamos hacer después de deberles tanto.
Creo que es válido que le guste a unos y a otros no. Solo que no confío mucho en las críticas y comentarios que he visto hasta ahora. Para mí estos, por disímiles razones, son sospechosos desde hace mucho tiempo.
―¿Qué crees de los vientos de diálogo que soplan actualmente?
―Yo vengo de una postura más intransigente: nosotros no queremos dialogar con el régimen. No soy de los que apoyaría un diálogo con la dictadura, yo apoyo que el régimen abandone el poder. Es la exigencia que por lo menos tengo pensada y por la que siempre he luchado. Pero tampoco niego ni ataco que haya otros grupos que quieran y exijan tener ese diálogo. Son diferentes caminos, podemos luchar por lo mismo usando diferentes vías. Yo no entraría en ese discurso, en esa plataforma del diálogo, pero ojalá les vaya bien, ojalá esa sea la forma para que el totalitarismo termine su mandato, abandone el gobierno y volvamos a la democracia.
―¿Ves más cerca la libertad de Cuba?
―Cuando estaba Trump la veía cerca, estaba convencido de que en un segundo mandato la íbamos a tener. Ahora no podría decirlo porque no sé cuáles son las exigencias que Biden va a tener contra el régimen; ojalá sean tan recias como las que tenía Trump. El régimen solo va a abandonar el poder con fuerza. Ellos se acomodan y fortalecen con políticas como las de Obama, las cuales considero fallidas. Pienso que solo con una política frontal y de exigencia, se podría lograr la libertad de Cuba.
No obstante, pienso que el cubano está a unos pasos de perder el miedo. Se puede palpar el deseo de libertad en muchas personas. Cada vez se suman más a la causa. Incluso hay una presencia importante de la izquierda en la oposición, jóvenes que creían en el régimen y sus dirigentes y ya no lo hacen. Somos nosotros, los que hemos perdido el miedo, los encargados de inspirarlos con nuestros ejemplos.
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