LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – Sobre todo, son los jóvenes los que andan con ellos, transportándolos en memorias portátiles, CDs, DVDs. Gracias al equipo de Callejeros Viajeros, ahora en Cuba sabemos cómo viven los habitantes de otros sitios, a pesar de la crisis mundial que la tele y las Reflexiones apocalípticas del Líder Máximo nos muestran y explican.
Un vecino comentaba que después de haber visto la serie de reportajes de las cuatro esquinas del mundo, a cargo de realizadores españoles, pensó cuánto nos faltaba a los cubanos para vivir normalmente, como la gente, con dificultades, pero en libertad.
Constató que la vida de la gente que aparecía en la serie era igual a cómo se vivía en Cuba antes el 59, claro está, salvando la distancia de los avances tecnológicos, “aunque hubiera un gobierno como el de Batista”, dijo. “La gente se sentía libre de hacer con su vida lo que quisiera; no como ahora, que hay que contar hasta con lo que piensa el presidente del CDR (Comité de Defensa de la Revolución)”.
La serie Callejeros, que se vende en discos compactos a treinta pesos, muestra la vida diaria en Pekín, Madrid, París, Miami, Río, etc. Nos muestra gente común, como nosotros, pero que tiene su vida en sus manos y puede decidir su destino sin necesidad de enrolarse en “grandes tareas del siglo”, ni en campañas políticas planetarias, ni en batallas interminables contra molinos de viento inventados por ancianos gobernantes.
Callejeros nos muestra una mirada optimista de esos parajes y nos permite ver que hay gente que vive de manera diferente, sin preocuparse tanto por el fin del mundo. Aunque puede pensarse que se trata de una mirada hedonista, no es menos cierto que es precisamente ese enfoque el que atrae a tantos televidentes.
Frente al machaque ideológico de la mayoría de los programas de la televisión cubana, Callejeros nos refresca como una Coca-Cola. Sin contar con el mensaje que más interesa a los cubanos: la vida se pude vivir sin tanta intromisión del Estado y sin preocuparse tanto por la política.
Cada DVD tiene aproximadamente dos horas de duración y, por el precio, la gente piensa que más vale quedarse en casa frente al televisor, soñando y viviendo las vidas de los demás, que salir a la calle a enfrentarse con ómnibus atestados de gente, edificios que se derrumban, calles llenas de baches y cines que se caen a pedazos.
Vale más recorrer virtualmente las calles de París o bañarse en las playas de Río, de la mano de Callejeros, que enfrentarnos a nuestra deprimente cotidianidad.