GUANTÁNAMO, Cuba – El pasado domingo concluyeron los carnavales de Guantánamo, fiestas que en el 2012 recibieron el premio “Memoria Viva”, otorgado por el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello.
Oficialmente las fiestas comenzaron el domingo 9 de agosto en horas de la tarde con el carnaval infantil, un invento oficialista que no guarda ninguna relación con el origen de estas fiestas y que esta vez fue muy deslucido, aunque si de actividad comercial se trata los carnavales comenzaron desde principios de mes con la entrada en funcionamiento de los llamados “reservados”, construcciones rústicas a las que se accede previo pago de la entrada donde a medida que pasa el tiempo y aumenta la afluencia de público se convierten en un pandemónium debido a la bulla y la música a todo volumen.
Muchos guantanameros pensaban que sus fiestas carnavalescas correrían el mismo destino que las de Holguín, suspendidas por el dengue. La cercanía de ambas ciudades, la carencia de agua que padece la provincia y los riesgos que para la salud tienen las aglomeraciones de personas parecían obstáculos infranqueables, pero primó el interés económico del gobierno.
Hasta una bella revista de 32 páginas policromadas con la historia del carnaval guantanamero fue publicada por la Asamblea Municipal del Poder Popular, hecho insólito si tenemos en cuenta lo que debe haber costado y porque jamás los escritores del terruño han contado con una publicación semejante.
Estas fiestas estuvieron dedicadas al 145 aniversario de la entrega del título de Villa por la corona española a Guantánamo, al centenario del natalicio de Lilí Martínez Griñán, músico guantanamero de resonancia nacional, al 130 aniversario del carnaval en Guantánamo, a los 70 años del grupo de Changüí y a los 89 años del nacimiento de Fidel Castro.
Carnavales en Guantánamo: un poco de historia
Según los trabajos publicados en la revista de marras los orígenes de los carnavales en Guantánamo se remontan a la primera mitad del siglo XIX.
Las fiestas eran organizadas por la administración colonial junto con la Iglesia Católica y se celebraban los días 22 y 23 de junio, alrededor de la fiesta de San Juan Bautista; los días 22 al 26 de julio y del 13 al 16 de agosto, día este último en que se conmemora la fiesta de San Joaquín, patrón de los carnavales guantanameros. En aquéllos tiempos las fiestas alternaban con competencias de natación y de pesca del Joturo, un pez propio de acá, en las márgenes del río Guaso.
Bajo el gobierno del alcalde catalán Rafael Llopart Ferrer, alrededor de 1884, las fiestas adquirieron mayor organización y disciplina. Entre las comparsas que desfilaban entonces por las cortas y polvorientas calles de la Villa estaban “Los mamarrachos” y “Carabalí”. También había paseos de carrozas.
En el siglo XX el carnaval guantanamero continuó progresando en calidad y colorido debido a su carácter esencialmente popular. A finales de la primera década figuras relevantes de la trova como Benito Odio y Leopoldo Rubalcaba lideraron parrandas. En la década de los años treinta surgió la “Unión de Amigos del Algarrobo”, sociedad de jóvenes humildes que gestaron la famosa comparsa “Maria Moñitos”. Otras comparsas de la época, que encendían la rivalidad entre las zonas de la ciudad que representaban eran “La arrolladora” y “Negro Fino”.
También hubo personajes populares como “La muerte en cueros”, “El doctor chiringa”, “El capero”, ”Los diablitos” y “El caballito”, cuya presencia, luego de muchos reclamos, se ha restablecido desde hace pocos años.
Un período de gran esplendor de estas fiestas fue la segunda mitad de la década 1940-1950 debido a que la compañía Frederick Snare Corporation inyectó una fuerte suma de dinero a la base naval norteamericana para que se ampliara. Afluyó gran cantidad de personas a la zona porque aumentaron las ofertas de empleo y la ciudad resultó beneficiada. Esta influencia económica se sintió también en los carnavales donde las sociedades Unión Club, Siglo XX y Club Moncada contaron con la actuación de las orquestas Cristal y Los Champions, dirigidas por Rafael Inciarte Brioso y Lilí Martínez, glorias de la música cubana. También actuaba en esos días la orquesta jazz band de la Marina de Guerra norteamericana.
Pero después de 1959- esto no lo dice la revista-, los carnavales guantanameros, como los del resto del país, fueron sometidos a un férreo control del estado. La iniciativa popular fue sustituida por las directrices de los burócratas de la cultura, fueron prohibidos los disfraces, la elección de la reina y luceros del carnaval, restringidos los movimientos de las comparsas y sus coros sometidos a la censura. Lo folclórico terminó sepultado por una gigantesca oferta culinaria de sospechosa elaboración y abundantes cantidades de alcohol y cerveza barata, todo bajo un impresionante despliegue policial.
A pesar de todo
A pesar de las grandes diferencias entre aquéllas fiestas y éstas los carnavales de Guantánamo continúan gozando de gran arraigo popular, sobre todo entre la gente más humilde.
Si alguna fiesta no desean perderse los guantanameros es ésta. Muchos comienzan a ahorrar pequeñas sumas de dinero apenas terminan las fiestas, pensando ya en las próximas. Miles de montunos ocupan las casas de sus familiares en la ciudad, aunque tengan que dormir en el piso. Otros regresan a Guantánamo desde su actual residencia en el país y hasta del extranjero para disfrutar estos cuatro días de carnaval.
Es un tiempo frenético donde casi no se duerme. Las frustraciones y penurias parecen eliminadas por la fanfarria, los reencuentros, la música y el alcohol. Cuatro días donde muchas veces la violencia asoma su rostro, pero donde también aparece sin subterfugios la nobleza y solidaridad de los guantanameros. Cuatro días para olvidarse de todo lo que obstaculiza la dura vida cotidiana de los más humildes, los engañados, discriminados y oprimidos de siempre.
Estos carnavales han estado marcados por la incapacidad del estado para suministrar comida a los abundantes quioscos que con tal objetivo se levantaron en varias zonas de la ciudad, sobre todo en la calle Carlos Manuel de Céspedes. Fueron los particulares quienes hicieron la oferta gastronómica más estable y variada aunque hubo quejas en cuanto a la elaboración de las raciones de pollo y los altos precios de los alimentos y en el área infantil. Causó disgusto entre los espectadores ubicados en la calle Pedro A. Pérez que muchos de los figurantes de las carrozas y comparsas no bailaran alegando que estaban cansados y debían guardar energías para cuando pasaran frente al jurado. Las cinco carrozas participantes en los festejos provenían de Santiago de Cuba.
Esos cuatro días terminaron. Regresó el tiempo de ir bajando la cuesta o de subirla, según el caso, como en la famosa canción de Joan Manuel Serrat. Nos quedan las calles sucias, el mal olor en las esquinas, el desmontaje de los quioscos, los borrachos y mendigos que nadie quiere ver, el cruento sol y, otra vez, la dura vida cotidiana.