MIAMI, Florida, octubre, www.cubanet.org -El arribo de un grupo de balseros cubanos a costas de la Florida a mediados de octubre quedó testimoniado en imágenes tomadas desde una embarcación tripulada por residentes de ese estado norteamericano. En el breve video donde se aprecia a los navegantes a pocas millas de la orilla se puede escuchar el diálogo sostenido entre ambas partes. Unos pidiendo ayuda y los otros dándoles aliento a continuar e indicándoles la dirección en la que deben mantener el rumbo para concluir el viaje con éxito.
El suceso tuvo en esta ocasión el contraste de un hecho similar pero con resultado distinto. Coincidiendo con el feliz arribo de los cubanos se producía el naufragio de una embarcación en la que viajaban inmigrantes haitianos y jamaicanos. Su derrotero tenía el mismo destino pero culminó en una tragedia donde perdieron la vida cuatro personas. Los sobrevivientes rescatados enfrentan la deportación y posibles cargos por inmigración ilícita.
Ambos incidentes traen nuevamente a colación el tema de las leyes migratorias norteamericanas para los que vienen de Cuba. El cuestionamiento apunta cada vez más a la derogación de la polémica política de pie seco y pie mojado y comienza a rozar la aplicación de los beneficios que supone la Ley de Ajuste Cubano. Mientras en la primera crece el consenso para su anulación, influido por los recientes cambios adoptados por el régimen cubano en política migratoria así como la amenaza que significa el tráfico humano y la emigración ilegal, no ocurre así con el llamado a revisión de la Ley de Ajuste.
Desde Cuba el gobierno acusa a su contraparte de estimular el éxodo ilegal, pero si se hace memoria es bueno recordar que fue el mismo Fidel Castro en varios discursos e intervenciones quien puso en conocimiento de los cubanos en la isla las ventajas que podían esperar con las consabidas leyes si se aventuraban a una salida riesgosa por mar o por tierra. Con el pretexto de denunciar algo que existía pero que no se conocía en detalles, Castro en su diatriba contra la ley descubrió a los ciudadanos cubanos los beneficios que esta les reportaba.
Los pronunciamientos a favor de un cambio en la letra de estas leyes, en particular la de Ajuste, se condicionan al paso que den los del otro lado. Actitud en la que los extremos irreconciliables de ambas orillas parecen mantener un punto de común acuerdo: que todo siga como está. En los círculos de opinión del exilio el criterio predominante sobre cualquier corrección en dichas leyes es que la misma debe responder a la supresión por parte del gobierno castrista de las figuras delictivas de salida ilegal desde Cuba y la pena de muerte, que permanece vigente a pesar de la moratoria declarada para su aplicación.
Hay varias interrogantes en torno a estas exigencias. La primera sobre la manera efectiva para hacer que una dictadura que presume de mantener su postura por más de medio siglo vaya a cejar ante los apremios de un exilio que en la realidad no quiere que se eliminen leyes que redundan en su beneficio y paradójicamente en el de la Isla. Los datos lo demuestran. Es indiscutible que el monto de las remesas y las ganancias generadas por las visitas han hecho del aporte económico del exilio la primera industria productora de divisas constantes y sonantes en Cuba. ¿Van a eliminar los que reciben tal provecho aquellos aspectos que ayudarían a modificar las leyes que por una parte les sirven de discurso acusatorio contra el enemigo omnipresente y por otro les prestan un auxilio monetario inestimable? Poco probable.
En cuanto a la “presión” que pueda ejercerse desde afuera para que las cosas cambien en la otra orilla no hay mucho que discutir porque los números y los hechos muestran la realidad de una emigración cada vez menos vinculada al sentimiento político y más motivada por la cuestión económica. Sostener que los que se marchan por cualquier vía lo hacen por razones políticas debido a un régimen totalitario que obliga a buscar en otros lados el desarrollo que no les ofrece en su patria, es un argumento que pierde peso. La emigración galopante en tantas regiones del planeta tiene como trasfondo guerras, pobreza extrema, gobiernos opresivos y sistemas políticos corruptos o en bancarrota. Pero pocos de los que huyen de esas condiciones reciben estatus político para su causa y muchas veces ni siquiera el reconocimiento de refugiados. La tragedia ocurrida por estos días en Lampedusa en un episodio cruento donde perecieron 300 personas, de 500, es un ejemplo elocuente.
Finalmente el comportamiento de los mismos que salen desde Cuba, de manera ilegal o legal, por mar o por tierra, es lo que despierta las dudas sobre las motivaciones políticas de su salida, cuando al año y un día estas mismas personas retornan para visitar a sus familiares, llevar bultos y hacer estancias placenteras en el infierno del que dicen haber escapado. Una anécdota ilustrativa de esta realidad ocurrió esta semana en el puesto fronterizo de Texas cuando tres cubanos pasaron a pie seco la línea. Dos de ellos provenían de Ecuador donde llegaron con visa de turistas. A la pregunta de si regresarían a Cuba una vez establecidos en Estados Unidos ambos sin dudarlo declararon al oficial que les entrevistaba que lo harían nada más obtener la residencia porque ellos “no tenían problemas políticos en su país”.
Por ahora la permanencia de la Ley de Ajuste queda pendiente a la evolución de los acontecimientos en Cuba pero la resistencia que persiste en lo tocante a cualquier modificación en la misma parece flexibilizar posturas hacia la asunción de una realidad y es que la legislación tiene al menos que ser revisada para ponerse a tono con los tiempos que corren y los cambios verificados.
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