Foto-galería de Ernesto Santana
LA HABANA, Cuba -En días recientes fue abierta la exposición Encomienda, auspiciada por la Casa de la Cultura del municipio Playa, que contó con la curaduría de Beatriz Gago y con las palabras inaugurales del conocido arquitecto Mario Coyula.
Encomienda es una exposición que, como tal, expone muy poco; una exhibición que, si algo exhibe, es una preocupación profunda, sin estridencias ni gran discurso, por el decadente estado de la arquitectura en nuestro país; más exactamente: una honda preocupación por la conservación arquitectónica.
El lugar escogido para la expo fue la pequeña y hermosa iglesia cristiana, construida poco antes del triunfo de la revolución, que se levanta en la esquina de Séptima Avenida con la calle 60 y que, carente de mantenimiento desde hace mucho tiempo, es en sí misma un elocuente ejemplo del abandono que padecen incontables edificaciones en La Habana.
Para llevar a cabo el proyecto, la curadora Beatriz Gago convocó a cuatro jóvenes artistas: José Yaque, Irving Vera, Orestes Hernández y Yornel Martínez. El resultado ha sido muy curioso y digamos que incluso “llamativo”.
Más allá de su notable peculiaridad -que se aparta bastante de lo que solemos encontrar en la mayor parte de las exposiciones de artes visuales- solo dos de las siete obras se hallan en el interior de la edificación. De hecho, si al espectador no le informan anticipadamente cuál es la naturaleza del proyecto, no sería fácil que diera con las obras de arte que allí se encuentran, pues la mayoría de ellas no responde al concepto que normalmente tenemos, sino que son alguna forma de “intervención”.
La intervención en sí misma no es un procedimiento artístico novedoso en absoluto, pero ha evolucionado mucho durante siglos y puede ir desde la modificación de una obra ajena hasta el uso de objetos realizados sin propósito artístico, que se convierte en obra por la connotación que le otorga el artista. Y claro está que las vanguardias artísticas del siglo XX echaron mano con frecuencia de este recurso.
En el caso de Encomienda, se procuró en especial que la intervención resultara un procedimiento que “interviniera” lo menos posible en el cuerpo de la edificación. De ahí la casi invisibilidad de las obras.
José Yaque participó con la instalación Eterno retorno, de 2014, mientras Irving Vera desarrolló la acción plástica Mención, de 2006, y (estancamiento), de 2011, que reúne, al final de la iglesia, más de una veintena de dibujos de varios niños.
Orestes Hernández, por su parte, con su intervención en el espacio, se apropió del caminito que el paso de la gente ha trazado durante años en la esquina de la iglesia, nombrándolo sencillamente Atajo; Dos soles es otra intervención en el espacio, suya también, al igual que Geometría básica, que es un objeto intervenido. Por último está Highlight, de Yornel Martínez, otra intervención en el espacio que, como su título indica, intenta resaltar el descuido en que se encuentra la edificación, dándole una capa de pintura blanca a la original torre de la iglesia —solo a ella—, dejando el resto del edificio como estaba.
En sus palabras inaugurales, Mario Coyula puso en contexto el significado de la exposición, detallando muchos de los problemas que conforman la enorme crisis de la arquitectura en la Cuba de los últimos cinco decenios, que va desde el abandono absoluto hasta el no seguir las elementales normas que regulan la pintura de los edificios en la ciudad, y concluyó ofreciendo su visión de la utilidad de proyectos artísticos como Encomienda, que llaman la atención sobre uno de los mayores peligros que puede sufrir la cultura de una nación: el deterioro de su patrimonio arquitectónico.
La curadora
Beatriz Gago habló de cómo fue concebida la exposición, de la productiva relación que se estableció con la Casa de la cultura de Playa, incluso cuando a los funcionarios no les quedaba totalmente clara la manera en que se concretaría el proyecto. En cuanto a la “invisibilidad” de las obras en aquel espacio y a la poca intervención material, la curadora expresó sus deseos de que, al final, quedara bien “visible”, aunque fuera para unos pocos, que la encomienda de la exposición no era una abstracción: demasiados objetos arquitectónicos de nuestro patrimonio se han perdido ya o están en camino de perderse para siempre.
Encomiable encomienda, incluso si parece poco realista, por supuesto, sobre todo por realizarse en medio de una situación de crisis generalizada en el país donde la condición de ruina se extiende a todos los ámbitos.