LA HABANA, Cuba. — Un antiguo residente de La Lisa me cuenta que en lo que va de año ya han acaecido tres suicidios: los de dos mujeres y un hombre, que se precipitaron al vacío desde el puente del río Quibú.
En el edificio de ocho pisos situado en Ayuntamiento y La Rosa, municipio Plaza de la Revolución, donde vivo desde hace 59 años, hace pocos meses una exprofesora, quien moraba en la calle del fondo, subió hasta la azotea y se lanzó hacía el pavimento.
¿En qué estado de desesperación se encontrarían esas personas para suicidarse?
La tasa de suicidios ha aumentado en Cuba en los últimos años. En la mayoría de los casos, los que se quitan la vida son ancianos y personas que son oficialmente consideradas como “vulnerables”, que han perdido las esperanzas de llevar una existencia digna.
En la prensa oficial, como no hay crónica roja —que consideran propia del capitalismo—, como mismo no informan acerca de los robos y asesinatos, tampoco informan de los suicidios.
Oficialmente, en la morgue, los hospitales y la PNR, en vez de decir que alguien se suicidó, eufemísticamente dicen que “murió a causa de lesiones autoinflingidas”.
Existen formas no premeditadas de suicidarse. Y no me refiero solo al abuso de alcohol y drogas.
Hay centenares de personas que, incluso poniendo en riesgo no solo sus vidas, sino también las de sus hijos menores de edad, se echan al mar en embarcaciones precarias para tratar de alcanzar la libertad y mejores condiciones de vida.
Están también las familias que desoyendo las advertencias, antes que estar albergados, prefieren seguir viviendo en edificios a punto de derrumbarse, desafiando el peligro de morir aplastados por los escombros, como sucede a menudo.
Para muchos cubanos es preferible la muerte antes que las vidas miserables que llevan.
Últimamente vemos a personas mal vestidas y sucias que deambulan por las calles, sin rumbo fijo, hablando solos y gesticulando. A veces se detienen en paradas de ómnibus, colas o sitios con aglomeración de personas, e improvisan discursos sin mucha coherencia. En algunos casos, su arenga tiene algún sentido, generalmente en contra del gobierno, pero entonces la gente, para no buscarse problemas, finge no escuchar.
Cada vez hay más limosneros y personas que andan por La Habana con sus pocas pertenencias guardadas en sacos, jabas, maletas o mochilas medio rotas, pues no tienen donde vivir. En cualquier portal se resguardan de la lluvia y el sol, y duermen donde les agarre la noche. Estas situaciones se dan también en el interior del país, pero en menor medida que en La Habana.
Ta,bién se ve a muchas personas escarbando en los latones de desperdicios y basureros aledaños, en busca de objetos útiles que puedan vender y de alimentos desechados.
Antes de 1959 había muchos indigentes, mendigos y personas con problemas mentales que vagabundeaban por las calles, algunos de los cuales, como La Marquesa, La China y el Caballero de París, llegaron a hacerse famosos.
El régimen revolucionario, en sus primeros tiempos, se jactaba de haber acabado con la mendicidad y la indigencia. Pero seis décadas después hay cada vez más pordioseros.
La causa principal de los problemas descritos está en la caótica situación económica del país, particularmente después del fracaso de la Tarea Ordenamiento y la descontrolada inflación que ha provocado.
Los salarios insuficientes, los exorbitantes precios de los productos de primera necesidad, el hambre, la falta de viviendas, la escasez de medicinas y otros problemas que no son resueltos por las ineficaces políticas gubernamentales, provocan gran angustia en la población, que no ve una mejoría a corto o mediano plazo en sus condiciones de vida. No es de extrañar entonces que cada vez haya más dementes, pordioseros y personas que atenten contra su vida.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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