LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -El pasado domingo se celebraron las elecciones generales en Ecuador. Según sus resultados, en las presidenciales triunfó por amplio margen el binomio integrado por el actual jefe de estado Rafael Correa y el señor Jorge Glas. Al parecer, también en las legislativas sus seguidores lograron obtener la mayoría en la Asamblea Nacional.
El partido del reelecto disfrutó de ventajas indebidas: pues dispuso de los resortes del poder. También tuvo carta blanca para la manipulación más descarada. Por ejemplo, en uno de los jingles propagandísticos del movimiento Alianza País, aludiendo al nombre del presidente Correa se repetía: “Votar por la Asamblea es votar por Rafael”.
Por supuesto, que eso es una gran mentira: En Ecuador, el voto para los candidatos a las curules legislativas se ejerce separado del que se emite por el Presidente y su Vice. Sin embargo, el Consejo Nacional Electoral correísta, que tan exigente se mostró con los aspirantes opositores, toleraba que hora tras hora se expresase esa total falsedad.
De ese modo, el órgano que debe ordenar de modo imparcial los comicios, permitía que las fuerzas gobiernistas manipularan de forma desvergonzada los sentimientos caudillistas que, por desgracia, siguen teniendo tanta fuerza en los pueblos de Nuestra América.
No obstante, es verdad que nuestros hermanos ecuatorianos tuvieron una escogencia: pudieron seleccionar entre varias candidaturas. En realidad, más de las que hubieran resultado convenientes. A diferencia de los opositores venezolanos, que supieron unirse en una sola fórmula, los del Ecuador marcharon separados.
No es que el resultado, en esencia, hubiera sido diferente, pues en cualquier caso el vencedor contó con el apoyo de más de la mitad del electorado; pero al menos la brecha que lo separaba de su principal adversario y segundo en la votación obtenida —el banquero Guillermo Lasso— no habría sido tan grande.
En el caso específico de Cuba, incluso la propaganda tendenciosa brindada por la emisora chavista TeleSur resultó casi subversiva. Aunque la cobertura dada por el canal caraqueño favorecía de manera abierta a su aliado Correa, se veía forzado a reflejar —al menos en pequeña medida— los planteamientos de quienes se le enfrentaban.
Fue así que el pueblo del archipiélago (o, al menos, la parte de sus integrantes que, para recibir una información menos mala, sintoniza el Canal 44) pudo escuchar con asombro voces discrepantes, como la expresión pintoresca y feliz del señor Lasso, cuando comparó a Correa con el difundo Michael Jackson, que parecía caminar hacia delante cuando en realidad estaba marchando hacia atrás.
Una campaña competitiva como ésa resulta impensable en Cuba, y por supuesto que su contemplación pone en evidencia el carácter retorcido y antidemocrático del sistema electoral de la Isla, el cual, hace apenas unos días, condujo a que en las votaciones para cubrir los 612 puestos de diputados a la Asamblea Nacional, “vencieran” —como no cabía esperar otra cosa— los únicos 612 candidatos, todos ellos incondicionales del régimen imperante.
En declaraciones que formuló tras conocerse los resultados comiciales, Correa reiteró su propósito de mantener una cruzada contra la prensa independiente, que una vez más denominó “sin escrúpulos”, “corrupta y mercantilista”. Dato curioso, aunque no sorprendente: Los órganos informativos que, en opinión del personaje, merecen esa calificación, mantienen todos una postura de enfrentamiento a su gobierno.
Los que lo apoyan están libres de cualquier acusación del irascible Jefe de Estado. Esto se aplica a quienes poseen sinceras afinidades ideológicas con la llamada “Revolución Ciudadana”, pero también a los particulares que se han plegado a Correa con el fin de conjurar los ataques gubernamentales y asegurarse los pingües ingresos derivados de la abundante propaganda oficialista que se inserta sólo en los medios no hostiles.
Pero, por encima de los aspectos criticables, es cierto que la victoria correísta, aunque basada en el populismo, la demagogia y las ventajas tramposas, ha sido contundente, y aún más debido a la fragmentación de quienes se le oponen. Al mismo tiempo, ese triunfo indudable consolida al economista ecuatoriano como probable jefe futuro del “socialismo del siglo XXI”.
Esto es así en virtud de las perspectivas turbias del teniente coronel Hugo Chávez, que el lunes retornó de incógnito y con nocturnidad a Caracas. Y que al parecer lo hizo en tan precarias condiciones, que ni siquiera se han publicado imágenes de lo que sus incondicionales han celebrado como un regreso triunfal. Para colmo, hasta ahora no ha sido capaz de tomar posesión de su nuevo mandato, siquiera sea para acallar las denuncias de quienes califican el actual gobierno venezolano como un régimen de facto.
En lo que respecta al Ecuador, veremos cómo se desarrollarán los acontecimientos políticos durante el próximo cuatrienio. Aunque una clara mayoría de sus ciudadanos le otorgó un aval al populista Correa, temo que los hechos le darán la razón al destacado colega Carlos Alberto Montaner, cuando hace meses, refiriéndose a ese país hermano, escribió sobre las “siete razones de su negro futuro”.