LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – La sala de teatro Hubert de Blanck, en el Vedado, estaba literalmente vacía. Se presentaba la obra Arizona, definida como una tragedia musical americana, del español Juan Carlos Rubio, con puesta en escena y dirección artística de Marcela García y Fabricio Hernández.
La obra es una caricatura del tema de la emigración ilegal en Estados Unidos y la defensa ciudadana de la seguridad nacional, a partir de la presencia en el desierto de un matrimonio adscrito al proyecto Minutemen, organización paramilitar que, inspirada en la milicia que luchó en la guerra civil americana, se estructura para defender la frontera de intrusos. Especie de, salvando las diferencia, los destacamentos Mirando al Mar, organización paramilitar cubana, supeditada a las tropas guardafronteras del Ministerio del Interior, que vigila las costas de la isla para evitar salidas o entradas ilegales de ciudadanos.
La parodia de la pareja incluye un marido machista, frustrado sexual, prepotente y estúpido. Se pertrecha de fusil y binoculares para vigilar y defender la frontera. Mientras, la esposa se dibuja como tonta, también con problemas de sexualidad; es lectora de Reader´s Digest Magazine, y aprueba todo lo que dice el marido.
Llegado a ese punto, se percibe más que todo como remedo de la caricatura de la pareja americana de las décadas de los cincuenta y sesenta, tan recreada en el cine y en el teatro contestatario americano.
La puesta dura 50 minutos. Sin embargo, parece inacabable, por los lugares comunes y reiterativos en los que cae el texto. Cierto que el trabajo de los actores Marcela García y Kelvis Sorita, sobresale por la definición de esa misma caricatura y Marcela, en especial, logra un extraordinario y sugerente dominio del cuerpo.
La escenografía, resuelta con sencillez, destaca la labor de dirección y puesta en escena. Los pocos elementos que apoyan la actuación, también dimensionan el talento de los actores que se mueven con frescura por el escenario, aunque el texto aparece como un verdadero corsé a sus posibilidades.
La música escogida para apoyar la historia, sirve para mantener el rechazo a esa sociedad y la pieza queda resuelta de la manera más infantil, cuando la pareja asesina a un niño de cinco años que “vagaba” por el desierto de Arizona.